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domingo, 16 de febrero de 2014

Historia del Barrio de la Judería de Jaén.


El seguimiento detenido de las huellas de los judíos de Jaén, que poblaron este lugar durante casi doce siglos, permite al viajero de nuestro tiempo adentrarse en el meollo de la ciudad, hasta el corazón secreto en el que nacen las leyendas más reveladoras de su espíritu profundo. Fuera de los límites estrictos de la judería tradicional, el friso gótico de la catedral, los baños árabes de Villardompardo o el antiguo convento de los dominicos, donde tuvo su sede la Inquisición, permiten completar el panorama de un Jaén judío que perduró prácticamente hasta el siglo XVIII, largo tiempo después de la expulsión de los hebreos andaluces en 1483.

Aunque los primeros documentos conservados se remontan hasta la época visigótica, al año 612, cuando el rey Sisebuto prohibió por ley a los judíos de Jaén tener esclavos cristianos, la presencia de judíos en la ciudad, parece más que probable que el colectivo hebreo llegara mucho antes. Seguramente, las primeras comunidades judías se establecieron en Jaén en época romana, por lo que la comunidad judía que habitaba Jaén ya era importante en el siglo VII.

La derrota de los visigodos y la llegada de los musulmanes supuso una liberación para los judíos de la ciudad. No es improbable que ayudaran a los nuevos amos de la situación y la comunidad judía prosperara durante la época inicial de dominación islámica, en el siglo VIII. Se sabe que en el siglo IX, Jaén contaba con una sinagoga y junto a ella una yeshivá o centro donde se impartían estudios sobre la Torá y el Talmud. El geógrafo Abd al-Nūr Al-Himyari afirma que a finales del siglo IX existían en Jaén cuatro hammam o baños musulmanes alimentados con el agua procedente del Raudal de la Magdalena, uno de los cuales era el Hammam Ibn Ishaq, el Baño de Ben Isaac, de clara connotación judía. Este baño podría haber sido propiedad de Isaac Ben Saprut, padre del afamado médico y diplomático jienense Hasday Ben Saprut. Desde el año 2002 se vienen realizando excavaciones arqueológicas dentro del entramado urbanístico de la judería y en ellas, en el solar existente entre las calles Martínez Molina al Sur, Santa Clara al Norte, calle San Andrés al Oeste y calle Los Caños y Murcia al Este, se ha dejado al descubierto una estructura que podría identificarse con un baño que tal vez pueda ser el de Ibn Isaac. El estudio continúa hoy abierto.

Hacia el año 910 ó 915 nace en Jaén Hasday Ben Saprut, mano derecha de los califas Abderramán III y Al-Hakem II. Ben Shaprut introdujo en Al-Ándalus las escuelas judías de Siria y Babilonia y mantuvo una estrecha relación con el reino judío de los jázaros. Como médico, redescubrió la fórmula para la elaboración de la triaca, un antídoto para el veneno, y consiguió curar al rey Sancho el Craso de Navarra de su obesidad. Tradujo del latín al árabe el importante tratado de plantas medicinales de Dioscórides. Creó una magnífica biblioteca y se convirtió en mecenas de poetas y filósofos. Hasday Ben Saprut llevó a su más alta cima la cultura hispano-hebrea.

En el siglo XI, tras la disgregación del Califato de Córdoba y la siguiente disgregación de Al-Ándalus en Reinos de Taifas, Jaén pasó a formar parte del reino zirí de Granada. De este momento se sabe que en el año 1066 el gobernador de Jaén Musakhan permitió a Maksan, hijo del rey de Granada hacerse con las riquezas de los judíos de la ciudad tras una revuelta. En ese momento, la comunidad estaba regida por Rabí Isaac, amigo de Isaac Al-Fasi, que vio como la tolerancia musulmana se acababa de repente con la llegada de los almorávides. Los almorávides, llamados en auxilio de Al Ándalus por el rey de la Taifa de Sevilla, Al Mutamid, tras la conquista de Toledo, eran un pueblo del norte de África que predicaba el cumplimiento ortodoxo de la doctrina del Islam. Al mando de Yusuf ibn Tasufin, se fueron apoderando de los reinos de Taifa desde 1090, imponiendo un continuo saqueo de las ciudades. La conquista almorávide obligó a los judíos a exiliarse a los reinos cristianos del norte de España. Aunque una parte considerable de la población judía intentó permanecer en Al-Ándalus, la siguiente oleada de intolerancia, la almohade, dio el golpe de gracia a su presencia en tierras musulmanas. La invasión almohade arrasó la judería. Yacub ben Yusuf promulgó pena de muerte para todo el que no practicara la religión islámica y esto hizo inevitable la emigración y la completo abandono de la judería. Así ocurrió en la judería de Jaén, que sólo volvió a restablecerse ya en época cristiana, tras la conquista de la ciudad por el rey Fernando III en 1246.

No hay hasta el momento datos precisos que nos indiquen la ubicación exacta de la judería de Jaén en época musulmana. Durante la intolerancia almohade, que obliga a los judíos a abandonar Al-Ándalus y refugiarse en los territorios cristianos del norte de España, las aljamas quedaron vacías. Cuando los judíos regresan a Jaén con Fernando III, rey tolerante con los judíos, es posible que se establecieran en la antigua judería que dejaron al marcharse en vez de crear una nueva en un lugar distinto, tal y como ocurrió en otras ciudades de España. Actualmente los investigadores se inclinan a pensar que sí ocuparon el mismo espacio ya habitado con anterioridad.

Durante la Edad Media cristiana, entre la conquista de Jaén en 1246 y mediados del siglo XIV en que comienzan las grandes conversiones entre los judíos, el barrio que éstos habitaban parece ser el comprendido entre los actuales edificios del Convento de Santa Clara y la Iglesia de San Andrés. Los límites exactos de la antigua judería son aún hoy objeto de discusión. De lo que no parece haber duda es de que la actual calle de Santa Cruz era su vía principal. En ella, y a las espaldas del Monasterio de Santa Clara, se encontraba la sinagoga. El barrio quedaba conformado por un laberinto de calles estrechas que dispondrían de dos o tres salidas a las vías principales de la ciudad y que, por las noches, permanecían cerradas para evitar asaltos.

La presencia judía tras la reconquista fue muy temprana, como lo muestra el número de documentos pontificios referidos a la obligación de los judíos a pagar el diezmo. A finales del siglo XIII, la nueva judería de Jaén pagaba 25.000 maravedíes en concepto de diezmos a la Iglesia, prácticamente la misma que pagaba la judería de Córdoba, lo que pone de manifiesto la importancia de la de Jaén. También, en esa época, se pedía a los judíos de Jaén enviar un representante para que negociara con la Corona el monto del pago de su judería, en un momento en el que la comunidad se acercaba a los 1.500 habitantes.
Hasta mediados del siglo XIII, con Alfonso X el Sabio, los judíos jienenses vivieron una nueva etapa floreciente en sus trabajos de artesanos, mercaderes, médicos, cambistas y recaudadores de las rentas reales. A este último oficio se dedicaron, por ejemplo, Abraham Secuto, Yuçaf de Castro, Abraham ibn Aladep, Çaq de Castro y Samuel ibn Aladep. En Las siete partidas de Alfonso X señalan aspectos específicos de la convivencia de judíos y cristianos. La judería de Jaén disfrutó de esa convivencia, y de acuerdo con las normas legales, se definió un espacio y una autonomía similar a la que se daba en Castilla a las juderías, donde un tribunal propio resolvía conflictos y desavenencias entre judíos e incluso se hacía la recaudación de los impuestos para el rey.

Pero en la segunda mitad del siglo XIV se iniciará una época de persecuciones contra los judíos que culminará con su definitiva expulsión por los Reyes Católicos. En 1368, durante la guerra entre Enrique II, al que la ciudad de Jaén era fiel, y su hermano Pedro I, conocido por su papel protector de los judíos, las tropas nazaríes de Granada, fieles a Pedro I, entraron en la ciudad de Jaén y se llevaron prisioneros hasta 300 padres de familia de la comunidad judía a Granada, según escribió Samuel Zarza, en su libro Fuente de Vida:
“Jaén fue tomada por la fuerza y mataron a un número de hombres. Mas en los judíos ordenó el rey don Pedro que no pusieran la mano porque no tenían culpa. Pero que si querían cautivarlos, los cautivasen. Entonces llevaron prisioneros al reino de Granada hasta trescientos padres de familia que vivían en Jaén”.

La cifra de 300 padres de familia equivale a unas 1.500 personas, número ciertamente elevado, lo que colocaría a Jaén dentro de las más importantes en la España bajomedieval.

Durante la segunda mitad del siglo XIV, en parte a causa de las predicaciones del Arcediano de Écija, Ferrand Martínez, se desarrollaron la mayor parte de conversiones forzosas de los judíos y éstos tuvieron que transformar su sinagoga en la parroquia de Santa Cruz en 1391, formándose así con el tiempo la nueva colación o barrio de Santa Cruz. A partir de entonces, la población conversa habitó no sólo el espacio de la antigua aljama sino que se dispersó por los barrios de San Pedro, San Andrés, San Juan o San Ildefonso.

En 1473, el Condestable Miguel Lucas de Iranzo, gobernador de la ciudad de Jaén y protector de judíos y conversos, fue asesinado mientras rezaba en la Catedral. Una vez asesinado el condestable, la muchedumbre enfurecida fue en busca de Juan López de Marruecos, el converso alcaide de la fortaleza de Torredelcampo, para darle muerte junto con su familia. A continuación, el pueblo enfurecido se lanzó contra los conversos, convencido de que seguían siendo judíos. Así, Juan de Mariana dice en su Historia General de España:
“Esto fue a causa de que el odio y la envidia de la muchedumbre se revolviese contra él de tal guisa, que con cierta conjuración que hicieron un día le mataron en una iglesia en que oía misa. La rabia y furia fue tan arrebatada y tal el sobresalto, que apenas dieron lugar para que Doña Teresa de Torres, su mujer, y sus hijos, se recogiesen en el Alcázar. Como el Condestable pusiese las rodillas para facer oración, uno del pueblo, que más cera dél se falló, le dio tan grande golpe con una ballesta de acero en la cabeza, que dio en él en el suelo, e todos los que cerca dél estaban lo firieron con lanzas e espadas de tal manera que no quedó en él señal de persona humana, e luego todos juntos fueron a robar e matar los conversos”.

En 1483, los Reyes Católicos establecieron en Jaén el tercer tribunal de la Inquisición, tras los de Sevilla y Córdoba. Este dato demuestra el alto número de conversos que había en Jaén en ese momento, por encima de muchas otras ciudades. Los primeros inquisidores se alojaron en una casa que el Condestable Iranzo poseía dentro de la misma judería. Más tarde, el tribunal de la Inquisición se ubicó en el Convento de Santa Catalina Mártir (Convento de los Dominicos, hoy, Archivo Histórico Provincial) donde permaneció hasta el año de 1526. La Diócesis de Jaén contó durante la Edad Media con dos grandes obispos que ostentaron el cargo de Inquisidores Generales. El primero fue don Diego Deza, hombre de confianza de los Reyes Católicos y tutor de su hijo, el Príncipe Juan. Gran defensor de la aventura de Colón en América, influyó mucho en la Reina Isabel para que le apoyara en su viaje. Este obispo dirigió la diócesis jiennense desde 1497 hasta 1500, fecha en que fue trasladado a Sevilla, donde murió y está enterrado. El otro gran Inquisidor fue su sucesor, don Alonso Suárez de la Fuente del Sauz, quien consiguió impedir durante su episcopado el traslado del Tribunal de Jaén a Granada. Ocupó la cátedra de Jaén desde 1500 hasta 1520. Este obispo está enterrado en la Capilla Mayor o del Santo Rostro de la Catedral.

Finalmente, el Edicto de Expulsión firmado por los Reyes Católicos en 1492 supuso el gran destierro de los sefardíes, que se establecieron en Marruecos, Portugal, Italia, Grecia, Turquía o los Balcanes.

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