El Realejo ha sido siempre y continua siendo un barrio
de gran sincretismo, tanto cultural (histórico, monumentos, tradiciones como la
Semana Santa o el Día de la Cruz) como religioso (coexistieron durante un
tiempo en armonía judíos, musulmanes y cristianos). Como uno de los barrios
históricos de Granada aúna excepcionalmente lo antiguo y lo moderno,
conservando singularidades únicas como sus carmenes, cobertizos o lavaderos y
acequias, o sus típicas costumbres gracias al dinamismo de personajes muy
pintorescos. Además, sigue manteniendo su tradicional papel como mirador de
toda la ciudad y como lugar de reunión para los habitantes de la capital y los
que la visitan, en el que se puede pasear tranquilamente, conversar en sus
numerosas terrazas y bares degustando las típicas tapas, o salir por la noche
para tomar una copa.
El Realejo es el
arrabal judío de un antiguo barrio musulmán, en el que ya no quedan ni siquiera
los restos de las murallas ni de las Puertas tan famosas como eran las de:
Fajarín, Neched, Alfareros y de los Molinos, debido a una remodelación y al
crecimiento del barrio, ya no queda nada. Sólo en la parte alta, el entresijo
de callecitas recuerdan los barrios árabes. Todos estos barrios están situados
en colinas y construidos en las laderas de la colina. El centro neurálgico del
barrio es el Campo del Príncipe
A través de los
años, el Barrio Realejo era un importante barrio judío que los árabes llamaron
Garnata al-Yahud (Granada de los Judíos) al llegar a Granada en el siglo VIII.
Durante los años del reinado árabe, todos vivieron juntos de forma más o menos
pacífica pero después de la conquista cristiana por los Reyes Católicos, se
expulsaron a los judíos, se destruyó el barrio judío y lo renombraron El
Realejo.
Una de las plazas
más importantes en el Realejo es el Campo de Príncipe que se sitúa sobre el
antiguo cementerio musulmán. La plaza se construyó en 1497 para celebrar la
boda de Juan el hijo de Isabel y Fernando después de casarse en Cantabria. El
foco de Campo de Príncipe es la estatua en jaspe y alabastro de Cristo de los
Favores. La pagaron los residentes del Realejo Alto y se instaló en 1640. Entre
1679 y 1682, toda la provincia de Granada era destrozado por la Peste Bubónica.
Afortunadamente, el Realejo era el barrio menos afectado y la gente creía que
eso se debía al hecho de rezar ante la estatua. Tal era la devoción de la
estatua que el Arzobispo Fray Bernardo de los Ríos Guzmán declaró que a
cualquier persona rezando al Cristo de los Favores el Padrenuestro y un Ave
María le cederían 40 días de perdón. Hoy en día, cada Viernes Santo se congrega
una multitud de personas alrededor de la estatua a las 15:00 para pedir tres
deseos.
Vamos a empezar el
recorrido en la Plaza del Padre Suarez,
en ella se sitúa el Palacio del Marqués
de Villa Alegre, construcción perteneciente a una de las sucesiones que
proceden del caballero Ponce Porcel de Peralta con Francisca de Viedma y de
Lezama. Proyectada por el arquitecto Juan Pugnaire en 1557 en estilo neoclásico
y neo renacentista, hoy en día lo ocupa el Colegio regentado por las Madres
Mercenarias.
En el nº 2 de la
Plaza se encuentra la Casa Museo de los
Tiros.
Fue construida en el siglo XVI a similitud de los palacios
granadinos de la época y adquirida por Gil Vázquez de Rengifo, comendador de
Montiel y uno de los caballeros que participaron en la Conquista de Granada
junto a los Reyes Católicos. La casa formó parte de la muralla del barrio de los
Alfareros, de ahí su aspecto de fortaleza militar. Del edificio original sólo
se conserva el Torreón, en torno al cual se ha ido construyendo posteriormente.
Los primeros
propietarios de la casa fueron los Granada Venegas, linaje que comienza con
Pedro de Granada (Cidi Yahya) noble descendiente de Yusuf IV e hijo del infante
del Almería y Alcaide de Baza, se reconvirtió al cristianismo. Se casó con su
prima Cetti Meriem, que cambió su nombre por el de María Venegas una vez
reconvertida junto a su marido, comenzando con esta unión el linaje de los
Granada-Venegas.
La casa ha
pertenecido hasta 1921 a los Marqueses de Campotejar, título que le fue
otorgado a la familia Granada Venegas en reconocimiento a los servicios
prestados a la corona que tras un largo pleito mantenido con ellos (desde el
siglo XVIII al XX), pasó a manos del Estado.
La fachada de la
torre, pues tal es la forma del edificio, de sillería y decorada por cinco
esculturas sobre consolas, que representan a Hércules, Teseo, Mercurio, Jasón y
Héctor. Los héroes están representados en actitud de disposición a entrar en
batalla en cualquier momento. Tienen los pies separados para alcanzar mayor
estabilidad, los hombros enderezados y la vista enfocada fijamente a la
lejanía. Las figuras son en tamaño natural y dado que la fachada del estrecho
edificio de tres pisos carece de otros elementos decorativos, su virilidad y
belicosidad causan una gran impresión. En la fachada se abre una gran puerta
adintelada del siglo XVII y sobre ésta hay tallada una espada que perfora un
corazón. Se puede leer el siguiente lema: "El (corazón) manda".
El museo fue
creciendo con obras como dibujos, grabados, litografías, fotografías, planos,
piezas de artesanía local como barros, faroles, tejidos, fondos bibliográficos
de temática granadina, de viajes, publicaciones seriadas, folletos, carteles o
periódicos, donados por particulares que conforman los fondos de este museo.
A la izquierda se sitúa
la Casa del Padre Suárez.
Es una
construcción de la primera mitad del siglo XVI levantada sobre otra vivienda
anterior que perteneció a Diego de la Cueva, conquistador de Guadix. Con
posterioridad pasó a ser propiedad de Cidi Yahia, después de Pedro de Granada
Venegas y en 1510 de Alonso Suárez de Toledo, quien vino al servicio de los
Reyes Católicos como su mayordomo cuando el ejército castellano tomó Granada.
Su hijo fue Gaspar Suárez de Toledo, oidor de la Chancillería y padre a su vez
del famoso filósofo jesuita P. Francisco Suárez de Toledo Vázquez de Utiel y
González de la Torre, conocido por el sobrenombre de “Doctor Eximio” y a quien
debe su actual denominación. En el siglo XVIII pasó a sus sobrinos, los
vizcondes de Rías, y luego al marqués de Corvera, actual poseedor de dicho
título y emparentado con la misma familia Suárez de Toledo (al igual que los
apellidados Afán de Ribera) y quien acabó vendiéndola en el siglo XIX,
instalando en ella entonces una fábrica de sombreros. Después perteneció al
notario Felipe Campos de los Reyes, y por último y desde 1954 al Ministerio de
Educación. A partir de 1966 albergó los archivos de la Real Chancillería de
Granada y el Histórico Provincial, función que aún hoy desempeña y para la cual
se remodeló su interior puesto que debía acoger más de nueve kilómetros de
estantes con antiquísimos legajos, que actualmente están gestionados por el
Ministerio y la Consejería andaluza de Cultura.
En la calle Pavaneras se alza el Palacio de los Marqueses de Casablanca,
casa señorial que al parecer fue edificada sobre una mezquita árabe anterior y
de nombre desconocido. Su nueva construcción en estilo mudéjar fue promovida a
principios del siglo XVI por Luis Maza de Lizana, hidalgo emparentado también
con los Granada Rengifo, antepasado del título que le da nombre ahora (con el
apellido Torres Ponce de León, aunque la distinción familiar se otorgó el 9 de
Noviembre de 1712 a Luis Maza de Mendoza y Montalvo), y cuyo escudo timbrado
por una celada con lambrequines y plumas figura en la fachada sobre una cruz de
Calatrava. Entre algunos de sus notables moradores hay que recordar al obispo
de Tortosa Justino Antolínez y al entonces famoso sacerdote Francisco de
Velasco, llamado el Cura Santo y muerto aquí en “olor de santidad”.
Su frontispicio
actual sólo conserva de su primitiva época de construcción una ventana original
enrejada y decorada con yesería plateresca (cabezas de guerreros y de mujeres,
“candelieri” y floreros), y otro escudo cuartelado y timbrado de un casco que
remata un penacho de plumas y cintas (de linaje desconocido, hoy se encuentra
situado en el lateral de la vivienda abierto a la cercana calle Cocheras de San
Cecilio), decoración que al parecer es posterior al Quinientos y al resto de la
casa.
Tal escasez de
elementos originarios se debe a las tres importantes restauraciones que
experimentó este inmueble tras los incendios que sufrió en 1910.
Justo al lado del
Palacio subiremos por la Cuesta Pañera para ascender por la Cuesta de Mauror, donde nos encontramos
con el Carmen del Mauror, destaca
por su abundante agua ya que a lo largo de sus extensas tapias hay embutidos
dos pequeños pilares públicos de piedra con un surtidor de agua.
Continuamos por la
Placeta del Berrocal y continuamos
hacía la calle Cruz de Piedra en la
cual giraremos hacia la izquierda hacia la calle
Torres Bermejas. Aquí nos encontraremos las Torres Bermejas. El castillo de Torres Bermejas o del Mauror es de
la etapa nazarí, pero en sus orígenes, de los que no tenemos restos
arqueológicos, sería el más antiguo de Granada ya que se situó en esta alta
colina que domina toda la zona que habitaron los judíos a comienzos del imperio
Romano (s. I-II d.C. aproximadamente), emigrados desde Oriente y que se
establecieron en lo que actualmente es la Antequeruela y Realejo. Actualmente
subsisten tres torres de argamasa, con puerta abierta entre dos de ellas, con
un baluarte en su parte que mira hacia el Albaicín, y un aljibe bajo el mismo.
Las tres torres son de diferente tamaño, siendo la mayor la del centro, con
tres plantas.
Originalmente,
formaban parte de un castillo, "Hizn Mawror", que estaba situado en
la cerca oriental de la ciudad nueva, junto al barrio del mismo nombre. Con la
ampliación de la ciudad hacia el Este, en época almorávide, quedó dentro del
recinto. Se construyó en una época tan temprana como el siglo IX, aunque sufrió
sucesivas remodelaciones en época nazarí, y en los siglos XVI y XX.
En la etapa
musulmana era la Judería o Aljama, diseminada, que daba nombre a Granada, la
Garnata al-Yahud, la Granada de los Judios. Así pues el castillo del Mauror
servía tanto para su defensa como para su vigilancia y control.
Tiene unas vistas
impresionantes a la Alhambra con la Torre de la Vela en primer plano.
Una vez
después de contemplarlo, continuamos nuestro paseo por el Callejón de Niño Royo. En mitad del callejón se encuentra el Carmen de Rodríguez Acosta.
José María
Rodríguez Acosta (1878-1941) fue un pintor granadino que vivió al margen del
mundo artístico y consagrado únicamente a su propia obra, ya que su patrimonio
familiar le permitía esos lujos. La casa donde está situada la Fundación Rodríguez
Acosta es un compendio de estilos y fue decorada con los objetos que trajo de
una parte y otra del mundo, de ahí su exótico aspecto. Se constituyó en Granada
en 1941, tras la muerte del pintor José María Rodríguez Acosta, y está ubicada
en el Carmen que él mismo había hecho construir en el siglo pasado. En él se
creó el Instituto Gómez Moreno, en 1973, con el fin de acoger y difundir el
legado de Manuel Gómez-Moreno Martínez. Dicho legado se compone de una rica
colección de obras de arte histórico y objetos arqueológicos: frescos de
Palomino, las tallas del Bautista y pinturas de Bocanegra, esculturas, dibujos,
esmaltes, cerámicas, vidrios, exvotos ibéricos, vasos griegos, y de una
biblioteca y un archivo especializados que conservan los materiales y los
resultados de su extraordinaria labor intelectual. La parte principal de sus
instalaciones está destinada a museo y a salas de consulta para investigadores.
La Fundación tiene como cometido primordial el favorecer todo género de
investigaciones científicas y potenciar e incentivar la cultura.
Tras pasar por el
Carmen y a muy pocos metros se alza el Hotel
Alhambra Palace. El 1 de enero de 1.910, S.M. El Rey D. Alfonso XIII
inaugura el Hotel Alhambra Palace. Obra del Duque de San Pedro de Galatino,
aristócrata, político, empresario, y sobre todo gran visionario de su época,
hace realidad uno de sus mejores sueños. 18.000 turistas visitaban ya por
entonces La Alhambra, y esta obra supone el complemento perfecto para el
incipiente turismo romántico de la época. Enclavado en pleno recinto del
romántico monumento y dominando la ciudad de Granada, conserva intacto el
embrujo, la magia y la opulencia de su glorioso pasado. Hotel de Lujo y Casino
de 1.910 a 1.936, Hospital de Sangre durante la Guerra Civil, y referente
internacional del turismo de lujo desde 1.942. Ha sido además la principal
embajada en Granada de grandes personalidades del mundo del arte, la cultura,
la política y la nobleza del mundo entero, según queda reflejado en su Libro de
Oro.
El Dalai Lama, el
Príncipe Carlos, Adolfo Suárez, Severo Ochoa, Charles de Gaulle, García Lorca,
Sara Montiel, Anthony Queen, Vivien Leigh, Mariah Carey, Brad Pitt, la
Selección Española de Fútbol, Andrea Casiraghi... El segundo hotel más antiguo
de España, modernizado y adaptado a los tiempos actuales, ha visto pasar por
sus salas y habitaciones a poetas, músicos, políticos, actores y demás
personajes ilustres a lo largo de sus 101 años de historia. Glorias pasadas,
líderes de opinión actuales, jefes de Estado, Casas Reales, todos tienen en
común haber vivido, durante unos días, en el Hotel Alhambra Palace.
Desde miembros de
Familias Reales como la española, desde Alfonso XIII hasta don Juan Carlos I y
la Reina Sofía, pasando por el Príncipe de Asturias, el Rey Aga Khan de la
India, el Príncipe de Qatar y actual dueño del Málaga C.F., Al-Thani, el
Príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra, el Rey Fayd de Arabia Saudí, el Rey
Carlos Gustavo XVI y la Reina de Suecia, Jaime de Marichalar, el hijo de
Carolina de Mónaco, Andrea Casiraghi... han elegido el Hotel Alhambra Palace.
Desde la puerta
del hotel iremos hacia arriba a la derecha por la calle Antequeruela Alta, y aquí se encuentra el Centro Manuel de Falla.
El Auditorio Manuel
de Falla de Granada es la sede de la Orquesta Ciudad de Granada, y del Centro
Cultural y Archivo Musical Manuel de Falla. Fue inaugurado en 1978 con un
concierto de la Orquesta Nacional de España, bajo la dirección del maestro
Antoni Ros-Marbà, que tuvo lugar el día 10 de junio. El auditorio, diseñado por
el arquitecto José María García de Paredes, está ubicado en las proximidades de
los jardines de la Alhambra. El edificio está formado por dos grandes salas, de
excelente acústica, situadas a ambos lados del escenario (sobre el que se
emplaza el gran órgano del Auditorio Manuel de Falla); una cafetería y salas de
exposición permanente de obras de arte. El acceso al edificio tiene lugar a
través de un amplio jardín.
Una vez fuera del
recinto subiremos por la calle Campo de
los Mártires hasta el final en el cual se encuentra el Carmen de los Mártires.
Llamado por los árabes "campo de
Ahabul", el Carmen de los Mártires fue el lugar desde donde Boabdil partió
para hacer entrega de su amada ciudad a los cristianos. Isabel la Católica
construyó una ermita en el lugar como recuerdo de ese día. Más tarde se levantó
un convento y, sobre sus ruinas, un palacete. En su entorno, un jardín.
Construcciones y
espacios verdes que encierran los avatares de un lugar con varios siglos de
historia, donde el jardín que lo rodea y lo embellece llega a nuestros días con
una extensa mezcla de acontecimientos incrustados en su trazado. Trozos de
historia, esplendor y ruina, un caos ordenado. Jardín, huerto, isla, lago,
patio, un jardín de jardines.
El Carmen de los Mártires
se encuentra ubicado en la colina de la Alhambra. Un magnífico palacete,
jardines románticos y huertos nazarís sobre la ciudad de Granada.
En el siglo XI se
produce una expansión y desarrollo urbanístico que se extiende por el barrio de
los Alfareros, con su famosa alameda de Muamil que en dirección a la Vega
puebla con huertos y jardines el Campo de Ahabaul, al que los cristianos
llamaban Corral de los cautivos y más tarde Campo de los Mártires, zona de
maniobras militares y justas medievales, sembrada de silos y mazmorras, como
describe Jerónimo Münzer en 1494.
Boabdil partió de
este lugar para entregar las llaves de la ciudad. La reina Isabel la Católica
erigió una ermita para rememorar este acontecimiento. En 1573 se erige el
convento de los Carmelitas, del que fue prior San Juan de la Cruz, que además
de escribir varios libros durante su presencia en el convento, plantó árboles y
dedicó parte de su tiempo al cuidado del huerto y los jardines monacales de lo
que, más tarde, serían Los Mártires. La figura del místico está relacionada con
un árbol a cuya sombra se sentaba a escribir, este árbol se creía que era un
cedro del Líbano, aunque en realidad se trata de un ciprés que puede ser
visitado siguiendo el camino que discurre tras el huerto monacal. Tras ser
destruido el convento, la propiedad pasa por diferentes manos hasta que lo
compra el general Carlos Calderón, que fue quien edificó el actual palacete.
El máximo esplendor,
sin embargo, llegó de la mano de Huberto Meersmans, que lo adquirió en 1891.
Según algunos cronistas "el estanque se convirtió en lago romántico con
una isla en el centro, cargada de evocadoras ruinas y airosos intercolumnios.
En la huerta conventual surgieron espléndidas avenidas con detalles
escultóricos de estilo versallesco, laberintos de perfumado mirto y jardines
andaluces con fuentes moriscas, hirvientes cascadas y grutas ocultas. Existía
un espeso bosque en cuyas umbrías pastaban ciervos en libertad.
En 1930 la
propiedad es adquirida por el Duque del Infantado del que cuentan las crónicas
que "embelleció casa y jardines, dedicando a cascadas y lagos los
vestigios de su pasión hidráulica". Cristina de Arteaga escribe que
"dolido de que no quedara en el Carmen memoria alguna de Felipe II, el
monarca que dio a los Carmelitas el agua capaz de transformar el desierto en
oasis le dedicó una gran fuente, que llevaría su nombre, entre las embrujadas
sombras de un sinfín de palmeras fundidas en una sola masa", el actual
jardín de las palmeras.
En los años 70 y
después de pasar de manos privadas a públicas, una operación inmobiliaria
destruyó gran parte de la propiedad bajo la pretensión de construir un hotel.
La presión social impidió que el proyecto siguiese adelante, aunque no se pudo
evitar gran parte de la destrucción. El bosque desapareció casi por completo,
decenas de árboles centenarios y el laberinto romántico que lo atravesaba
desaparecieron, así como ejemplares de plátanos, castaños de indias, cedros,
madroños y una encina cuya plantación se atribuía a Santa Teresa de Jesús.
Volvemos sobre
nuestros pasos y bajaremos por la calle
Antequeruela Baja y giramos hacia la derecha por la calle Parra de San Cecilio, al final de esta calle se alza la Iglesia de San Cecilio.
Dice la
tradición que, durante la dominación musulmana existió en éste lugar un templo
en el que los cristianos sometidos celebraban sus cultos, en recuerdo de lo
cual a un conserva ésta parroquia el privilegio de tocar una campana el jueves santo
para llamar a los fieles. Construida en 1501, la iglesia debió asentarse,
primeramente, en la mezquita de la calle Antequeruela, que parece estaba más
arriba de donde está ahora y fue derribada en 1540 a poco de terminarse el
nuevo templo, comenzado hacia 1528 y ultimado en 1534 por el albañil Pedro Ríos
y el carpintero Juan del Castillo sobre un solar de una antigua sinagoga que
tuvieron los judíos en la Granada Nazarí, aunque hay quien apunta que éste
terreno había sido ocupado por un oratorio cristiano permitido por los
soberanos de la Alhambra.
Su portada, obra
de Juan de Marquina (1533), es plateresca y ostenta la imagen del santo
titular, obra de Nicolás de León. También aparece el escudo del arzobispo Don
Gaspar de Ávalos.
El interior consta
de una sola nave, atravesada por cinco arcos orgivales apoyados en columnas con
capiteles góticos cubierta con simple techumbre de madera y diez capillas a los
lados con arcos de igual forma.
Las obras de
escultura conservadas en ésta iglesia merecen citarse un cristo atado a la
columna, de mediados del siglo XVI del tipo de los de Rojas; la virgen de belén
sentada y en actitud de vestir al niño, hecha por Alonso de Mena para el
desaparecido convento de mercedarios en la calle Belén, del que procede una
Nuestra Señora de la Paz, labrada en 1709; un pequeño San Pedro Alcántara, de
José de Mora; y la estatua de vestir de San Cecilio de Francisco Morales.
También se encontraba en ésta iglesia un crucificado del tipo de Rojas del
Siglo XVII y un pequeño San Roque, del círculo artístico de Pablo de Rojas,
actualmente en la catedral.
En el año 1969,
víspera de Navidad, ésta Iglesia sufrió un incendio por lo que se perdieron
numerosas obras de arte y tuvo que restaurarse, así como pintarse la Torre, de
una manera desafortunada. Entre las
obras perdidas se encuentran cuatro tablas con pasajes de la vida de San Cecilio,
de Pedro de Raxis y que procedían del destruido retablo que, de 1602 a 1604,
hizo para ésta Iglesia en unión de Miguel Cano, el citado pintor y que terminó
Juan García Corrales habiendo desaparecido anterior al incendio, la tabla del
calvario, del mismo pintor Raxis, transformándose en un San Emigdio, la imagen
del titular; un cuadro del Cristo de la Columna firmado por José Risueño y los
fragmentos de lienzos de gran tamaño, con santos de la orden Carmelita,
procedente del convento de los Mártires, de Francisco Gómez de Valencia (1683).
Las cajoneras de la Sacristía, hoy en Madrid, las talló Esteban Sánchez. A ésta
Parroquia se agregó, al ser suprimida, la de Santa María de la Alhambra. El
púlpito lo hizo en 1685 Diego López.
Ésta Iglesia era
frecuentada por Don Manuel de Falla. Aún hay vecinos que recuerdan al maestro,
siempre delicado de salud, bajando por la cuesta para escuchar misa en San
Cecilio.
Siguiendo nuestro
camino hacia abajo nos dirigimos directamente al Campo del Príncipe. Auténtico corazón del lugar y plaza construida
sobre el solar de un antiguo cementerio musulmán, que recibió este nombre
porque el Ayuntamiento mandó explanar el lugar en 1497 para que se celebraran
en él las bodas del príncipe Juan. Cada Viernes Santo a las tres de la tarde
miles de granadinos se reúnen en torno al Cristo de los Favores para pedir tres
gracias en medio de un espectacular silencio, siguiendo una tradición que se
remonta al siglo XVIII. La tradición atribuye el nombre al hecho de haber
muerto en el lugar, al caer del caballo, un príncipe cristiano, o haberse
depositado en una de las huertas cercanas el cadáver de un príncipe árabe. Aquí
también se ha dicho que fue expuesto el de Muley Hacén, traído en acémila, por
orden del Zagal a testimoniar su muerte. En 1513 se hace una plaza para la
celebración de "fiestas de justas y cañas de lo cual esta ciudad tiene
mucha necesidad". En 1518 se festejan las bodas de la duquesa de Sesa,
hija del Gran Capitán. En los siglos XVII y XVIII será centro y escenario de
alborotos populares promovidos por los oficiales sederos pidiendo y
consiguiendo en marzo de 1648 la destitución del Corregidor.
Gracias a su
ubicación podemos gozar de una espléndida vista de los barrios de la
Antequeruela y Mauror y parte del otrora llamado Balcón del Paraíso (los
Mártires). Más arriba se contempla la Iglesia de San Cecilio, a donde llegaban
en otros tiempos las alamedas y el Hospital Militar. En la actualidad los
atardeceres y las noches son bulliciosas y animadas ambiente propiciado por los
numerosos bares que lo vivifican.
En uno de sus
accesos se coloca un pilar de dos caños y en un lateral una fuente, tiene
pavimentados numerosos espacios con el típico empedrado granadino. En un lugar
abierto y destacado se eleva una bella cruz de piedra con la efigie de Cristo ,
que la piedad popular levantó en 1640 en el Realejo Alto y 42 años después fue
trasladada aquí: El Cristo de los Favores , el cual es protagonista de varios
actos religiosos durante la Semana Santa granadina.
Bajamos por la calle Mondújar y Jarrete hasta la calle Santiago, donde se encuentra el Convento de las Comendadoras de Santiago.
Fundado en los primeros años del siglo XVI por orden de la reina Isabel la
Católica. Su pequeño patio sirve, cada año, para que la cofradía de la Oración
en el Huerto monte los pasos en los que realizarán los titulares la estación de
penitencia. En la iglesia del convento, la cual fue muy reformada en el siglo
XVIII, se conservan bellas obras entre ellas los titulares de la cofradía, el
Señor de la Oración y María Santísima de la Amargura. Los tres apóstoles que
acompañan al Señor en Semana Santa, son guardados en unas dependencias del
convento. Es por ello que no ha de perderse, cada Lunes Santo, el disfrutar de
esas tres magníficas obras de la imaginería del siglo XX.
Seguimos por la
misma calle y llegamos hasta la Iglesia
Convento de las Dominicas.
Pasamos por la Portería de Santo Domingo hasta llegar a la plaza de Santo Domingo y aquí se alza la Iglesia de Santo Domingo.
La Iglesia de Santo Domingo de Granada
presenta varios estilos: barroco, gótico tardío y renacentista. Forma parte del
Monasterio de Santa Cruz la Real y comenzó a construirse en 1512, conforme al
gusto ojival, al que corresponden sus arcos y bodegas, si bien, el resto de su
fábrica y su decoración son románicas. Interrumpida la construcción cuando se
hallaba terminado el cuerpo de la Iglesia, se reanudó en 1532, construyéndose
años más tarde, sin que sepamos quien fuera su tracista ni el director de la
obra. Precede la entrada de la Iglesia de Santo Domingo, un pórtico de piedra
con tres arcos de medio punto sobre columnas dóricas y en sus enjutas campean
las iniciales de los Reyes Católicos, el escudo de éstos, el del Emperador, y
el lema "Tanto monta" en el centro. Por encima del pórtico se abre
una ventana de dos arcos, separados por una columnilla, inscritos en otro
profusamente decorado, en cuyas enjutas aparecen Victorias esculpidas. Aquí,
tenía su sede el Tribunal de la Santa Inquisición y se enterraba a las familias
nobles de la ciudad.
Continuamos por la
calle Carnicería hasta confluir en la
calle Santa Escolástica hasta llegar
a la calle Pavaneras y al final de
esta, se encuentra la Capitanía General.
La Capitanía de Granada fue creada tras la conquista completa del reino nazarí
de Granada en 1492, siendo la primera de su índole creada en la Corona de
Castilla. Su principal cometido era la defensa costera del reino, amenazado
desde África, y el control sobre la población mudéjar, llamada morisca a partir
de 1502. Recayó como cargo vitalicio y hereditario en los marqueses de
Mondéjar, alcaides de la Alhambra, y su sede se instaló en dicha fortaleza.
Aunque la Casa de
Mondéjar apenas tenía señoríos en el reino de Granada (que se limitaban a
Agrón), la Capitanía General permitió a la casa nobiliaria tejer una fuerte red
clientelar y de patronazgo en dicho territorio. A ello debió contribuir
notablemente su parentesco con la Casa del Cenete y con la Casa del Infantado,
las tres del linaje de los Mendoza. Tanto el duque del Infantado como el
marqués del Cenete, posteriormente unidos en la misma persona, sí que tenían un
abundante número de señoríos jurisdiccionales en el reino. Sin embargo los
enfrentamientos jurisdiccionales entre el Capitán General y el señor feudal más
poderoso del reino de Granada, el marqués de los Vélez, Capitán General del
Reino de Murcia, fueron constantes. Asimismo fueron frecuentes en este periodo los
conflictos y disputas entre la Capitanía, la Chancillería de Granada y los
concejos municipales. El funcionamiento de la Capitanía General como tribunal
militar y la subsiguiente utilización del fuero militar, sirvió en ocasiones
para eludir la justicia ordinaria.
La Capitanía
General de Granada estuvo durante tres generaciones en manos de los marqueses
de Mondejár, hasta que el III marqués fue privado de dicho cargo por mandato
real en 1570, en castigo por su actuación al frente del ejército durante la
Rebelión de las Alpujarras. Durante este periodo la Capitanía General de
Granada fue un órgano con atribuciones militares, gubernativas y políticas, que
sin embargo fue devaluado desde el punto de vista político por decisión real en
1574, cuando pasó a denominarse Capitanía General de la Costa y fue relegada a
una función estrictamente militar.
Y justamente
enfrente, el Convento de las Carmelitas
Descalzas.
Fue adquirido en 1584 trasladándose las monjas el 8 de noviembre
y fundado bajo la advocación de San José. Su primera priora fue Sor Ana de
Jesús, coadjutora de Santa Teresa
Su primer dueño
del que tenemos noticias es Gonzalo Fernández de Córdoba, pasando su propiedad,
al correr el siglo, a su sobrino-nieto Luis Fernández de Córdoba quien los
vendió a la orden por cuatro mil cuatrocientos ducados. Estas casas, antiguo
palacio árabe fue parte del botín de guerra, viviendo en ella los últimos días
de vida y falleciendo en 1515; existe la tradición de que el lugar donde
muriera este insigne militar es lo que hoy se conoce como Coro Bajo.
Mientras que se
realizan las adaptaciones necesarias, las monjas habitan solo la parte alta,
modificaciones que culminan en 1629; la obra no era de calidad lo que dio lugar
a una amplia remodelación en el siglo XVIII.
En sus
comienzos son asistidas espiritualmente,
y a veces materialmente, por San Juan de la cruz, prior del Convento de los
Mártires. De él se conserva en la casa importantes reliquias como el cáliz con
el que celebraba, un báculo, una falange y un trozo de carne de la palma de la
mano así como escritos. También se conservan obras de Santa Teresa como una
copia de sus “Exaltaciones”, sacadas de los originales que fueron destruidos.
La capilla, con
portadas manieristas y tallas de Alonso de Mena, es de aceptables proporciones,
estando documentado que su primera piedra de puso el 21 de Agosto de 1618.
Preside su altar
mayor un crucificado de la escuela de Pablo de Rojas; también cuenta con un San
José del mismo autor, un niño pastor del tipo de Risueño, un San Juan
Nepomuceno de Manuel González y una variada colección de retablos. En cuanto a
la pintura debemos destacar la colección que, sobre la vida de Santa teresa,
pintó, en la década de los cuarenta del siglo XVII Luis Bonifacio Tovar.
En el año 2000 se
fusiona con la comunidad procedente de Zafra (Badajoz).
Y aquí termina
nuestro paseo por el Realejo. Espero que os guste y disfrutéis.
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