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jueves, 3 de septiembre de 2015

Palacio de Comares


El Palacio de Comares en la Alhambra de Granada está compuesto por un conjunto de dependencias agrupadas en torno al Patio de los Arrayanes, con galerías porticadas en los extremos, situándose al norte la Sala de la Barca y la Sala de los Embajadores, que ocupa el interior de la Torre de Comares, desde donde se domina el valle del Darro.
Yusuf I quiso que la decoración de su residencia oficial dejara maravillado al visitante, por lo que ordenó que se construyera y adornara de manera exquisita, aunque probablemente no viese terminada esta obra, ya que diversas inscripciones atribuyen su autoría a su hijo Mohamed V.

Es el palacio más importante, residencia oficial del Sultán y lugar donde se encontraba la sala del trono. Fue edificado y ricamente decorado por Yusuf I, a quien debemos gran parte de las construcciones existentes en la Alhambra.

En el Patio Dorado encontramos la fachada de acceso a este palacio, de gran belleza y construida por Muhamed V, hijo de Yusuf I. En ella se abren dos puertas, la de la derecha daba acceso a las dependencias familiares y la de la izquierda (por donde se continúa la visita) a la zona oficial del palacio. La decoración es muy rica en toda la fachada, con zócalo de cerámica, y yeserías, destacando el bello alero de madera.


Toma su nombre de los grutescos del techo árabe repintado de este color en época de los Reyes Católicos. Se abre al patio por un pórtico de tres arcos con columnas que tienen bellos capiteles de orejas de tradición almorávide. En el centro del patio hay una fuente baja de mármol con gallones, y a un lado una reja da paso al camino de guardia abovedado que comunica este patio con el patio de la Reja. Descripción larga del Monumento
Este patio lo podemos ver en grabados decimonónicos convertido en viviendas con balconadas nuevas, en estado lamentable de conservación. Este aspecto lo ocasiona el abandono del siglo XVIII y de la primera parte del XIX. Interviene en esta zona Rafael Contreras en el siglo XIX, Modesto Cendoya en 1906-1907 y Don Leopoldo 1926-1930.
Frente al pórtico del Cuarto Dorado se levanta la fachada más importante del palacio: la imponente fachada de Comares. Fue erigida por Muhamed V para conmemorar la toma de Algeciras en 1369. Esta fachada era la entrada a la zona residencial privada del palacio. La puerta de la derecha servía de acceso a la zona de servicio y la de la izquierda a la estrictamente privada, como dice la inscripción a su arrocabe de madera. En la parte alta están las estancias privadas de las mujeres, cuyas ventanas estaban cerradas con celosías para guardar su intimidad.
En este patio recibía el sultán a los súbditos que lograban conseguir una audiencia especial. Estos se situaban en la sala del Cuarto Dorado, separados del sultán por la guardia que formaba un cordón de seguridad delante del pórtico. En la parte central de la fachada, entre las dos puertas, el sultán se sentaba en una jamuga bajo el gran alero que era su dosel a modo de corona, como dice la inscripción, alero que es una de las obras cumbres de la carpintería nazarí. Así quedaba preparado el efecto teatral que se perseguía ante la llegada del monarca: por encima de las cabezas de los soldados podía hablarse al sultán y hacer las peticiones oportunas. Mientras las mujeres observaban discretamente toda la ceremonia detrás de las celosías de las ventanas de los pisos superiores.
Continuando la visita, llegamos al Patio de los Arrayanes, también conocido como de la Alberca de Comares. La construcción de este complejo del patio de los Arrayanes fue iniciada por el rey nazarí Ismail I de Granada que reinó desde 1314 a 1325. Continuó la obra Yusuf I de Granada (1333-1354) que murió asesinado antes de verla concluida. Finalmente Muhammad V pudo terminarla en 1370.
En su origen se accedía al patio y demás dependencias a través de otro gran patio que ya no existe más que en un pequeño recuerdo que es el patio de Machuca, mucho más reducido que lo fue aquel. Es un patio clásico de tipo arábigo-andaluz, con dos pórticos en sus lados menores, una gran alberca en la que se reflejan las construcciones, rodeada por macizos de arrayán, y dos pilas de mármol que vierten sus aguas en el estanque. Los pórticos tienes 7 arcos semicirculares, siendo mayor el central, de paños de yeso calados. Sobre el pórtico sur se elevan dos plantas, una con siete ventanas con celosías de madera, siendo la central doble, y otra superior ésta con una galería sobre el patio. Las dependencias del pórtico sur quedaron destruidas al construirse el palacio de Carlos V, que se adosa a éste.

En el centro se encuentra el estanque que mide 34 metros por 7,10 metros; se abastece de agua por medio de dos pilas de mármol situadas en cada extremo. Está enmarcado por unos pasillos pavimentados en mármol blanco, delimitados a su vez por la plantación de los mirtos o arrayanes bien recortados que forman como un seto, de un verde brillante que contrasta con el mármol y con el agua. Alrededor del estanque y los mirtos y por sus cuatro costados, hay un gran espacio que constituye el patio propiamente dicho, cuyo suelo es también de mármol blanco. En su origen estaba adornado también por naranjos silvestres de fruto amargo, según la descripción hecha por el embajador veneciano Andrea Navagiero que hizo una visita a la Alhambra en el siglo XVI.
El patio fue restaurado en el siglo XIX como tantos otros sitios de la Alhambra. El restaurador principal fue el académico arquitecto Rafael Contreras Muñoz (1826-1890). Uno de los cambios más espectaculares consistió en levantar el pavimento que estaba enlosado con lápidas procedentes de cementerios musulmanes, sustituyéndolas por un enlosado de mármol.
En el lado norte encontramos la mayor sala de toda la Alhambra, el Salón de Embajadores, antiguo salón del trono. Esta sala se encuentra cobijada dentro la Torre de Comares, que con sus 45 m. de altura es la mayor de toda la fortaleza. Para llegar a ella, y tras atravesar el pórtico encontramos, en primer lugar, la sala de la Barca, con hermoso techo de madera, copia del original que ardió en un incendio en el siglo XIX; como nota curiosa decir que, tras la puerta que se abre en la parte izquierda de esta sala se encuentra la letrina del palacio, no visitable. Saliendo de la sala de la Barca, en el espacio entre ésta y el Salón de Embajadores, podemos ver, a la derecha, un pequeño oratorio, probablemente reservado para el Sultán.

Llegamos ya al Salón de Embajadores, envuelto en una relajante penumbra. La iluminación nos llega de las ventanas presentes en los camarines que se abren en las paredes, tres por cada muro. En la central, frente a la puerta, era donde se situaba el trono y es la más ricamente decorada. A mayor altura una serie de ventanitas caladas iluminan el bello techo de madera, que representa los siete cielos del cosmos islámico que recorre el alma del creyente hasta encontrar a Allah.
Esta es la sala más majestuosa de palacio, donde se encontraba el trono y se realizaban las recepciones oficiales.


La sala comunica con la Sala de la Barca por un doble arco. Es una sala cuadrada, de 11,30 de lado por 18,20 de altura, que tuvo suelo de mármol, aunque hoy día es de losetas de barro, en el que se observa en el centro el escudo de los Alamares, realizado en azulejos en el siglo XVI. Las demás paredes de la sala presentan cada una tres arcos que dan a tres camarines abiertos en el espeso muro de 2,5 metros de grosor, con balcones gemelos y ventanas encima.
Podemos observar que el salón se haya repleto de inscripciones decorativas: tacas, nichos, arcos, paredes, camarines, etc. se hayan repletos de poemas, alabanzas a Dios, al emir, el lema de los nazaríes o textos del Corán, como el que encontramos en la cámara central, la del trono, situado en el alfiz de su arco, que según la traducción de Echevarría reza así:

«Ayúdeme Dios apedreador del demonio.
En el nombre de Dios que es misericordioso y tiene misericordia.
Ser, Dios, con nuestro Señor Mahoma y su generación, compañia y salvación.
Y di: Mi ayuda de la ira de Dios y de todo el demonio que permite rompimiento del infierno;
y me libre del mal del envidioso cuando se dispone a envidiar.
Y no es viva otra divinidad que la de Dios a quien alabar eternamente.
La loa al Dios de los siglos.»

La cámara central, es la de mayor riqueza en cuanto a su decoración. Junto a la inscripción anterior del alfiz, encontramos un artesonado de lazo que cubre el interior de la cámara, que está rodeada por un zócalos de alicatados, adornados con yeserías.
La sala está rodeada por un zócalo de piezas vidriadas formando figuras geométricas, sobre el que podemos admirar una bellísima decoración de atauriques recubriendo la pared, combinando elementos geométricos y vegetales con gran armonía, rematada por una cornisa de mocárabes pintados. Según Fernández-Puertas, el techo se presenta como la representación de los Siete Cielos del Paraíso Islámico, con el trono de Dios situado en el octavo cielo, representado por el cubo central de mocárabes, y los cuatro árboles de la vida situados en las diagonales. La cúpula es una obra maestra de carpintería. Está compuesta por paños de madera de cedro cubiertos de lacería, con un gran cubo de mocárabes en el centro, salpicado de multitud de estrellas, pintado de tal manera que parecen nácar, plata y marfil.
Esta distribución no sólo proporcionaba una atmósfera fresca al estar la mayor parte del espacio en penumbra, sino que además la luz llegaba que del exterior producían efectos de intensa ilumniación que se concentraban en el trono


martes, 23 de junio de 2015

El Castillo de Alcaudete


En el importante enclave y zona de paso obligada conocida como al-Qabdaq (o ciudad de los manantiales), hoy Alcaudete, se encuentra uno de los castillos mejor conservados de la provincia y punto obligado de visita, por ser testigo del paso del tiempo y crisol de culturas dotado de una compleja estructura por la que adquirió su fama, el Castillo calatravo de Alcaudete.

Este castillo, fue declarado Monumento Histórico en el año 1985 y es otra de las visitas interesante en tu paso por Alcaudete.

Los árabes levantaron esta imponente fortaleza que alcanzó fama de inaccesible en el periodo califal. Siendo centro de protección de una medina comerciante muy activa, y fue militarmente codiciado tanto por musulmanes como por cristianos.

Desde que Alfonso VI la reconquistara por primera vez en el año 1085, y durante los siglos siguientes, la fortaleza cambió varias veces de manos entre castellanos y andalusíes. Incluso después de la batalla de las Navas de Tolosa y el avance de Fernando III no cesaron los trueques. Así, el rey Santo la cedió al rey moro de Baeza, luego a la Orden de Calatrava, en periodos intermitentes volvió a estar en manos de los nazaríes, hasta que en el año 1340 Alfonso XI la reconquistara definitivamente.

El castillo que hoy en día podemos ver, fue reconstruido por la orden de Calatrava entre los siglos XIII y XIV.

La planta del castillo de Alcaudete es de forma poligonal, adaptándose a los escarpes del cerro sobre el que se asienta. Tenía seis torres, de las que destaca la del Homenaje.
La puerta principal se encuentra en el extremo norte, está formada por un arco de medio punto enmarcado por un alfiz, y se encuentra defendida por dos torres. En el interior, un pasillo-foso fortificado garantizaba la vigilancia.

El visitante que se adentre en sus límites podrá constatar la admirable labor de restauración llevada a cabo recientemente en la fortaleza. Aún así, la mayor parte del conjunto se conserva en buenas condiciones, reservándose la intervención a parte del mismo, y el viajero tendrá la impresión desde que ingresa por la puerta de haber sufrido un viaje en el tiempo.

El castillo fue erigido en lo alto de un cerro aprovechando los propios desniveles del terreno como elemento defensivo con seis torres y varios aljibes para la recogida de agua; ha llegado a ser famoso por su inaccesibilidad y objeto de envidias tanto de musulmanes como de cristianos por su condición de fortaleza inexpugnable. Tanto es así que fue declarado monumento histórico en el año 1985.

Así, hoy día es posible conocerla a fondo a través de todo un sistema de renovación que nace con los objetivos de mantenerlo como elemento vivo y en uso, así como para dar a conocer la propia historia del municipio y la del edificio.

Sus enormes muros albergarán este nuevo centro de interpretación de la Orden de Calatrava que nos permite instruirnos en la evolución y transformación que experimentase desde su construcción, primero como fortaleza árabe desde donde se hacia posible controlar los caminos de paso debido a su estratégica posición.

La importante incursión de la orden de los famosos caballeros monjes-guerreros de Calatrava durante los s. XV-XVI, cuyo papel fue primordial como combatientes y defensores acérrimos de la fe cristiana, así como todos aquellos elementos de defensa y ataque empleados como sistema para mantener la paz y el orden en la ciudad fortificada.

Todo esto se completará con interesantes proyecciones, juegos de luces y visitas teatralizadas para disfrute y diversión del visitante de esta maravilla de la arquitectura medieval, que podrá revivir en su imaginación toda esta época de quimeras, nobles, monjes guerreros, villanos y gestas épicas, rodeados de un increíble entorno natural salpicado de verdes olivares.

domingo, 15 de marzo de 2015

Palacio del Mexuar




Construído quizá por Muhammed IV (1325-1333), aunque también se le considera al sucesor de éste, a Yusuf I, su constructor. Es uno de los tres palacios y el primero construído de los que componen la Casa Real, junto con el Palacio de Comares y el Palacio de los Leones.
El Mexuar y el Oratorio eran dos estancias utilizadas para diferentes fines. El Mexuar para las reuniones del Consejo de Ministros y el Oratorio, el espacio reservado para la oración.
El Palacio consta del Jardín de Machuca, la sala del Mexuar y el Patio del Mexuar.



El Jardín de Mahuca presenta una galería de arcos y una torre, la de Mahuca, en un jardín con trazado geométrico. Pedro Machuca fue el arquitecto que contrató Carlos V para la consrucción de su Palacio. En la Torre que lleva su nombre es donde residía éste.

Es la sala del Mexuar. Era la audiencia y justicia para casos importantes.
Tenía una cámara elevada cerrada por celosías donde se sentaba el sultán a escuchar sin ser visto. No existían las ventanas laterales. Tenía el techo abierto en su parte central. Al fondo, una pequeña habitación desde donde se divisa el Albaycín. Parte superior con un friso escrito. Es un oratorio. A continuación se entra en un patio con fuente en el centro y una cámara a la izquierda.


Debe su nombre al término árabe Maswar, lugar donde se reunía la Sura o Consejo de Ministros. También era el lugar o la antesala donde el Sultán impartía justicia.

Esta estancia debió pertenecer a una estructura anterior al Palacio de Comares y al de Los Leones, probablemente al construido por Isma’il I (1314-1325) y ha sufrido numerosas transformaciones.
La decoración fue adaptada por Yusuf I (1333-1354) y posteriormente por Muhammad V en su segundo mandato (1362-1391), ambos responsables respectivamente de los dos Palacios de la Alhambra que mejor se han conservado.
Originalmente tenía un cuerpo central de linterna que le servía de iluminación cenital y de la que sólo subsisten las cuatro columnas y sus entablamentos. En el siglo XVI se modifica todo el espacio para añadirle una planta superior y transformarlo en Capilla.

Entre las radicales modificaciones de la sala destaca por su curiosidad la del friso epigráfico de yesería que discurre por encima del zócalo alicatado. Procedente del desaparecido Pórtico del Patio de Machuca se colocó en el Mexuar por artesanos moriscos, en lugar de las típicas almenillas, con una clara intención simbólica: «El Reino es de Dios. La fuerza es de Dios. La Gloria es de Dios». Esta inscripción venía a reemplazar a las jaculatorias cristianas: «Christus regnat. Christus vincit. Christus imperat».

El Oratorio. A lo largo del día todo buen musulmán debe realizar cinco oraciones. Para ello cualquier lugar es adecuado, aunque existen en las medinas, mezquitas y oratorios a disposición del creyente. En la Alhambra, además de la Mezquita principal, existen varios oratorios pequeños para uso del Sultán, su familia y la corte.
A este oratorio se accedía originalmente por la galería de Machuca. El nivel del suelo estaba situado a la altura del poyete junto a las ventanas y fue rebajado el pasado siglo para facilitar su visita. Las ventanas permitían al creyente, sentado en el suelo y con el brazo apoyado en el alféizar, divisar el paisaje y meditar sobre la grandeza de la naturaleza y la creación divina.

La explosión de un polvorín en 1590 arruinó toda la estancia, que fue restaurada en 1917. Las inscripciones contienen una cita del Corán y laudatorios de Muhammad V, entre otras. Entre ellas se lee: “Ven a la oración. No seas de los negligentes”.

El Patio del Mexuar es una estancia abierta, con una pequeña “fuente” en el centro, con dos fachadas enfrentadas, una con tres arcos que pertenece al Palcio del Mexuar y se accede al Cuarto Dorado, y otra que es la de Comares y da acceso al Cuarto de Comares. Este patio por tanto, sirve de medianería y acceso al Palacio adyacente de Comares.

El Cuarto Dorado se doró con pan de oro en época cristiana, en su día se utilizó para reuniones del Tribunal de Justicia y para recibir embajadores.