La antigua sede de la Cruz Roja en Granada, lleva
siendo desde hace tiempo escenario de todo tipo de fenómenos extraños.
Apariciones fantasmales, psicofonías, voces inexplicables...
A veces se da un contraste interesante. Edificios que de día
parecen absolutamente normales. Que incluso muestran una actividad frenética
pero que cuando las sombras comienzan a cernirse sobre la ciudad y la gente
empieza a abandonar las calles, todo cambia.
Esto es lo que al parecer sucede en la actual sede de la
Cruz Roja de Granada, sita en un enclave que se ha caracterizado por albergar
sucesos trágicos y extraños a lo largo de toda su historia.
Lo saben bien los vecinos del barrio, en especial, los niños.
Entre los muchachos de la zona, el edificio ha tenido tradicionalmente fama de
ser una casa encantada. Eran habituales las apuestas entre los chavales que acudían
al lugar a ver fantasmas y, según muchos, los veían. Si no fantasmas, al menos
cosas extrañas, como luces inexplicables en las ventanas del edificio entonces
desocupado. Los más afortunados llegaron a ver lo que definen como un aura con
forma levemente humana. Ante semejante aparición lo normal era que salieran
corriendo.
Este edificio era una fábrica de telas en los años cuarenta
del siglo pasado; ya entonces de decía que ocurrían hechos insólitos y que en
ella habitaba un espectro que vagaba por el jardín. Cuando la fábrica cerro,
los mayores prohibían a los niños jugar en aquel lugar y les advertían de no
entrar, sobre todo, en el desván. El edificio ha tenido múltiples usos a lo
largo de su historia: hospital, establecimiento militar y, finalmente, sede de
Cruz Roja.
Sin embargo, con el paso del tiempo la fenomenología extraña
fue remitiendo hasta desaparecer. Un voluntario de Cruz Roja murió en accidente
a finales de los 80 y sus compañeros decidieron recurrir a la guija para
ponerse en contacto con su espíritu. A partir de ese desafortunado momento
comenzaron a ocurrir toda suerte de hechos anormales: golpes, ruidos en la
noche, taquillas y muebles que se mueven, incluso un sonido como si alguien
estuviera apedreando las ventanas... Se escuchaba el sonido de los cristales quebrándose,
incluso el ruido de la piedra rebotando en el suelo, pero cuando los
voluntarios acudían a comprobar lo sucedido, se encontraban con que todas las
ventanas estaban intactas.
Esto les llevo a aumentar el número de improvisadas sesiones
de espiritismo, lo que provocaba que los fenómenos crecieran en intensidad y
frecuencia.
La fenomenología comenzó a extenderse a otras zonas de las
dependencias, como los almacenes. Allí ocurrió más de una vez que una vez
ordenado e inventariado todo el material, se escuchaba un estruendo y los
voluntarios se encontraban desparramado por el suelo todo lo que antes había
sido dejado en perfecto orden.
Un día, uno de los voluntarios se encontró con un hombre
mayor y vestido con traje militar, aunque sin ninguna insignia ni identificación,
que pidió visitar el centro porque había sido un antiguo mando del lugar y le gustaría
rememorar aquellos días así como comprobar los cambios que se habían
introducido en el edificio. También le pregunto por un tal capitán Martínez. El
voluntario respondió que hacía años que no trabajaba allí, pero que en el
archivo podrían estar sus señas. Ambos se dirigieron al archivo, pero solo uno
de ellos llego ya que por el camino el visitante se esfumo en el aire como por
arte de magia. AL principio el voluntario Sevilla no le dio mayor importancia
al incidente, hasta que, tiempo después, vio en la sala de juntas un retrato
que coincidía con él. Se trataba del comandante Ballesteros, que ya llevaba
tiempo fallecido. Al parecer, el fallecido Ballesteros se convirtió en asiduo
del lugar y fueron muchos los que lo vieron.
Autor: http://misterioenlared.blogspot.com.es
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