El Palacio de Comares en la Alhambra de Granada está
compuesto por un conjunto de dependencias agrupadas en torno al Patio de los
Arrayanes, con galerías porticadas en los extremos, situándose al norte la Sala
de la Barca y la Sala de los Embajadores, que ocupa el interior de la Torre de
Comares, desde donde se domina el valle del Darro.
Yusuf I quiso que la decoración de su residencia oficial
dejara maravillado al visitante, por lo que ordenó que se construyera y
adornara de manera exquisita, aunque probablemente no viese terminada esta
obra, ya que diversas inscripciones atribuyen su autoría a su hijo Mohamed V.
Es el palacio más importante, residencia oficial del Sultán
y lugar donde se encontraba la sala del trono. Fue edificado y ricamente
decorado por Yusuf I, a quien debemos gran parte de las construcciones
existentes en la Alhambra.
En el Patio Dorado encontramos la fachada de acceso a este palacio,
de gran belleza y construida por Muhamed V, hijo de Yusuf I. En ella se abren
dos puertas, la de la derecha daba acceso a las dependencias familiares y la de
la izquierda (por donde se continúa la visita) a la zona oficial del palacio.
La decoración es muy rica en toda la fachada, con zócalo de cerámica, y
yeserías, destacando el bello alero de madera.
Toma su nombre de los grutescos del techo árabe repintado de
este color en época de los Reyes Católicos. Se abre al patio por un pórtico de
tres arcos con columnas que tienen bellos capiteles de orejas de tradición
almorávide. En el centro del patio hay una fuente baja de mármol con gallones,
y a un lado una reja da paso al camino de guardia abovedado que comunica este
patio con el patio de la Reja. Descripción larga del Monumento
Este patio lo podemos ver en grabados decimonónicos
convertido en viviendas con balconadas nuevas, en estado lamentable de
conservación. Este aspecto lo ocasiona el abandono del siglo XVIII y de la
primera parte del XIX. Interviene en esta zona Rafael Contreras en el siglo
XIX, Modesto Cendoya en 1906-1907 y Don Leopoldo 1926-1930.
Frente al pórtico del Cuarto Dorado se levanta la fachada
más importante del palacio: la imponente fachada de Comares. Fue erigida por
Muhamed V para conmemorar la toma de Algeciras en 1369. Esta fachada era la
entrada a la zona residencial privada del palacio. La puerta de la derecha
servía de acceso a la zona de servicio y la de la izquierda a la estrictamente
privada, como dice la inscripción a su arrocabe de madera. En la parte alta
están las estancias privadas de las mujeres, cuyas ventanas estaban cerradas
con celosías para guardar su intimidad.
En este patio recibía el sultán a los súbditos que lograban
conseguir una audiencia especial. Estos se situaban en la sala del Cuarto
Dorado, separados del sultán por la guardia que formaba un cordón de seguridad
delante del pórtico. En la parte central de la fachada, entre las dos puertas,
el sultán se sentaba en una jamuga bajo el gran alero que era su dosel a modo
de corona, como dice la inscripción, alero que es una de las obras cumbres de
la carpintería nazarí. Así quedaba preparado el efecto teatral que se perseguía
ante la llegada del monarca: por encima de las cabezas de los soldados podía
hablarse al sultán y hacer las peticiones oportunas. Mientras las mujeres
observaban discretamente toda la ceremonia detrás de las celosías de las
ventanas de los pisos superiores.
Continuando la visita, llegamos al Patio de los Arrayanes,
también conocido como de la Alberca de Comares. La construcción de este
complejo del patio de los Arrayanes fue iniciada por el rey nazarí Ismail I de
Granada que reinó desde 1314 a 1325. Continuó la obra Yusuf I de Granada
(1333-1354) que murió asesinado antes de verla concluida. Finalmente Muhammad V
pudo terminarla en 1370.
En su origen se accedía al patio y demás dependencias a
través de otro gran patio que ya no existe más que en un pequeño recuerdo que
es el patio de Machuca, mucho más reducido que lo fue aquel. Es un patio
clásico de tipo arábigo-andaluz, con dos pórticos en sus lados menores, una
gran alberca en la que se reflejan las construcciones, rodeada por macizos de
arrayán, y dos pilas de mármol que vierten sus aguas en el estanque. Los
pórticos tienes 7 arcos semicirculares, siendo mayor el central, de paños de
yeso calados. Sobre el pórtico sur se elevan dos plantas, una con siete
ventanas con celosías de madera, siendo la central doble, y otra superior ésta
con una galería sobre el patio. Las dependencias del pórtico sur quedaron
destruidas al construirse el palacio de Carlos V, que se adosa a éste.
En el centro se encuentra el estanque que mide 34 metros por
7,10 metros; se abastece de agua por medio de dos pilas de mármol situadas en
cada extremo. Está enmarcado por unos pasillos pavimentados en mármol blanco,
delimitados a su vez por la plantación de los mirtos o arrayanes bien
recortados que forman como un seto, de un verde brillante que contrasta con el
mármol y con el agua. Alrededor del estanque y los mirtos y por sus cuatro
costados, hay un gran espacio que constituye el patio propiamente dicho, cuyo
suelo es también de mármol blanco. En su origen estaba adornado también por
naranjos silvestres de fruto amargo, según la descripción hecha por el
embajador veneciano Andrea Navagiero que hizo una visita a la Alhambra en el
siglo XVI.
El patio fue restaurado en el siglo XIX como tantos otros
sitios de la Alhambra. El restaurador principal fue el académico arquitecto
Rafael Contreras Muñoz (1826-1890). Uno de los cambios más espectaculares
consistió en levantar el pavimento que estaba enlosado con lápidas procedentes
de cementerios musulmanes, sustituyéndolas por un enlosado de mármol.
En el lado norte encontramos la mayor sala de toda la
Alhambra, el Salón de Embajadores, antiguo salón del trono. Esta sala se
encuentra cobijada dentro la Torre de Comares, que con sus 45 m. de altura es
la mayor de toda la fortaleza. Para llegar a ella, y tras atravesar el pórtico
encontramos, en primer lugar, la sala de la Barca, con hermoso techo de madera,
copia del original que ardió en un incendio en el siglo XIX; como nota curiosa
decir que, tras la puerta que se abre en la parte izquierda de esta sala se
encuentra la letrina del palacio, no visitable. Saliendo de la sala de la
Barca, en el espacio entre ésta y el Salón de Embajadores, podemos ver, a la
derecha, un pequeño oratorio, probablemente reservado para el Sultán.
Llegamos ya al Salón de Embajadores, envuelto en una
relajante penumbra. La iluminación nos llega de las ventanas presentes en los
camarines que se abren en las paredes, tres por cada muro. En la central,
frente a la puerta, era donde se situaba el trono y es la más ricamente
decorada. A mayor altura una serie de ventanitas caladas iluminan el bello
techo de madera, que representa los siete cielos del cosmos islámico que
recorre el alma del creyente hasta encontrar a Allah.
Esta es la sala más majestuosa de palacio, donde se
encontraba el trono y se realizaban las recepciones oficiales.
La sala comunica con la Sala de la Barca por un doble arco.
Es una sala cuadrada, de 11,30 de lado por 18,20 de altura, que tuvo suelo de
mármol, aunque hoy día es de losetas de barro, en el que se observa en el
centro el escudo de los Alamares, realizado en azulejos en el siglo XVI. Las
demás paredes de la sala presentan cada una tres arcos que dan a tres camarines
abiertos en el espeso muro de 2,5 metros de grosor, con balcones gemelos y
ventanas encima.
Podemos observar que el salón se haya repleto de
inscripciones decorativas: tacas, nichos, arcos, paredes, camarines, etc. se
hayan repletos de poemas, alabanzas a Dios, al emir, el lema de los nazaríes o
textos del Corán, como el que encontramos en la cámara central, la del trono,
situado en el alfiz de su arco, que según la traducción de Echevarría reza así:
«Ayúdeme Dios apedreador del demonio.
En el nombre de Dios que es misericordioso y tiene
misericordia.
Ser, Dios, con nuestro Señor Mahoma y su generación,
compañia y salvación.
Y di: Mi ayuda de la ira de Dios y de todo el demonio que
permite rompimiento del infierno;
y me libre del mal del envidioso cuando se dispone a
envidiar.
Y no es viva otra divinidad que la de Dios a quien alabar
eternamente.
La loa al Dios de los siglos.»
La cámara central, es la de mayor riqueza en cuanto a su
decoración. Junto a la inscripción anterior del alfiz, encontramos un artesonado
de lazo que cubre el interior de la cámara, que está rodeada por un zócalos de
alicatados, adornados con yeserías.
La sala está rodeada por un zócalo de piezas vidriadas
formando figuras geométricas, sobre el que podemos admirar una bellísima
decoración de atauriques recubriendo la pared, combinando elementos geométricos
y vegetales con gran armonía, rematada por una cornisa de mocárabes pintados.
Según Fernández-Puertas, el techo se presenta como la representación de los
Siete Cielos del Paraíso Islámico, con el trono de Dios situado en el octavo
cielo, representado por el cubo central de mocárabes, y los cuatro árboles de
la vida situados en las diagonales. La cúpula es una obra maestra de
carpintería. Está compuesta por paños de madera de cedro cubiertos de lacería,
con un gran cubo de mocárabes en el centro, salpicado de multitud de estrellas,
pintado de tal manera que parecen nácar, plata y marfil.
Esta distribución no sólo proporcionaba una atmósfera fresca
al estar la mayor parte del espacio en penumbra, sino que además la luz llegaba
que del exterior producían efectos de intensa ilumniación que se concentraban
en el trono