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sábado, 3 de mayo de 2014

Un Paseo por El Realejo

El Realejo  ha sido siempre y continua siendo un barrio de gran sincretismo, tanto cultural (histórico, monumentos, tradiciones como la Semana Santa o el Día de la Cruz) como religioso (coexistieron durante un tiempo en armonía judíos, musulmanes y cristianos). Como uno de los barrios históricos de Granada aúna excepcionalmente lo antiguo y lo moderno, conservando singularidades únicas como sus carmenes, cobertizos o lavaderos y acequias, o sus típicas costumbres gracias al dinamismo de personajes muy pintorescos. Además, sigue manteniendo su tradicional papel como mirador de toda la ciudad y como lugar de reunión para los habitantes de la capital y los que la visitan, en el que se puede pasear tranquilamente, conversar en sus numerosas terrazas y bares degustando las típicas tapas, o salir por la noche para tomar una copa.
El Realejo es el arrabal judío de un antiguo barrio musulmán, en el que ya no quedan ni siquiera los restos de las murallas ni de las Puertas tan famosas como eran las de: Fajarín, Neched, Alfareros y de los Molinos, debido a una remodelación y al crecimiento del barrio, ya no queda nada. Sólo en la parte alta, el entresijo de callecitas recuerdan los barrios árabes. Todos estos barrios están situados en colinas y construidos en las laderas de la colina. El centro neurálgico del barrio es el Campo del Príncipe
A través de los años, el Barrio Realejo era un importante barrio judío que los árabes llamaron Garnata al-Yahud (Granada de los Judíos) al llegar a Granada en el siglo VIII. Durante los años del reinado árabe, todos vivieron juntos de forma más o menos pacífica pero después de la conquista cristiana por los Reyes Católicos, se expulsaron a los judíos, se destruyó el barrio judío y lo renombraron El Realejo.
Una de las plazas más importantes en el Realejo es el Campo de Príncipe que se sitúa sobre el antiguo cementerio musulmán. La plaza se construyó en 1497 para celebrar la boda de Juan el hijo de Isabel y Fernando después de casarse en Cantabria. El foco de Campo de Príncipe es la estatua en jaspe y alabastro de Cristo de los Favores. La pagaron los residentes del Realejo Alto y se instaló en 1640. Entre 1679 y 1682, toda la provincia de Granada era destrozado por la Peste Bubónica. Afortunadamente, el Realejo era el barrio menos afectado y la gente creía que eso se debía al hecho de rezar ante la estatua. Tal era la devoción de la estatua que el Arzobispo Fray Bernardo de los Ríos Guzmán declaró que a cualquier persona rezando al Cristo de los Favores el Padrenuestro y un Ave María le cederían 40 días de perdón. Hoy en día, cada Viernes Santo se congrega una multitud de personas alrededor de la estatua a las 15:00 para pedir tres deseos.


Vamos a empezar el recorrido en la Plaza del Padre Suarez, en ella se sitúa el Palacio del Marqués de Villa Alegre, construcción perteneciente a una de las sucesiones que proceden del caballero Ponce Porcel de Peralta con Francisca de Viedma y de Lezama. Proyectada por el arquitecto Juan Pugnaire en 1557 en estilo neoclásico y neo renacentista, hoy en día lo ocupa el Colegio regentado por las Madres Mercenarias.


En el nº 2 de la Plaza se encuentra la Casa Museo de los Tiros.
Fue construida en el siglo XVI a similitud de los palacios granadinos de la época y adquirida por Gil Vázquez de Rengifo, comendador de Montiel y uno de los caballeros que participaron en la Conquista de Granada junto a los Reyes Católicos. La casa formó parte de la muralla del barrio de los Alfareros, de ahí su aspecto de fortaleza militar. Del edificio original sólo se conserva el Torreón, en torno al cual se ha ido construyendo posteriormente.
Los primeros propietarios de la casa fueron los Granada Venegas, linaje que comienza con Pedro de Granada (Cidi Yahya) noble descendiente de Yusuf IV e hijo del infante del Almería y Alcaide de Baza, se reconvirtió al cristianismo. Se casó con su prima Cetti Meriem, que cambió su nombre por el de María Venegas una vez reconvertida junto a su marido, comenzando con esta unión el linaje de los Granada-Venegas.
La casa ha pertenecido hasta 1921 a los Marqueses de Campotejar, título que le fue otorgado a la familia Granada Venegas en reconocimiento a los servicios prestados a la corona que tras un largo pleito mantenido con ellos (desde el siglo XVIII al XX), pasó a manos del Estado.
La fachada de la torre, pues tal es la forma del edificio, de sillería y decorada por cinco esculturas sobre consolas, que representan a Hércules, Teseo, Mercurio, Jasón y Héctor. Los héroes están representados en actitud de disposición a entrar en batalla en cualquier momento. Tienen los pies separados para alcanzar mayor estabilidad, los hombros enderezados y la vista enfocada fijamente a la lejanía. Las figuras son en tamaño natural y dado que la fachada del estrecho edificio de tres pisos carece de otros elementos decorativos, su virilidad y belicosidad causan una gran impresión. En la fachada se abre una gran puerta adintelada del siglo XVII y sobre ésta hay tallada una espada que perfora un corazón. Se puede leer el siguiente lema: "El (corazón) manda".
El museo fue creciendo con obras como dibujos, grabados, litografías, fotografías, planos, piezas de artesanía local como barros, faroles, tejidos, fondos bibliográficos de temática granadina, de viajes, publicaciones seriadas, folletos, carteles o periódicos, donados por particulares que conforman los fondos de este museo.


A la izquierda se sitúa la Casa del Padre Suárez.
Es una construcción de la primera mitad del siglo XVI levantada sobre otra vivienda anterior que perteneció a Diego de la Cueva, conquistador de Guadix. Con posterioridad pasó a ser propiedad de Cidi Yahia, después de Pedro de Granada Venegas y en 1510 de Alonso Suárez de Toledo, quien vino al servicio de los Reyes Católicos como su mayordomo cuando el ejército castellano tomó Granada. Su hijo fue Gaspar Suárez de Toledo, oidor de la Chancillería y padre a su vez del famoso filósofo jesuita P. Francisco Suárez de Toledo Vázquez de Utiel y González de la Torre, conocido por el sobrenombre de “Doctor Eximio” y a quien debe su actual denominación. En el siglo XVIII pasó a sus sobrinos, los vizcondes de Rías, y luego al marqués de Corvera, actual poseedor de dicho título y emparentado con la misma familia Suárez de Toledo (al igual que los apellidados Afán de Ribera) y quien acabó vendiéndola en el siglo XIX, instalando en ella entonces una fábrica de sombreros. Después perteneció al notario Felipe Campos de los Reyes, y por último y desde 1954 al Ministerio de Educación. A partir de 1966 albergó los archivos de la Real Chancillería de Granada y el Histórico Provincial, función que aún hoy desempeña y para la cual se remodeló su interior puesto que debía acoger más de nueve kilómetros de estantes con antiquísimos legajos, que actualmente están gestionados por el Ministerio y la Consejería andaluza de Cultura.
En la calle Pavaneras se alza el Palacio de los Marqueses de Casablanca, casa señorial que al parecer fue edificada sobre una mezquita árabe anterior y de nombre desconocido. Su nueva construcción en estilo mudéjar fue promovida a principios del siglo XVI por Luis Maza de Lizana, hidalgo emparentado también con los Granada Rengifo, antepasado del título que le da nombre ahora (con el apellido Torres Ponce de León, aunque la distinción familiar se otorgó el 9 de Noviembre de 1712 a Luis Maza de Mendoza y Montalvo), y cuyo escudo timbrado por una celada con lambrequines y plumas figura en la fachada sobre una cruz de Calatrava. Entre algunos de sus notables moradores hay que recordar al obispo de Tortosa Justino Antolínez y al entonces famoso sacerdote Francisco de Velasco, llamado el Cura Santo y muerto aquí en “olor de santidad”.
Su frontispicio actual sólo conserva de su primitiva época de construcción una ventana original enrejada y decorada con yesería plateresca (cabezas de guerreros y de mujeres, “candelieri” y floreros), y otro escudo cuartelado y timbrado de un casco que remata un penacho de plumas y cintas (de linaje desconocido, hoy se encuentra situado en el lateral de la vivienda abierto a la cercana calle Cocheras de San Cecilio), decoración que al parecer es posterior al Quinientos y al resto de la casa.
Tal escasez de elementos originarios se debe a las tres importantes restauraciones que experimentó este inmueble tras los incendios que sufrió en 1910.
Justo al lado del Palacio subiremos por la Cuesta Pañera para ascender por la Cuesta de Mauror, donde nos encontramos con el Carmen del Mauror, destaca por su abundante agua ya que a lo largo de sus extensas tapias hay embutidos dos pequeños pilares públicos de piedra con un surtidor de agua.

Continuamos por la Placeta del Berrocal y continuamos hacía la calle Cruz de Piedra en la cual giraremos hacia la izquierda hacia la calle Torres Bermejas. Aquí nos encontraremos las Torres Bermejas. El castillo de Torres Bermejas o del Mauror es de la etapa nazarí, pero en sus orígenes, de los que no tenemos restos arqueológicos, sería el más antiguo de Granada ya que se situó en esta alta colina que domina toda la zona que habitaron los judíos a comienzos del imperio Romano (s. I-II d.C. aproximadamente), emigrados desde Oriente y que se establecieron en lo que actualmente es la Antequeruela y Realejo. Actualmente subsisten tres torres de argamasa, con puerta abierta entre dos de ellas, con un baluarte en su parte que mira hacia el Albaicín, y un aljibe bajo el mismo. Las tres torres son de diferente tamaño, siendo la mayor la del centro, con tres plantas.

Originalmente, formaban parte de un castillo, "Hizn Mawror", que estaba situado en la cerca oriental de la ciudad nueva, junto al barrio del mismo nombre. Con la ampliación de la ciudad hacia el Este, en época almorávide, quedó dentro del recinto. Se construyó en una época tan temprana como el siglo IX, aunque sufrió sucesivas remodelaciones en época nazarí, y en los siglos XVI y XX.
En la etapa musulmana era la Judería o Aljama, diseminada, que daba nombre a Granada, la Garnata al-Yahud, la Granada de los Judios. Así pues el castillo del Mauror servía tanto para su defensa como para su vigilancia y control.

Tiene unas vistas impresionantes a la Alhambra con la Torre de la Vela en primer plano.

Una vez después de contemplarlo, continuamos nuestro paseo por el Callejón de Niño Royo. En mitad del callejón se encuentra el Carmen de Rodríguez Acosta.
José María Rodríguez Acosta (1878-1941) fue un pintor granadino que vivió al margen del mundo artístico y consagrado únicamente a su propia obra, ya que su patrimonio familiar le permitía esos lujos. La casa donde está situada la Fundación Rodríguez Acosta es un compendio de estilos y fue decorada con los objetos que trajo de una parte y otra del mundo, de ahí su exótico aspecto. Se constituyó en Granada en 1941, tras la muerte del pintor José María Rodríguez Acosta, y está ubicada en el Carmen que él mismo había hecho construir en el siglo pasado. En él se creó el Instituto Gómez Moreno, en 1973, con el fin de acoger y difundir el legado de Manuel Gómez-Moreno Martínez. Dicho legado se compone de una rica colección de obras de arte histórico y objetos arqueológicos: frescos de Palomino, las tallas del Bautista y pinturas de Bocanegra, esculturas, dibujos, esmaltes, cerámicas, vidrios, exvotos ibéricos, vasos griegos, y de una biblioteca y un archivo especializados que conservan los materiales y los resultados de su extraordinaria labor intelectual. La parte principal de sus instalaciones está destinada a museo y a salas de consulta para investigadores. La Fundación tiene como cometido primordial el favorecer todo género de investigaciones científicas y potenciar e incentivar la cultura.
Tras pasar por el Carmen y a muy pocos metros se alza el Hotel Alhambra Palace. El 1 de enero de 1.910, S.M. El Rey D. Alfonso XIII inaugura el Hotel Alhambra Palace. Obra del Duque de San Pedro de Galatino, aristócrata, político, empresario, y sobre todo gran visionario de su época, hace realidad uno de sus mejores sueños. 18.000 turistas visitaban ya por entonces La Alhambra, y esta obra supone el complemento perfecto para el incipiente turismo romántico de la época. Enclavado en pleno recinto del romántico monumento y dominando la ciudad de Granada, conserva intacto el embrujo, la magia y la opulencia de su glorioso pasado. Hotel de Lujo y Casino de 1.910 a 1.936, Hospital de Sangre durante la Guerra Civil, y referente internacional del turismo de lujo desde 1.942. Ha sido además la principal embajada en Granada de grandes personalidades del mundo del arte, la cultura, la política y la nobleza del mundo entero, según queda reflejado en su Libro de Oro.

El Dalai Lama, el Príncipe Carlos, Adolfo Suárez, Severo Ochoa, Charles de Gaulle, García Lorca, Sara Montiel, Anthony Queen, Vivien Leigh, Mariah Carey, Brad Pitt, la Selección Española de Fútbol, Andrea Casiraghi... El segundo hotel más antiguo de España, modernizado y adaptado a los tiempos actuales, ha visto pasar por sus salas y habitaciones a poetas, músicos, políticos, actores y demás personajes ilustres a lo largo de sus 101 años de historia. Glorias pasadas, líderes de opinión actuales, jefes de Estado, Casas Reales, todos tienen en común haber vivido, durante unos días, en el Hotel Alhambra Palace.
Desde miembros de Familias Reales como la española, desde Alfonso XIII hasta don Juan Carlos I y la Reina Sofía, pasando por el Príncipe de Asturias, el Rey Aga Khan de la India, el Príncipe de Qatar y actual dueño del Málaga C.F., Al-Thani, el Príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra, el Rey Fayd de Arabia Saudí, el Rey Carlos Gustavo XVI y la Reina de Suecia, Jaime de Marichalar, el hijo de Carolina de Mónaco, Andrea Casiraghi... han elegido el Hotel Alhambra Palace.
Desde la puerta del hotel iremos hacia arriba a la derecha por la calle Antequeruela Alta, y aquí se encuentra el Centro Manuel de Falla.
El Auditorio Manuel de Falla de Granada es la sede de la Orquesta Ciudad de Granada, y del Centro Cultural y Archivo Musical Manuel de Falla. Fue inaugurado en 1978 con un concierto de la Orquesta Nacional de España, bajo la dirección del maestro Antoni Ros-Marbà, que tuvo lugar el día 10 de junio. El auditorio, diseñado por el arquitecto José María García de Paredes, está ubicado en las proximidades de los jardines de la Alhambra. El edificio está formado por dos grandes salas, de excelente acústica, situadas a ambos lados del escenario (sobre el que se emplaza el gran órgano del Auditorio Manuel de Falla); una cafetería y salas de exposición permanente de obras de arte. El acceso al edificio tiene lugar a través de un amplio jardín.
Una vez fuera del recinto subiremos por la calle Campo de los Mártires hasta el final en el cual se encuentra el Carmen de los Mártires.
Llamado por los árabes "campo de Ahabul", el Carmen de los Mártires fue el lugar desde donde Boabdil partió para hacer entrega de su amada ciudad a los cristianos. Isabel la Católica construyó una ermita en el lugar como recuerdo de ese día. Más tarde se levantó un convento y, sobre sus ruinas, un palacete. En su entorno, un jardín.
Construcciones y espacios verdes que encierran los avatares de un lugar con varios siglos de historia, donde el jardín que lo rodea y lo embellece llega a nuestros días con una extensa mezcla de acontecimientos incrustados en su trazado. Trozos de historia, esplendor y ruina, un caos ordenado. Jardín, huerto, isla, lago, patio, un jardín de jardines.


El Carmen de los Mártires se encuentra ubicado en la colina de la Alhambra. Un magnífico palacete, jardines románticos y huertos nazarís sobre la ciudad de Granada.
En el siglo XI se produce una expansión y desarrollo urbanístico que se extiende por el barrio de los Alfareros, con su famosa alameda de Muamil que en dirección a la Vega puebla con huertos y jardines el Campo de Ahabaul, al que los cristianos llamaban Corral de los cautivos y más tarde Campo de los Mártires, zona de maniobras militares y justas medievales, sembrada de silos y mazmorras, como describe Jerónimo Münzer en 1494.
Boabdil partió de este lugar para entregar las llaves de la ciudad. La reina Isabel la Católica erigió una ermita para rememorar este acontecimiento. En 1573 se erige el convento de los Carmelitas, del que fue prior San Juan de la Cruz, que además de escribir varios libros durante su presencia en el convento, plantó árboles y dedicó parte de su tiempo al cuidado del huerto y los jardines monacales de lo que, más tarde, serían Los Mártires. La figura del místico está relacionada con un árbol a cuya sombra se sentaba a escribir, este árbol se creía que era un cedro del Líbano, aunque en realidad se trata de un ciprés que puede ser visitado siguiendo el camino que discurre tras el huerto monacal. Tras ser destruido el convento, la propiedad pasa por diferentes manos hasta que lo compra el general Carlos Calderón, que fue quien edificó el actual palacete.

El máximo esplendor, sin embargo, llegó de la mano de Huberto Meersmans, que lo adquirió en 1891. Según algunos cronistas "el estanque se convirtió en lago romántico con una isla en el centro, cargada de evocadoras ruinas y airosos intercolumnios. En la huerta conventual surgieron espléndidas avenidas con detalles escultóricos de estilo versallesco, laberintos de perfumado mirto y jardines andaluces con fuentes moriscas, hirvientes cascadas y grutas ocultas. Existía un espeso bosque en cuyas umbrías pastaban ciervos en libertad.
En 1930 la propiedad es adquirida por el Duque del Infantado del que cuentan las crónicas que "embelleció casa y jardines, dedicando a cascadas y lagos los vestigios de su pasión hidráulica". Cristina de Arteaga escribe que "dolido de que no quedara en el Carmen memoria alguna de Felipe II, el monarca que dio a los Carmelitas el agua capaz de transformar el desierto en oasis le dedicó una gran fuente, que llevaría su nombre, entre las embrujadas sombras de un sinfín de palmeras fundidas en una sola masa", el actual jardín de las palmeras.
En los años 70 y después de pasar de manos privadas a públicas, una operación inmobiliaria destruyó gran parte de la propiedad bajo la pretensión de construir un hotel. La presión social impidió que el proyecto siguiese adelante, aunque no se pudo evitar gran parte de la destrucción. El bosque desapareció casi por completo, decenas de árboles centenarios y el laberinto romántico que lo atravesaba desaparecieron, así como ejemplares de plátanos, castaños de indias, cedros, madroños y una encina cuya plantación se atribuía a Santa Teresa de Jesús.
Volvemos sobre nuestros pasos y bajaremos por la calle Antequeruela Baja y giramos hacia la derecha por la calle Parra de San Cecilio, al final de esta calle se alza la Iglesia de San Cecilio.
Dice la tradición que, durante la dominación musulmana existió en éste lugar un templo en el que los cristianos sometidos celebraban sus cultos, en recuerdo de lo cual a un conserva ésta parroquia el privilegio de tocar una campana el jueves santo para llamar a los fieles. Construida en 1501, la iglesia debió asentarse, primeramente, en la mezquita de la calle Antequeruela, que parece estaba más arriba de donde está ahora y fue derribada en 1540 a poco de terminarse el nuevo templo, comenzado hacia 1528 y ultimado en 1534 por el albañil Pedro Ríos y el carpintero Juan del Castillo sobre un solar de una antigua sinagoga que tuvieron los judíos en la Granada Nazarí, aunque hay quien apunta que éste terreno había sido ocupado por un oratorio cristiano permitido por los soberanos de la Alhambra.
Su portada, obra de Juan de Marquina (1533), es plateresca y ostenta la imagen del santo titular, obra de Nicolás de León. También aparece el escudo del arzobispo Don Gaspar de Ávalos.
El interior consta de una sola nave, atravesada por cinco arcos orgivales apoyados en columnas con capiteles góticos cubierta con simple techumbre de madera y diez capillas a los lados con arcos de igual forma.
Las obras de escultura conservadas en ésta iglesia merecen citarse un cristo atado a la columna, de mediados del siglo XVI del tipo de los de Rojas; la virgen de belén sentada y en actitud de vestir al niño, hecha por Alonso de Mena para el desaparecido convento de mercedarios en la calle Belén, del que procede una Nuestra Señora de la Paz, labrada en 1709; un pequeño San Pedro Alcántara, de José de Mora; y la estatua de vestir de San Cecilio de Francisco Morales. También se encontraba en ésta iglesia un crucificado del tipo de Rojas del Siglo XVII y un pequeño San Roque, del círculo artístico de Pablo de Rojas, actualmente en la catedral.
En el año 1969, víspera de Navidad, ésta Iglesia sufrió un incendio por lo que se perdieron numerosas obras de arte y tuvo que restaurarse, así como pintarse la Torre, de una manera desafortunada.  Entre las obras perdidas se encuentran cuatro tablas con pasajes de la vida de San Cecilio, de Pedro de Raxis y que procedían del destruido retablo que, de 1602 a 1604, hizo para ésta Iglesia en unión de Miguel Cano, el citado pintor y que terminó Juan García Corrales habiendo desaparecido anterior al incendio, la tabla del calvario, del mismo pintor Raxis, transformándose en un San Emigdio, la imagen del titular; un cuadro del Cristo de la Columna firmado por José Risueño y los fragmentos de lienzos de gran tamaño, con santos de la orden Carmelita, procedente del convento de los Mártires, de Francisco Gómez de Valencia (1683). Las cajoneras de la Sacristía, hoy en Madrid, las talló Esteban Sánchez. A ésta Parroquia se agregó, al ser suprimida, la de Santa María de la Alhambra. El púlpito lo hizo en 1685 Diego López.
Ésta Iglesia era frecuentada por Don Manuel de Falla. Aún hay vecinos que recuerdan al maestro, siempre delicado de salud, bajando por la cuesta para escuchar misa en San Cecilio.

Siguiendo nuestro camino hacia abajo nos dirigimos directamente al Campo del Príncipe. Auténtico corazón del lugar y plaza construida sobre el solar de un antiguo cementerio musulmán, que recibió este nombre porque el Ayuntamiento mandó explanar el lugar en 1497 para que se celebraran en él las bodas del príncipe Juan. Cada Viernes Santo a las tres de la tarde miles de granadinos se reúnen en torno al Cristo de los Favores para pedir tres gracias en medio de un espectacular silencio, siguiendo una tradición que se remonta al siglo XVIII. La tradición atribuye el nombre al hecho de haber muerto en el lugar, al caer del caballo, un príncipe cristiano, o haberse depositado en una de las huertas cercanas el cadáver de un príncipe árabe. Aquí también se ha dicho que fue expuesto el de Muley Hacén, traído en acémila, por orden del Zagal a testimoniar su muerte. En 1513 se hace una plaza para la celebración de "fiestas de justas y cañas de lo cual esta ciudad tiene mucha necesidad". En 1518 se festejan las bodas de la duquesa de Sesa, hija del Gran Capitán. En los siglos XVII y XVIII será centro y escenario de alborotos populares promovidos por los oficiales sederos pidiendo y consiguiendo en marzo de 1648 la destitución del Corregidor.

Gracias a su ubicación podemos gozar de una espléndida vista de los barrios de la Antequeruela y Mauror y parte del otrora llamado Balcón del Paraíso (los Mártires). Más arriba se contempla la Iglesia de San Cecilio, a donde llegaban en otros tiempos las alamedas y el Hospital Militar. En la actualidad los atardeceres y las noches son bulliciosas y animadas ambiente propiciado por los numerosos bares que lo vivifican.
En uno de sus accesos se coloca un pilar de dos caños y en un lateral una fuente, tiene pavimentados numerosos espacios con el típico empedrado granadino. En un lugar abierto y destacado se eleva una bella cruz de piedra con la efigie de Cristo , que la piedad popular levantó en 1640 en el Realejo Alto y 42 años después fue trasladada aquí: El Cristo de los Favores , el cual es protagonista de varios actos religiosos durante la Semana Santa granadina.
Bajamos por la calle Mondújar y Jarrete hasta la calle Santiago, donde se encuentra el Convento de las Comendadoras de Santiago. Fundado en los primeros años del siglo XVI por orden de la reina Isabel la Católica. Su pequeño patio sirve, cada año, para que la cofradía de la Oración en el Huerto monte los pasos en los que realizarán los titulares la estación de penitencia. En la iglesia del convento, la cual fue muy reformada en el siglo XVIII, se conservan bellas obras entre ellas los titulares de la cofradía, el Señor de la Oración y María Santísima de la Amargura. Los tres apóstoles que acompañan al Señor en Semana Santa, son guardados en unas dependencias del convento. Es por ello que no ha de perderse, cada Lunes Santo, el disfrutar de esas tres magníficas obras de la imaginería del siglo XX.
Seguimos por la misma calle y llegamos hasta la Iglesia Convento de las Dominicas
Pasamos por la Portería de Santo Domingo hasta llegar a la plaza de Santo Domingo y aquí se alza la Iglesia de Santo Domingo.
La Iglesia de Santo Domingo de Granada presenta varios estilos: barroco, gótico tardío y renacentista. Forma parte del Monasterio de Santa Cruz la Real y comenzó a construirse en 1512, conforme al gusto ojival, al que corresponden sus arcos y bodegas, si bien, el resto de su fábrica y su decoración son románicas. Interrumpida la construcción cuando se hallaba terminado el cuerpo de la Iglesia, se reanudó en 1532, construyéndose años más tarde, sin que sepamos quien fuera su tracista ni el director de la obra. Precede la entrada de la Iglesia de Santo Domingo, un pórtico de piedra con tres arcos de medio punto sobre columnas dóricas y en sus enjutas campean las iniciales de los Reyes Católicos, el escudo de éstos, el del Emperador, y el lema "Tanto monta" en el centro. Por encima del pórtico se abre una ventana de dos arcos, separados por una columnilla, inscritos en otro profusamente decorado, en cuyas enjutas aparecen Victorias esculpidas. Aquí, tenía su sede el Tribunal de la Santa Inquisición y se enterraba a las familias nobles de la ciudad.
Continuamos por la calle Carnicería hasta confluir en la calle Santa Escolástica hasta llegar a la calle Pavaneras y al final de esta, se encuentra la Capitanía General.
La Capitanía de Granada fue creada tras la conquista completa del reino nazarí de Granada en 1492, siendo la primera de su índole creada en la Corona de Castilla. Su principal cometido era la defensa costera del reino, amenazado desde África, y el control sobre la población mudéjar, llamada morisca a partir de 1502. Recayó como cargo vitalicio y hereditario en los marqueses de Mondéjar, alcaides de la Alhambra, y su sede se instaló en dicha fortaleza.
Aunque la Casa de Mondéjar apenas tenía señoríos en el reino de Granada (que se limitaban a Agrón), la Capitanía General permitió a la casa nobiliaria tejer una fuerte red clientelar y de patronazgo en dicho territorio. A ello debió contribuir notablemente su parentesco con la Casa del Cenete y con la Casa del Infantado, las tres del linaje de los Mendoza. Tanto el duque del Infantado como el marqués del Cenete, posteriormente unidos en la misma persona, sí que tenían un abundante número de señoríos jurisdiccionales en el reino. Sin embargo los enfrentamientos jurisdiccionales entre el Capitán General y el señor feudal más poderoso del reino de Granada, el marqués de los Vélez, Capitán General del Reino de Murcia, fueron constantes. Asimismo fueron frecuentes en este periodo los conflictos y disputas entre la Capitanía, la Chancillería de Granada y los concejos municipales. El funcionamiento de la Capitanía General como tribunal militar y la subsiguiente utilización del fuero militar, sirvió en ocasiones para eludir la justicia ordinaria.
La Capitanía General de Granada estuvo durante tres generaciones en manos de los marqueses de Mondejár, hasta que el III marqués fue privado de dicho cargo por mandato real en 1570, en castigo por su actuación al frente del ejército durante la Rebelión de las Alpujarras. Durante este periodo la Capitanía General de Granada fue un órgano con atribuciones militares, gubernativas y políticas, que sin embargo fue devaluado desde el punto de vista político por decisión real en 1574, cuando pasó a denominarse Capitanía General de la Costa y fue relegada a una función estrictamente militar.
Y justamente enfrente, el Convento de las Carmelitas Descalzas.
Fue adquirido en 1584 trasladándose las monjas el 8 de noviembre y fundado  bajo la advocación de  San José. Su primera priora fue Sor Ana de Jesús, coadjutora de Santa Teresa
Su primer dueño del que tenemos noticias es Gonzalo Fernández de Córdoba, pasando su propiedad, al correr el siglo, a su sobrino-nieto Luis Fernández de Córdoba quien los vendió a la orden por cuatro mil cuatrocientos ducados. Estas casas, antiguo palacio árabe fue parte del botín de guerra, viviendo en ella los últimos días de vida y falleciendo en 1515; existe la tradición de que el lugar donde muriera este insigne militar es lo que hoy se conoce como Coro Bajo.
Mientras que se realizan las adaptaciones necesarias, las monjas habitan solo la parte alta, modificaciones que culminan en 1629; la obra no era de calidad lo que dio lugar a una amplia remodelación en el siglo XVIII.
En sus comienzos  son asistidas espiritualmente, y a veces materialmente, por San Juan de la cruz, prior del Convento de los Mártires. De él se conserva en la casa importantes reliquias como el cáliz con el que celebraba, un báculo, una falange y un trozo de carne de la palma de la mano así como escritos. También se conservan obras de Santa Teresa como una copia de sus “Exaltaciones”, sacadas de los originales que fueron destruidos.
La capilla, con portadas manieristas y tallas de Alonso de Mena, es de aceptables proporciones, estando documentado que su primera piedra de puso el 21 de Agosto de 1618.
Preside su altar mayor un crucificado de la escuela de Pablo de Rojas; también cuenta con un San José del mismo autor, un niño pastor del tipo de Risueño, un San Juan Nepomuceno de Manuel González y una variada colección de retablos. En cuanto a la pintura debemos destacar la colección que, sobre la vida de Santa teresa, pintó, en la década de los cuarenta del siglo XVII Luis Bonifacio Tovar.
En el año 2000 se fusiona con la comunidad procedente de Zafra (Badajoz).
Y aquí termina nuestro paseo por el Realejo. Espero que os guste y disfrutéis. 

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