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sábado, 27 de diciembre de 2014

El Caso de la Cruz Roja



La antigua sede de la Cruz Roja en Granada, lleva siendo desde hace tiempo escenario de todo tipo de fenómenos extraños. Apariciones fantasmales, psicofonías, voces inexplicables...


A veces se da un contraste interesante. Edificios que de día parecen absolutamente normales. Que incluso muestran una actividad frenética pero que cuando las sombras comienzan a cernirse sobre la ciudad y la gente empieza a abandonar las calles, todo cambia.


Esto es lo que al parecer sucede en la actual sede de la Cruz Roja de Granada, sita en un enclave que se ha caracterizado por albergar sucesos trágicos y extraños a lo largo de toda su historia.



Lo saben bien los vecinos del barrio, en especial, los niños. Entre los muchachos de la zona, el edificio ha tenido tradicionalmente fama de ser una casa encantada. Eran habituales las apuestas entre los chavales que acudían al lugar a ver fantasmas y, según muchos, los veían. Si no fantasmas, al menos cosas extrañas, como luces inexplicables en las ventanas del edificio entonces desocupado. Los más afortunados llegaron a ver lo que definen como un aura con forma levemente humana. Ante semejante aparición lo normal era que salieran corriendo.



Este edificio era una fábrica de telas en los años cuarenta del siglo pasado; ya entonces de decía que ocurrían hechos insólitos y que en ella habitaba un espectro que vagaba por el jardín. Cuando la fábrica cerro, los mayores prohibían a los niños jugar en aquel lugar y les advertían de no entrar, sobre todo, en el desván. El edificio ha tenido múltiples usos a lo largo de su historia: hospital, establecimiento militar y, finalmente, sede de Cruz Roja.



Sin embargo, con el paso del tiempo la fenomenología extraña fue remitiendo hasta desaparecer. Un voluntario de Cruz Roja murió en accidente a finales de los 80 y sus compañeros decidieron recurrir a la guija para ponerse en contacto con su espíritu. A partir de ese desafortunado momento comenzaron a ocurrir toda suerte de hechos anormales: golpes, ruidos en la noche, taquillas y muebles que se mueven, incluso un sonido como si alguien estuviera apedreando las ventanas... Se escuchaba el sonido de los cristales quebrándose, incluso el ruido de la piedra rebotando en el suelo, pero cuando los voluntarios acudían a comprobar lo sucedido, se encontraban con que todas las ventanas estaban intactas.


Esto les llevo a aumentar el número de improvisadas sesiones de espiritismo, lo que provocaba que los fenómenos crecieran en intensidad y frecuencia.



La fenomenología comenzó a extenderse a otras zonas de las dependencias, como los almacenes. Allí ocurrió más de una vez que una vez ordenado e inventariado todo el material, se escuchaba un estruendo y los voluntarios se encontraban desparramado por el suelo todo lo que antes había sido dejado en perfecto orden.



Un día, uno de los voluntarios se encontró con un hombre mayor y vestido con traje militar, aunque sin ninguna insignia ni identificación, que pidió visitar el centro porque había sido un antiguo mando del lugar y le gustaría rememorar aquellos días así como comprobar los cambios que se habían introducido en el edificio. También le pregunto por un tal capitán Martínez. El voluntario respondió que hacía años que no trabajaba allí, pero que en el archivo podrían estar sus señas. Ambos se dirigieron al archivo, pero solo uno de ellos llego ya que por el camino el visitante se esfumo en el aire como por arte de magia. AL principio el voluntario Sevilla no le dio mayor importancia al incidente, hasta que, tiempo después, vio en la sala de juntas un retrato que coincidía con él. Se trataba del comandante Ballesteros, que ya llevaba tiempo fallecido. Al parecer, el fallecido Ballesteros se convirtió en asiduo del lugar y fueron muchos los que lo vieron.

Autor: http://misterioenlared.blogspot.com.es

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