El seguimiento detenido de las huellas de los judíos
de Jaén, que poblaron este lugar durante casi doce siglos, permite al viajero
de nuestro tiempo adentrarse en el meollo de la ciudad, hasta el corazón
secreto en el que nacen las leyendas más reveladoras de su espíritu profundo.
Fuera de los límites estrictos de la judería tradicional, el friso gótico de la
catedral, los baños árabes de Villardompardo o el antiguo convento de los
dominicos, donde tuvo su sede la Inquisición, permiten completar el panorama de
un Jaén judío que perduró prácticamente hasta el siglo XVIII, largo tiempo
después de la expulsión de los hebreos andaluces en 1483.
Aunque los primeros documentos conservados se
remontan hasta la época visigótica, al año 612, cuando el rey Sisebuto prohibió
por ley a los judíos de Jaén tener esclavos cristianos, la presencia de judíos
en la ciudad, parece más que probable que el colectivo hebreo llegara mucho
antes. Seguramente, las primeras comunidades judías se establecieron en Jaén en
época romana, por lo que la comunidad judía que habitaba Jaén ya era importante
en el siglo VII.
La derrota de los visigodos y la llegada de los
musulmanes supuso una liberación para los judíos de la ciudad. No es improbable
que ayudaran a los nuevos amos de la situación y la comunidad judía prosperara
durante la época inicial de dominación islámica, en el siglo VIII. Se sabe que
en el siglo IX, Jaén contaba con una sinagoga y junto a ella una yeshivá o
centro donde se impartían estudios sobre la Torá y el Talmud. El geógrafo Abd
al-Nūr Al-Himyari afirma que a finales del siglo IX existían en Jaén cuatro
hammam o baños musulmanes alimentados con el agua procedente del Raudal de la
Magdalena, uno de los cuales era el Hammam Ibn Ishaq, el Baño de Ben Isaac, de
clara connotación judía. Este baño podría haber sido propiedad de Isaac Ben
Saprut, padre del afamado médico y diplomático jienense Hasday Ben Saprut.
Desde el año 2002 se vienen realizando excavaciones arqueológicas dentro del
entramado urbanístico de la judería y en ellas, en el solar existente entre las
calles Martínez Molina al Sur, Santa Clara al Norte, calle San Andrés al Oeste
y calle Los Caños y Murcia al Este, se ha dejado al descubierto una estructura
que podría identificarse con un baño que tal vez pueda ser el de Ibn Isaac. El
estudio continúa hoy abierto.
Hacia el año 910 ó 915 nace en Jaén Hasday Ben
Saprut, mano derecha de los califas Abderramán III y Al-Hakem II. Ben Shaprut
introdujo en Al-Ándalus las escuelas judías de Siria y Babilonia y mantuvo una
estrecha relación con el reino judío de los jázaros. Como médico, redescubrió
la fórmula para la elaboración de la triaca, un antídoto para el veneno, y
consiguió curar al rey Sancho el Craso de Navarra de su obesidad. Tradujo del
latín al árabe el importante tratado de plantas medicinales de Dioscórides.
Creó una magnífica biblioteca y se convirtió en mecenas de poetas y filósofos.
Hasday Ben Saprut llevó a su más alta cima la cultura hispano-hebrea.
En el siglo XI, tras la disgregación del Califato de
Córdoba y la siguiente disgregación de Al-Ándalus en Reinos de Taifas, Jaén
pasó a formar parte del reino zirí de Granada. De este momento se sabe que en
el año 1066 el gobernador de Jaén Musakhan permitió a Maksan, hijo del rey de
Granada hacerse con las riquezas de los judíos de la ciudad tras una revuelta.
En ese momento, la comunidad estaba regida por Rabí Isaac, amigo de Isaac
Al-Fasi, que vio como la tolerancia musulmana se acababa de repente con la
llegada de los almorávides. Los almorávides, llamados en auxilio de Al Ándalus
por el rey de la Taifa de Sevilla, Al Mutamid, tras la conquista de Toledo,
eran un pueblo del norte de África que predicaba el cumplimiento ortodoxo de la
doctrina del Islam. Al mando de Yusuf ibn Tasufin, se fueron apoderando de los
reinos de Taifa desde 1090, imponiendo un continuo saqueo de las ciudades. La
conquista almorávide obligó a los judíos a exiliarse a los reinos cristianos
del norte de España. Aunque una parte considerable de la población judía
intentó permanecer en Al-Ándalus, la siguiente oleada de intolerancia, la
almohade, dio el golpe de gracia a su presencia en tierras musulmanas. La
invasión almohade arrasó la judería. Yacub ben Yusuf promulgó pena de muerte
para todo el que no practicara la religión islámica y esto hizo inevitable la
emigración y la completo abandono de la judería. Así ocurrió en la judería de
Jaén, que sólo volvió a restablecerse ya en época cristiana, tras la conquista
de la ciudad por el rey Fernando III en 1246.
No hay hasta el momento datos precisos que nos
indiquen la ubicación exacta de la judería de Jaén en época musulmana. Durante
la intolerancia almohade, que obliga a los judíos a abandonar Al-Ándalus y
refugiarse en los territorios cristianos del norte de España, las aljamas quedaron
vacías. Cuando los judíos regresan a Jaén con Fernando III, rey tolerante con
los judíos, es posible que se establecieran en la antigua judería que dejaron
al marcharse en vez de crear una nueva en un lugar distinto, tal y como ocurrió
en otras ciudades de España. Actualmente los investigadores se inclinan a
pensar que sí ocuparon el mismo espacio ya habitado con anterioridad.
Durante la Edad Media cristiana, entre la conquista
de Jaén en 1246 y mediados del siglo XIV en que comienzan las grandes conversiones
entre los judíos, el barrio que éstos habitaban parece ser el comprendido entre
los actuales edificios del Convento de Santa Clara y la Iglesia de San Andrés.
Los límites exactos de la antigua judería son aún hoy objeto de discusión. De
lo que no parece haber duda es de que la actual calle de Santa Cruz era su vía
principal. En ella, y a las espaldas del Monasterio de Santa Clara, se
encontraba la sinagoga. El barrio quedaba conformado por un laberinto de calles
estrechas que dispondrían de dos o tres salidas a las vías principales de la
ciudad y que, por las noches, permanecían cerradas para evitar asaltos.
La presencia judía tras la reconquista fue muy
temprana, como lo muestra el número de documentos pontificios referidos a la
obligación de los judíos a pagar el diezmo. A finales del siglo XIII, la nueva
judería de Jaén pagaba 25.000 maravedíes en concepto de diezmos a la Iglesia,
prácticamente la misma que pagaba la judería de Córdoba, lo que pone de
manifiesto la importancia de la de Jaén. También, en esa época, se pedía a los
judíos de Jaén enviar un representante para que negociara con la Corona el
monto del pago de su judería, en un momento en el que la comunidad se acercaba
a los 1.500 habitantes.
Hasta mediados del siglo XIII, con Alfonso X el
Sabio, los judíos jienenses vivieron una nueva etapa floreciente en sus
trabajos de artesanos, mercaderes, médicos, cambistas y recaudadores de las
rentas reales. A este último oficio se dedicaron, por ejemplo, Abraham Secuto,
Yuçaf de Castro, Abraham ibn Aladep, Çaq de Castro y Samuel ibn Aladep. En Las
siete partidas de Alfonso X señalan aspectos específicos de la convivencia de
judíos y cristianos. La judería de Jaén disfrutó de esa convivencia, y de
acuerdo con las normas legales, se definió un espacio y una autonomía similar a
la que se daba en Castilla a las juderías, donde un tribunal propio resolvía
conflictos y desavenencias entre judíos e incluso se hacía la recaudación de
los impuestos para el rey.
Pero en la segunda mitad del siglo XIV se iniciará
una época de persecuciones contra los judíos que culminará con su definitiva
expulsión por los Reyes Católicos. En 1368, durante la guerra entre Enrique II,
al que la ciudad de Jaén era fiel, y su hermano Pedro I, conocido por su papel
protector de los judíos, las tropas nazaríes de Granada, fieles a Pedro I,
entraron en la ciudad de Jaén y se llevaron prisioneros hasta 300 padres de
familia de la comunidad judía a Granada, según escribió Samuel Zarza, en su
libro Fuente de Vida:
“Jaén fue tomada por la fuerza y mataron a un número
de hombres. Mas en los judíos ordenó el rey don Pedro que no pusieran la mano
porque no tenían culpa. Pero que si querían cautivarlos, los cautivasen.
Entonces llevaron prisioneros al reino de Granada hasta trescientos padres de
familia que vivían en Jaén”.
La cifra de 300 padres de familia equivale a unas
1.500 personas, número ciertamente elevado, lo que colocaría a Jaén dentro de
las más importantes en la España bajomedieval.
Durante la segunda mitad del siglo XIV, en parte a
causa de las predicaciones del Arcediano de Écija, Ferrand Martínez, se
desarrollaron la mayor parte de conversiones forzosas de los judíos y éstos
tuvieron que transformar su sinagoga en la parroquia de Santa Cruz en 1391,
formándose así con el tiempo la nueva colación o barrio de Santa Cruz. A partir
de entonces, la población conversa habitó no sólo el espacio de la antigua
aljama sino que se dispersó por los barrios de San Pedro, San Andrés, San Juan
o San Ildefonso.
En 1473, el Condestable Miguel Lucas de Iranzo,
gobernador de la ciudad de Jaén y protector de judíos y conversos, fue
asesinado mientras rezaba en la Catedral. Una vez asesinado el condestable, la
muchedumbre enfurecida fue en busca de Juan López de Marruecos, el converso
alcaide de la fortaleza de Torredelcampo, para darle muerte junto con su
familia. A continuación, el pueblo enfurecido se lanzó contra los conversos,
convencido de que seguían siendo judíos. Así, Juan de Mariana dice en su
Historia General de España:
“Esto fue a causa de que el odio y la envidia de la
muchedumbre se revolviese contra él de tal guisa, que con cierta conjuración
que hicieron un día le mataron en una iglesia en que oía misa. La rabia y furia
fue tan arrebatada y tal el sobresalto, que apenas dieron lugar para que Doña
Teresa de Torres, su mujer, y sus hijos, se recogiesen en el Alcázar. Como el
Condestable pusiese las rodillas para facer oración, uno del pueblo, que más
cera dél se falló, le dio tan grande golpe con una ballesta de acero en la
cabeza, que dio en él en el suelo, e todos los que cerca dél estaban lo
firieron con lanzas e espadas de tal manera que no quedó en él señal de persona
humana, e luego todos juntos fueron a robar e matar los conversos”.
En 1483, los Reyes Católicos establecieron en Jaén
el tercer tribunal de la Inquisición, tras los de Sevilla y Córdoba. Este dato
demuestra el alto número de conversos que había en Jaén en ese momento, por
encima de muchas otras ciudades. Los primeros inquisidores se alojaron en una
casa que el Condestable Iranzo poseía dentro de la misma judería. Más tarde, el
tribunal de la Inquisición se ubicó en el Convento de Santa Catalina Mártir
(Convento de los Dominicos, hoy, Archivo Histórico Provincial) donde permaneció
hasta el año de 1526. La Diócesis de Jaén contó durante la Edad Media con dos
grandes obispos que ostentaron el cargo de Inquisidores Generales. El primero
fue don Diego Deza, hombre de confianza de los Reyes Católicos y tutor de su
hijo, el Príncipe Juan. Gran defensor de la aventura de Colón en América,
influyó mucho en la Reina Isabel para que le apoyara en su viaje. Este obispo
dirigió la diócesis jiennense desde 1497 hasta 1500, fecha en que fue
trasladado a Sevilla, donde murió y está enterrado. El otro gran Inquisidor fue
su sucesor, don Alonso Suárez de la Fuente del Sauz, quien consiguió impedir
durante su episcopado el traslado del Tribunal de Jaén a Granada. Ocupó la
cátedra de Jaén desde 1500 hasta 1520. Este obispo está enterrado en la Capilla
Mayor o del Santo Rostro de la Catedral.
Finalmente, el Edicto de Expulsión firmado por los
Reyes Católicos en 1492 supuso el gran destierro de los sefardíes, que se
establecieron en Marruecos, Portugal, Italia, Grecia, Turquía o los Balcanes.
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