Translate

domingo, 9 de noviembre de 2014

Reino Nazarí y sus reyes.

Reino Nazarí

Tras la derrota de las Navas de Tolosa, los cristianos ocupan sucesivamente las ciudades de Córdoba, Sevilla y Valencia, reduciendo los dominios musulmanes a la actual Andalucía Oriental que, para más debilidad, se veían constantemente envueltos en luchas intestinas de lo que se ha dado en llamar los terceros reinos de taifas. En esos momentos de crisis aparece la figura de Nasr, de la familia de ls Nasrí originarios de Arjona (Jaén), que funda una nueva dinastía que traería momentos de estabilidad al último reino musulmán de la península con capital en Granada y con difíciles relaciones con el vecino cristiano.
El reino ocupaba en un principio las actuales provincias de Granada, Málaga y Almería y, en la costa mediterránea, desde Algeciras hasta Águilas (Murcia). El reino se subdividía para su administración y control militar en tres sectores (oriental -Peyyna: Almería-, central -Ilbira: Granada- y occidental -Rayyo: Málaga-) con fortificaciones fronterizas y acuartelamientos que garantizasen el control efectivo del territorio.

En estos más de 30.000 kilómetros cuadrados vivía una población de entre 300 y 400.000 habitantes, muy densa para la época, fruto de diversas olas de inmigración desde el norte de África y desde el resto de la península al haberse convertido en el último refugio para los musulmanes. Étnicamente, la población se componía principalmente de árabes puros que descendían de los antiguos muladíes y bereberes norteafricanos. Había también algunos conversos al cristianismo y pocos mozárabes (recordemos que por cuestiones políticas habían sido prácticamente exterminados). Junto a ellos coexistían grupos muy minoritarios como los judíos o los comerciantes extranjeros, mayormente genoveses, y hasta algunos esclavos subsaharianos.
Durante este período, se produjo un fuerte impulso organizador que llevó a un notable crecimiento de las ciudades. Se estima que Granada pudo sobrepasar los cincuenta mil habitantes, Málaga los veinte mil y otras ciudades importantes como Almería, Ronda, Loja, Guadix y Baza se acercaban a los diez mil.

En la economía de este período, el agua se convirtió en un elemento central, tal vez por los orígenes desérticos no olvidados de la población. Todas las ciudades se asentaban junto a los cauces de los ríos y generaron importantes infraestructuras para el manejo del agua, bien con fines agrícolas, bien para los usos urbanos. Este uso intensivo del agua junto a la habilidad para explotar los cultivos de secano, dio lugar a una riquísima agricultura y más allá del tradicional cultivo del cereal, el viñedo y el olivo, se intensifica la producción de almendras, higos, naranjas, limones, peras, manzanos, granados y todo lo que se adaptase al terreno. En ciertas zonas se produce una especialización; así en la Alpujarra y la Axarquía se cría el gusano de seda, en la costa se introduce con éxito la caña de azúcar, en el valle del Almanzora se recogen cantidades notables de miel… Los minerales son también explotados con intensidad y se extrae mármol de Macael, plomo de Berja, hierro de la Sierra de los Filabres, Mercurio de Bayarque, galena de Baza… Toda esta producción implica la existencia de una industria manufacturera capaz de transformarlos y de comercializarlos y en las ciudades aparecen alcaicerías en donde los artesanos tuercen la seda y elaboran toda clase de tejidos y donde se rodean de toda clase de artesanos: orfebres, talladores, curtidores… El comercio se realizaba en la moneda acuñada en la ceca de Málaga, el dínar, que según su valor se denominaba mizcal, pesante o seyén. 
La cultura también conoció un importante auge durante el reinado de los nazaríes convirtiéndose en puente entre Oriente y Occidente y, junto a esa joya de la arquitectura universal que son los palacios de la Alhambra y el Generalife, florecieron las artes y las ciencias con personajes como Ibn Tufail (médico), Al-Garnatí (viajero y cronista), Ben Said (poeta) o Abú Hayyan (filólogo). 
Entre todos ellos destacan los sabios Ibn Al-Jatib e Ibn Zamrak quienes escribieron numerosas obras sobre historia, filosofía, relatos, poesía y todo lo que constituía el saber en la edad media.

Reyes Nazaríes

La implantación de la monarquía nazarí en el nuevo Reino de Granada no fue tarea fácil. Muhammad I y su sucesor Al-Ahmar tuvieron que enfrentarse a sus propios hermanos y a numerosas insurgencias para conseguir estabilizar el régimen político. Éste último consiguió hacerse definitivamente con el poder en el año 1.238, cuando es por fin aclamado como rey y desde la colina de La Sabika (cuenta la leyenda) decidió iniciar la construcción de una alcazaba que con el paso de los siglos se convertiría en la Alhambra. Desde ese momento se dedica a pacificar el reino y a sofocar las continuas sublevaciones y culmina su tarea en el año 1.245 con la toma de Almería. Al año siguiente consiguió establecer un pacto con los pujantes reinos cristianos del norte, el Tratado de Jaén, por el que quedaban fijadas unas fronteras relativamente estables a cambio de prestar vasallaje y pagar tributo a Fernando III de Castilla. Con esto, en teoría, el nuevo y último reino musulmán de la península se aseguraba cierta estabilidad para los años venideros aunque la realidad fue que los dos siglos largos de monarquía nazarí en Granada fueron una sucesión de sublevaciones, represiones, correrías, traiciones, cambios de monarca y lenta pero constante pérdida de territorio.
Curiosamente, la pujanza socioeconómica de la ciudad y la construcción de los palacios y fortalezas de la Alhambra siguieron siempre adelante sin verse interrumpidos por el devenir político, lo que convertía a Granada en la más rica y activa ciudad de la península.

A Alhamar le sucedió en el trono Muhammad III “el ciego”, destronado al poco tiempo por su propio hermano quien, a su vez, fue destronado por su sobrino Ismail. Con Ismail I la ciudad conoció una época de particular esplendor y crecimiento del reino en el que se consiguió detener al enemigo cristiano e incluso hacerlo retroceder ligeramente. La mayor derrota de las huestes cristianas tuvo lugar en el año 1.319 en la batalla de Sierra Elvira, hecho que figura inscrito en el pórtico de entrada al Generalife. A Ismail I le sucedió Muhammad IV, el cual perdió la vida por los pactos e intrigas en que se vio envuelto con la tribu guerrera norteafricana de los meriníes, sucedido a su vez por Yusuf I “el justo” en 1.333 quien dio un especial impulso a la ciudad, al comercio y a las artes y las letras pese a verse sometido de nuevo a la intensa presión de los reinos cristianos y perder una parte sustancial de su territorio tras la calamitosa batalla del Salado en 1.340. Bajo Yusuf I la Alhambra recibió uno de los mayores impulsos y se edificaron el Cuarto de Comares, la Sala de la Barca, el Patio de los Arrayanes, la Puerta de la Justicia, la Torre de los Siete Suelo, los Baños Reales y la Torre de la Cautiva. Además, en la ciudad se construyeron la Madraza, la Gran Mezquita y la Fondak (actual Corral del Carbón) junto con otros edificios civiles y palacios construidos por la nobleza local al amparo de los notables progresos económicos y sociales manifestados en la publicación de un Código civil y religioso bajo el cual se regían todos los ciudadanos.

Asesinado Yusuf I en una mezquita en un momento de crisis interna, le sucidió Mohammad V, destronado a su vez por Muhammad VI mediante intrigas palaciegas, las mismas que le costaron la vida al ser asesinado por Don Pedro I en los Alcázares sevillanos. Esto permitió el regreso de Mohammad V quien en esta segunda oportunidad dio un nuevo impulso a la ciudad, a las letras y a la misma Alhambra, levantando el Patio de los Leones y la Puerta del Vino.
A partir de este momento, en el siglo justo que va desde la muerte de Mohammad V en 1.391 hasta la toma de la ciudad por las tropas cristianas, el reino es gobernado por emires carentes de autoridad y constantemente reemplazados por familiares envueltos en constantes intrigas palaciegas o dominados por poderosas familias como la de los Abencerrajes.
Para hacerse una idea, en este siglo gobiernan, entre otros, Yusuf II, Muhammad VII, Muhammad VIII, Muhammad IX, Saad y Muley Hassan (Mulhacén). Todo este siglo está marcado por el lento goteo de plazas perdidas en favor de de los reinos cristianos que se dirigían lenta pero inexorablemente hacia la capital del reino, la propia Granada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario