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domingo, 15 de diciembre de 2013

Pipirrana jaenera.


Ingredientes:
1 pimiento verde
1 pimiento rojo
1/2 kg de tomates
2 pepinos
2 dientes de ajo
1/2 cebolla
1 yema de huevo duro
1 trozo de miga de pan
Vinagre
Sal
Aceite virgen extra
Aceitunas 

Preparación:
Se lavan los pimientos, se eliminan las semillas y cortarlos en trozos muy pequeños. Pelar y trocear también los pepinos, los tomates y la cebolla. Todo picado en trozos muy pequeños.

Una vez cortado lo anterior pasar a un cuenco. En un mortero, hay que majar los dientes de ajo pelado, la yema del huevo y la miga de pan remojada en agua. Ir agregando el aceite y el vinagre, remover y sazonar hasta que se haga como una especie de salsa, la cual no debe estar muy espesa.

Este majado lo añadimos a la pipirrana en el cuenco y añadimos las aceitunas y la dejamos reposar en el frigorífico hasta que este bien fresca.

También se le puede añadir atún, pero esto es al gusto de cada cual.

La viuda de la Alpujarra.

Poco antes del cólera de 1935, vino a residir en Granada, desde uno de los pueblos de la Alpujarra, una madre anciana con tres hijas solteras, viuda de un teniente de carabineros retirado, que se murió de viejo y rabioso.

Tenía algunos posibles, y deseosa de colocar a sus vástagas, cosa difícil en el lugar, ideó como buscar lo mejor para ellas.

Alquilo una casa oculta y poco espaciosa en la Placeta de San Andrés, amueblándola como pudo.

El salón era de un baratillo, el testero principal, un retrato feroz del esposo, en que todo eran bigotes, y a un lado la espada, y al otro las charretas. A un costado la estampa del general Espartero y enfrente un cuadro con un escudo de nobleza, en que no faltaban las calderas y las raposas.

Doña Semproniana, que así se llamaba la vieja, tenía la locura de la aristocracia. Su abuelo fué mayorazgo, sus antepasados estuvieron en la Conquista, y tenían derecho a ser enterrados debajo de un ciruelo claudio que en el patio del cementerio plantó un sacristán que murió en olor de santidad.

Pero sus costumbres eran bien prosaicas, y ella cuidaba de sus guisos, y las niñas las demás menudencias del hogar.

La mayor respondía al nombre de Victoria, en recuerdo de una acción en que el padre conquistó a los contrabandistas un borrico cargado de tabaco filipino. En ideas igualaba a a su madre, por ser marquesa hubiera dado su alma al diablo, si este ángel caído se hubiera atrevido a aceptarla. Era muy seca, de las llamadas de dos espaldas, verde de color y cara de pocos amigos.

A la segunda la bautizaron el día de San Patricio. Más fea que la otra, gruesa y alta en demasía, con andares masculino, se le daba no obstante de romántica, bebía vinagre, aunque inútilmente, para borrar el color de sangre de toro de sus mofletes.

La última aparecía más horrible que las anteriores, y eso que pedir que más, fuera avaricia. Desmentía el adagio de que no hay quince años feos, y en el pueblo la llamaban Dibujo, pues su rostro era un empedrado de viruelas. Esta su especialidad consistía en los novios. De buen grado concedería el dulce si a un regimiento si se lo solicitara.

La madre, firme en la idea de la colocación de las  hijas, decidió recibir tertulia, pero de hombres tan sólo, pues temía la competencia de las de su sexo, por lo que afirmaban que, para faldas, bastantes había con las suyas.

Se puede figurar en que consistía las visitas. Militares, alférez el que más, y estudiantes de los de pupilo de buena casa.

Las escenas que allí ocurrieron son dignas de pasar a la posteridad. Todas las noches menudeaban las presentaciones, y la pobre señora no podía contar ni conocer quienes eran los contertulios.

Estos tomaron la casa por asalto. A las pocas horas ya no había silla sana, y eso que eran todo lo vastas y firmes que entonces se usaban. Una vez se comieron la ensalada, otra se perdieron embutidos que vinieron del pueblo. El acetre amanecía siempre colgado en la aldaba, menos cuando clavaron la puerta y tuvieron que subir por el balcón los operarios.

A la aristócrata le presentaron como vizconde a un practicante de Medicina, que todo lo gastaba en vestirse, y en seguida fue aceptado como novio y hasta amo de la casa. Le cosían la ropa, y dejo sin pañuelos del bolsillo a la familia. Este ocupaba el sillón de respeto, y hasta estaba facultado para echar firmas en el brasero, lo que a Doña Semproniana no permitía a los demás, llegando su rigidez a no soltar la paleta de la mano.

Patricia le daba bien al canto y la guitarra. Una vez cantó la Alala, y los tertulianos figuraron tal emoción, que se dejaron caer de espaldas y derribaron los dos velones de Lucena que alumbraban la fiesta. En otra, evitando el sentimentalismo por la catástrofe anterior, se entonó con las Caleseras. Al llegar al recitado del mayoral a las mulas, fue tal el coro de soó y arres dado por los estudiantes, acudió el alcalde de barrio y los serenos.

Así acababan las fiestas la mayor parte de las noches.

Patricia se enamoro de un abogado muy flaco y de tez amarilla, pero mas tunante que buen mozo. Llego a tanto el romanticismo, que figurando el galán que sus padres se oponían al enlace, convinieron en tomar veneno una noche al primer canto del gallo. En efecto, el chico llevó un frasco, que Patricia apuró sin vacilar; pero en vez de morirse, tuvo una semana entera de diarreas y perdió bastantes kilos que le sobraban. El frasco en vez de cicuta llevaba un brebaje con la sal de la higuera que le habían dado en la botica.

Victoria, estando hablando de madrugada con su vizconde, pues siempre escogían los taimados horas intempestivas, se vio sorprendida por un grupo fingiendo ser secuestradores para exigir un gran rescate por el título nobiliario, y disparando un tiro de sal al azar, con tan mala fortuna que fue a parar a Victoria, la cual tuvo que rascarse su cuerpo durante dos meses.

Pero la mayor hazaña fue ejecutada con el Dibujo. Un cadete se encargó de enamorarla, haciéndose el celoso extremo. En una de las pavas le exigió que con las manos cruzadas jurase su eterna pasión. Así lo hizo la simple, sacando los brazos por la reja, y acto continuo dos compinches que estaban al acecho, la ataron a los hierros con un fuerte cordel, armando después tal ruido, que todo el vecindario se asomó a las ventanas, mofándose de aquella victima de Cupido.

Tuvo que escarmentar Doña Semproniana, aunque se entiende que los novios no volvieron más, y sólo admitía los que creía de mas edad y formales. Pero uno de estos, a quien creía un tonto porque era de pocas palabras, pero de malos hechos, cuando estaban mas contentos departiendo de los anteriores abusos, de pronto vació sobre el brasero una vejiga que llevaba llena de agua; y mientras la confusión de la humareda y de extenderse la ceniza por rostros y vestidos, incendió con fósforos los afelpados, y por poco el episodio concluye en tragedia.

Aconsejó la Autoridad a la viuda que se dejase de saraos, y a poco la epidemia, con una valentía sin ejemplo, hizo presa en las dos hijas mayores, llevándoselas a descansar eternamente.

Pero con Dibujo no pudo la cólera. Se volvieron a la Alpujarra, y las noticias que llegaban eran que esta padecía de terribles insomnios. Pero una criada socarrona explicaba el caso diciendo, que en la habitación quedaba encendido un candil, y al verse en la sombra de la pared se asustaba de ella misma y con justicia. Aconsejó que se apagase la luz, y volvió el sosiego; era evidente, añadía, que Dibujo no podía dormir de fea. 





sábado, 14 de diciembre de 2013

El Castillo de Santa Catalina.


El acceso al Castillo de Santa Catalina se puede hacer en coche desde la carretera de Circunvalación en dirección al Parador de Turismo. Si os gusta el ejercicio, subís hasta la carretera y desde ella sale una trocha por la que se llega al castillo. En la boscosa parte baja se puede apreciar y pasear, entre olivos, por un buen tramo del cinturón del muro anejo al castillo.
Los primeros indicios de ocupación de Cerro de Santa Catalina se remontan a la Edad de Bronce, correspondiendo a restos cerámicos hallados en la ladera norte y en la cima, sin evidencias concretas en cuanto al tipo de hábitat.

Los primeros elementos defensivos que se advierten en el Cerro de Santa Catalina datan de la época ibérica; son restos ciclópeos situados en la ladera septentrional del cerro y correspondientes a un oppidum, y relacionado especialmente con el cercano asentamiento del Puente Tablas, del cual habría absorbido su población tras un primer de este último abandono que se aprecia en la transición entre el siglo IV a.C. y el III. La función propiamente militar del cerro se remonta a la época cartaginesa, cuando Anibal construyo una importante fortaleza para proteger la colonia cartaginesa que fundó en la ciudad, una instalación que sería mantenida y reforzada por los romanos tras la conquista.

En época islámica (a partir del siglo VIII) comienza la reconstrucción del nuevo recinto fortificado en la cumbre del cerro, que sufriría progresivas ampliaciones hasta alcanzar su máximo tamaño entre los siglos XII y XIII. Así pues, junto al Castillo de Santa Catalina, donde hoy está el Parador Nacional, existió una fortaleza anterior de origen árabe, el Alcázar Viejo, de la que aún quedan algunas evidencias.

La construcción visible actual es de origen cristiano, siendo erigida tras la conquista de la ciudad de Fernando III el Santo, en 1246 el rey Aben Alhamar de Arjona entregó pacíficamente la fortaleza. Con esta entrega y el reconocimiento de su vasallaje, Alhamar ganó la protección de Castilla y pudo fundar la dinastía nazarita de Granada, que pervivió durante dos siglos y medio.

Cuenta la leyenda que Santa Catalina de Alejandría, una de las patronas de la órdenes militares de caballería y muy venerada por los mozárabes de Jaén, se apareció una noche en sueños al rey Fernando III cuando este iba a desistir de su empeño por tomar Jaén. Santa Catalina lo animó a continuar y a los pocos días entró en la ciudad y colgó su escudo de armas sobre la torre del Alcázar Viejo. La primera decisión del rey de Castilla fue edificar un nuevo Alcázar en la zona mas próxima a la cresta rocosa del cerro. En la torre de Santa Catalina se venera la imagen de la patrona de Jaén, Santa Catalina.

Durante el siglo XV se llevaron a cabo unas reformas impulsadas por el Condestable de Castilla Miguel Lucas de Iranzo, que dio lugar a la unión del Alcázar Nuevo y el Alcázar de Abrehuy, separados hasta entonces por una explanada. Estas obras finalizarían con la construcción de la Torre del Homenaje. Aunque el Alcázar Nuevo fue mandado construir por Fernando III, fueron Alfonso X el Sabio y Fernando IV los reyes que intensificaron y culminaron las obras.

En el siglo XIX, cuando Napoleón Bonaparte entra en España y sus tropas llegan hasta la ciudad de Jaén, el Castillo de Santa Catalina fue modificado por las tropas napoleónicas, que destruirían parte del aljibe, con objeto de albergar en su interior un polvorín, donde surgirían dos habitaciones usadas como caballerizas. Un hospital sería construido por los franceses, que se asentaron con gusto en este castillo durante la ocupación francesa, de tal forma que se realizaron varias reformas dentro de las cuales están los pabellones para el gobernador, una plataforma artillera o incluso una área de oficinas. A la salida de la ciudad de los franceses volaron el castillo para que otras tropas no pudieran usarlo.

En la actualidad tan sólo se conserva el Alcázar Nuevo, así como resquicios y evidencias de otras construcciones del pasado. El 3 de Junio de 1931, se declaró mediante un Decreto Monumento Histórico Artístico. En 1948 el Ayuntamiento de Jaén compró el castillo, pasando a ser propiedad de la ciudad. Sobre los restos que ocupaban las otras dos fortalezas, se construyó en 1965 el actual Parador Nacional de Turismo, cuyas obras destruyeron irreparablemente numerosas estructuras y niveles arqueológicos, a la vez que se ocultaban otras tras refuerzos de mampostería. Como establecimiento hotelero, ha sido incluido entre los diez mejores castillos de Europa en los que hospedarse por los usuarios de TripAdvisor.

Lo primero que sorprende es su emplazamiento y el ancho paisaje que se divisa a su alrededor. Pocas fortalezas de España tienen un horizonte tan ancho y abierto. La planta ovalada de la fortaleza está flanqueada por cinco torreones y la sólida y altiva torre del Homenaje, cuyos recios muros construidos en mampostería encierran la sala de recepción y conferencias de la planta baja y la sala de audiovisuales donde cada media hora se proyecta en una pantalla de tres dimensiones una película que tiene como protagonista al Lagarto de Jaén, germen de la mas conocida de las leyendas de la capital. En la torre  de las Damas se exponen piezas arqueológicas y maquetas, mmientras que en la torre de Santa Catalina se venera la imagen de la que es la patrona de la ciudad. La torre Albarrana, separada por un arco del muro principal, acoge paneles informativos y pantallas táctiles que ilustran sobre asuntos relacionados con los muchos encantos de Jaén. La torre de la Vela o de la Guardia fue construida en el siglo XI. Tras la conquista cristiana fue integrada dentro de una torre pentagonal de mampostería separada por dos estancias. Desde sus almenas, a través de señales luminosas o de humo, se establecía comunicación con otras torres próximas al entorno. En su interior se recuerdan los años de la invsión francesa, uno de los episodios más dramaticos de la historia de España. Los franceses, que destruyeron buena parte del patrimonio de la capital, abandonaron Jaén el 17 de septiembre de 1812, no sin antes bombardear la mayor parte del Alcázar jienense. Los años de la invasión gala se recuerdan también en la prisión del castillo donde en una de las celdas está preso Pedro de Alcalde, cabecilla de un grupo de insurgentes contra el poder napoleónico.

Ubicada a la izquierda del castillo se encuentra La Cruz, en el punto más elevado de la ciudad, se observa La Cruz de Jaén, famosa si bien no por su valor intrínseco, si por ser un perenne símbolo de la ciudad. Se dice que esta cruz monumental hace memmoria a la que en aquel mismo lugar mandó colocar Fernando III el Santo tras arrebatar la fortaleza al rey AlHamar, y es que aunque este monumento se reconoce y caracteriza por sus grandes dimensiones, cuenta la leyenda que, en realidad, esta cruz había sido anteriormente de madera o piedra de unas proporciones mucho más pequeñas, frecuentemente derribada por el formidable viento tan típico de Jaén.

La Cruz actual es una donación de la familia Balguerias, existiendo una lápida de mármol gris donde se inscribe y hace referencia a la cesión de esta cruz para la ciudad de Jaén por parte de la misma. 






jueves, 12 de diciembre de 2013

Dau Essebaj. Luz de la Aurora.

Reinaba Jusef III, décimotercer soberano de la dinastía de los Nazaritas.

Número fatidico, según las predicciones de loa astrólogos.

Y que lo fué para Granada, bien lo dice la leyenda.

Triste año de 1410. El infante de Castilla Don Fernando, que durante la minoría de Don Juan II tantos laureles ofreció a su patria, salió en el mes de Abril de la ciudad de Córdoba al frente de un formidable ejercito cristiano.

Al atravesar las llanura de Écija, se les incorporó el caudillo de la legión sevillana, el adelantado de Andalucía Perafán de Ribera, que conducía como segura prenda de la victoria la espada del Rey Santo.

Tiernísima y edificante fué la entrega del venerado trofeo. El infante salió a larga distancia a recibir a los soldados de la fe, e hincando una rodilla en tierra, besó con gran veneración la reliquia.

Perafán de Ribera la empuñó entonces y, cercado de cruces y banderas y entusiasmado con el sonido marcial de mil clarines, cuyos ecos atronaban los vecinos campos, la dejó pendiente del arnés del esforzado príncipe.

Con tan poderoso refuerzo, atravesó cauteloso la frontera, llegando sin obstáculos a divisar la plaza enemiga, que deseaba conquistar, y que después de ganada le sirvió de glorioso sobrenombre. Antequera, la populosa y renombrada ciudad árabe, cuya vega en riqueza y fertilidad sólo podía compararse con la granadina. Los moros la habían edificado en una altura, utilizando para una solida fortaleza los restos de otra romana. El río Guadalhorce fertilizaba sus tierras, y la rodeaban los torrentes del Alcázar y de las Adelfas. El infante acertadamente dispuso sus huestes, y comenzó el asedio.

En vano Jusef reforzó la guarnición y encomendó la defensa al bizarro Alkarmen, uno de sus mejores adalides. Inútil el socorro que llevaron los principes Aly y Ahmed. Nada pudieron lograr con su esfuerzo.

A los cinco meses de una resistencia heróica, Don Fernando enarboló su estandarte en la Alcazaba, bendiciendo el Arzobispo de Santiago la pagana mezquita y convirtiéndose en púlpito el alminar desde donde el Almuedin había llamado a los musulmanes a practicar los ritos del Corán.

Y los desgraciados habitantes de la fértil comarca que aún conservaban la vida, tuvieron que abandonar sus hogares, y amparándose en la capital del reino, les fueron concedidos valiosos terrenos en las faldas del palacio arábico, y como para una nueva custodia de los tesoros de la Alhambra, formaron muy en breve el barrio de la Antequeruela.

Dos poderosos señores castellanos, Don Iñigo de Stuñiga y Don Juan de Castañeda, tuvieron una fuerte desavenencia. Concertaron un desafío; pero no pudiendo llevarlo a cabo en su país por la prohibición de la reina gobernadora, acudieron en demanda de campo neutral al monarca granadino.

Jusef lo concedió, buscando manera de avenirlos, como lo obtuvo antes de derramarse sangre, y en la zambra verificada en su real palacio, los guerreros se abrazaron en testimonio de sincera amistad, obteniendo la conducta del caballeresco rey moro las simpatías de toda España.

Acompañando a Don Iñigo vino un gallardo paje de apenas veinte años, y de una fisonomía seductora. Gaston de Rosales era de una familia de León,de ascendientes muy valerosos, y así no se extrañaba su decidida afición a las lides. Pero además de sus prendas personales, tocaba diestramente el laud, y se distinguía en las danzas y recreos moriscos que le enseñara un renegado en el castillo de sus padres. Por la misma causa hablaba muy bien el árabe, y así es que fijó la atención de las damas granadinas.

En el último sarao que para despedida de los hidalgos castellanos dispuso el monarca, Gastón tuvo por pareja a Zelima, hija de Zaide, jefe de la caballería musulmana. Era una hermosura, una de aqullas de la más privilegiadas de su raza, así lo dicen las crónicas de su tiempo. Era zegrí, con toda la arrogancia de los suyos, y con todo el encanto y la inocencia de los quince años que tenía.

Pareja más igual en hermosura y gallardía no había en el sarao del magnifico salón de Embajadores.

Todas las miradas se fijaban en ellos. El rey regaló al paje una lujosa banda, y muchos capitanes infieles que conversaban con él, le donaron primorosas armas.

La mañana en que los guerreros cristianos, al despuntar la aurora, salían con su acompañamiento por la puerta de Elvira, echaron de menos a Gastón. Pero Don Iñigo atribuyó esta falta a que se detendría saludando a tantos amigos como en la ciudad dejaba el lindo paje; y picando espuelas, determinaron esperarlo en el primer descanso que hicieran en el camino. Mas todo fue inútil; el mancebo no se divisaba, y llegaron a la frontera sin que se les incorporase. Allí despacharon correos a la ciudad, pero sin obtener noticias de él.

La cadena que lo sujetaba no era de hierro, sino de flores, y los eslabones de esta son más imposibles de romperse.

Como siempre ocurre, el amor había hecho de las suyas.

Gastón se quedó oculto en casa de un hermano de Ahmet, su servidor en su país, y vistiendo el traje morisco, buscó ocasión de hablar con Zaida en los jardines de su palacio. Fueron muchas noches seguidas.

Apenas el centinela de la puerta de Bib-Monaita la franqueaba para el paso de los vecinos del populoso barrio, Gastón se dirigía a su oculta vivienda, pasando el día en componer frases en loor de la joven sarracena.

Iban a colmarse sus deseos, y en el mayor misterio se disponía el regreso a la patria para desposarse son Zaida ante los altares de la Virgen, cuando ocurrió un suceso que lleno de asombro a la corte musulmana.

Existía en Granada una bellísima mora de la noble estirpe aldoradina, que pocos meses antes había llegado de Fez, en unión de su hermano Rednán, famoso guerrero entre los suyos, con una misiva secreta de su soberano para Jusef. Este le hizo la más benévola acogida,y le dio a habitar uno de los carmenes del Dauro. Ella se llamaba Dau Essebaj, en castellano Luz de la Aurora. Y bien merecía este nombre. De alta estatura, morena, con ojos y cabellos negros, de cintura como las palmeras de su país natal, y  de labios rojos como los claveles de los adarves, fue el blanco de las pretensiones de todos los galanes de la corte.

Pero su corazón era insensible. Y eso que pasaba de veinte años. Pero ver a Gastón y sentir una pasión inmensa, fue obra de pocos minutos. Sin embargo, el paje no reparó siquiera en la dama.

Ella, celosa como los tigres del desierto, valiéndose de un esclavo, supo enterarse de los amores del paje, y luchando con su tormento y la nobleza de su alma, resolvió morir de pena al sentir el desaire del hombre que por primera vez había hacho latir su corazón.

Rednán, que la amaba en extremo, viéndola consumirse como rosa que se marchita, interrogó a sus servidores, y supo la causa de su desgracia. Su coraje no tuvo limites. Un vil cristiano despreciar a la hermosura más ponderada, por cuyas venas corría sangre de reyes, no era ofensa que pudiera quedar sin castigo.

Valiéndose del astuto esclavo, acechó una noche a Gastón, y lanzándole su reto, le obligó a tirar de la espada. Este, desprevenido, ignorando la causa de aquella feroz acometida, se defendió mal, y el alfanje del africano hendió su cuello, yendo a caer exánime a las puertas de Zaida.

Cuando el rey tuvo noticia del hecho y se identificó la persona del paje, hizo embalsamar su cadáver, enviándolo con lucido séquito a Castílla.

No pudo descubrirse el matador. Pocos días después murieron Zaida y Luz de la Aurora, sin que los mas famosos médicos determinaran su enfermedad. Sólo un anciano alquimista, que vivía retirado del mundo en una cueva de Sierra Nevada, al ser llamado a examinar los cadáveres, afirmó que la muerte de amor era la que se retrataba en sus inmóviles facciones.

Jusuf mandó construirles juntos los mausoleos que encerraran sus restos, los que las jóvenes granadinas cubrían continuamente de flores.

Algunos siglos después, al descubrirse la Rauda o panteón árabe que existió frente al constado de la iglesia de Santa María de la Alhambra, se vieron dos magníficas tumbas, en las que aún podían leerse los nombres de las doncellas que murieron de amor, según las crónicas de principios del siglo XX.

lunes, 9 de diciembre de 2013

El Santo Rostro de Jaén


Cuentan los evangelios apócrifos que cuando Jesús portaba la cruz hacia el monte Calvario, una mujer se acercó para limpiarle el sudor del rostro. La imagen de su cara quedó estampada tres veces porque el sudario estaba doblado. Uno de estos rostros es el que, según la tradición, se guarda bajo siete llaves en una urna en la Catedral de Jaén.

¿Y como llegó el Santo Rostro de Cristo hasta Jaén? Según una leyenda, el obispo estaba cenando tranquilamente cuando escucho las voces y risas de unos diablillos que tenía encerrados en una redoma. El obispo se acercó con sigilo hasta el jarrón para escuchar a esos seres que contaban cómo en el infierno estaban esperando la muerte del Papa, quien por sus pecados estaba condenado a las llamas eternas.

Preocupado por el destino del Santo Padre, el obispo quiso avisarle y conseguir su arrepentimiento para arrebatar su alma al demonio. Pero no era tarea fácil. Solamente viajando hasta Roma podría hablar con el Pontífice, pero sabía que no llegaría a tiempo. Se le ocurrió entonces convencer a uno de los diablillos para que le llevara volando hasta la ciudad santa. Uno de ellos aceptó a cambio de las suculentas sobras de todas las cenas del obispo, quien disfrutaba cada jornada de un autentico festín.

El obispo liberó de su encierro a la infernal criatura, que le llevó sobre su lomo hasta el Vaticano. Allí pudo hablar con el Papa, que se quedo impresionado por todo lo que le anunciaba el obispo de Jaén. Después de muchos rezos, bendiciones y purificaciones con agua bendita, el obispo consiguió salvar el alma del Pontífice, que se arrepintió de todos sus pecados.  En agradecimiento le entregó el sudario con el Santo Rostro y con él bajo brazo, y de nuevo gracias al diablillo, volvió a Jaén.

La criatura esperaba ansiosa su gastronómica recompensa, pero no fue tan bueno el trato como esperaba. A partir de entonces y hasta su muerte, el obispo solamente cenó un plato de nueces y el hambriento diablillo se tuvo que conformar con las cáscaras de las nueces.


Barrio del Albayzín

Zona Albayzín


Para comer:

-Restaurante Aben Humeya. ++++
 Cuesta de las Tomasas 12.
 Teléfono 958226665
 http://abenhumeya.com

-Restaurante El Balcón de San Nicolás. +++
 C/Altaracena Vieja 4.
 Teléfono 958285714
 http://elbalcondesannicolas.com

-Restaurante El Agua. ¿?
 Placeta del Aljibe Trillo 7.
 Teléfono 958224356
 www.elaguarestaurante.es

-Restaurante El Trillo. +++
 Callejón Aljibe del Trillo 3.
 Teléfono 958225182
 http://eltrillorestaurante.com

-Restaurante El Huerto de Juan Ranas. +++
 C/Alatarazana Vieja 6.
 Teléfono 958286925
 www.elhuertadejuanranas.com

-Jardines de Zoraya. ++
 C/Panaderos 32.
 Teléfono 958206266
 http://jardinesdezoraya.com

-Carmen de las Tomasas. ++++
 Carril de San Agustín 4.
 Teléfono 958224108
 http://lastomasas.com

-Carmen Mirador de Aixa. ++++
 Carril de San Agustín 2.
 Teléfono 958223616
 www.miradordeaixa.com

-Mirador de Morayma. ++++
 Pianista García Carrillo 2.
 Teléfono 958228290
 http://miradordemorayma.com

-Restaurante San Nicolás. ++++
 Plaza San Nicolás 3.
 Teléfono 958272842
 www.restaurantesannicolas.com

-Restaurante Ruta del Azafrán. +++
 Paseo de los Tristes 1
 Teléfono 958226882
 http://rutadelazafran.com

-Restaurante Casa Torcuato. ¿?
 C/Pages 31.
 Teléfono 958202818
 www.restaurantecasatorcuato.com

-El Lagarto de Lorca. ¿?
 C/San Miguel Bajo 25.
 Teléfono 958563542

-Puerta de las Pesas. ¿?
 C/Puerta Nueva 3.
 Teléfono 661014924

Tapeo:

-Bar Aixa.+++
 Plaza Larga.
 Teléfono 958275042

-Bar Los Caracoles Aliatar. ++++
 Plaza Aliatar 4.
 Teléfono 650877353

-En un lugar de la Alhambra. ¿?
 Carrera del Darro 51.

-El Horno de Paquito. ¿?
 C/San Buenaventura 18.
 Teléfono 958205812

-Bodega La Bella y La Bestia. ++
 Carrera del Darro 37.
 Teléfono 958223413

-La Fontana. ¿?
 Carrera del Darro 19.
 Teléfono 958227759

-Cafe Bar El Ladrillo. ¿?
 Plaza Fátima.

-Bar Los Mascarrones. ++
 C/Pages 18.

-El Pañero. ++
 Plaza Aliatar.

-Bar Ras. +++
 Carrera del Darro 66.

Zona Plaza Nueva

Tapear:

-Antigua Bodega Castañeda. ++
 C/Elvira 5
 Teléfono 958229706

-Bodegas Castañeda. ++++
 C/Almireceros 1.
 Teléfono 958215464

-Bodegas La Mancha. ++++
 C/Joaquin Costa 10.

-La Gran Taberna. ++++
 Plaza Nueva 2.
 Teléfono 958228846

-Casa de Todos. ++
 C/Pan.
 Teléfono 958228062

-La Antigualla. +++
 C/Elvira.

-La Riviera. +++
 c/Cetti Meriem 7
 Teléfono 958227969

-La Vinoteca.+++
 c/Alireceros 5.
 Teléfono 958220975

-Bar Los Diamantes. ++++
 Plaza Nueva 13.
 Teléfono 958075313

-Mesón Andaluz. ++
 c/Cetti Meriem 10.
 Teléfono 958227357

-Minotauro. ++
 c/Elvira.

-Taberna Salinas.+++
 c/Elvira 13.

-Bar León. ++++
 c/Pan 1.
 Teléfono 958225143

viernes, 6 de diciembre de 2013

Los Romanos en Jaén.


La ciudad de Jaén fue un importante enclave romano desde el año 207 a.C. cuando Publio Cornelio Escipión se la arrebato a los cartagineses en el contexto de la 2ª Guerra Púnica. Muy apreciada por su fertilidad, sería convertida en municipio con derecho latino por Vesparsiano ya durante el Imperio Romano.

Aurgi, después de haberse aliado con los cartagineses y haber resistido al ejército romano, debió de estar entre las ciudades de tipo estipendaria, sometida a una fuerte presión fiscal, a una dura explotación económica y a la ocupación de tropas romanas.La administración romana, con sus numerosos funcionarios, unos itálicos y otros indígenas afectos a Roma, fue realizando poco a poco la romanización de la zona, la extensión del uso del idioma latino entre los indígenas, y la adopción de usos y costumbres romanos, perdiéndose con el tiempo los propios.

Entre los municipios latinos con la denominación de "municipium Flavium" están Aurgi(Jaén), Baesucci(Vilchez), Vivatia(Baeza) y Sosontigi(Alcaudete).

Sobre el año 212 el Emperador Caracalla, decidió que Aurgi pasara a ser "Municipium" y sus habitantes ciudadanos romanos de derecho latino. En honor de los emperadores de la dinastía, se llamo Aurgi Municipium Flavim.

En el castizo barrio de La Magdalena es donde han aparecido la mayor parte de las inscripciones y restos romanos, por lo que sería el espacio donde posiblemente se ubicaría la ciudad flavia.

En este barrio encontramos restos de muralla en los alrededores. El viario del "municipium" se configura octoginal, formando manzanas de diversos tamaños; sus vías principales son el "cardus maximus", orientado de norte a sur(lo que serían hoy las calles Magdalena y Martínez Molina) y el "decumanus maximus" de este a oeste, la actual Santa Úrsula. El abastecimiento de agua a la ciudad se resuelve constuyendo un "aqueductus". Su presencia en la ciudad se constata desde la época de los 70 en la zona conocida como Senda de los Huertos, momento en que fue demolido a consecuencia de la expansión de la moderna ciudad de Jaén. Cruzaba el Barranco de los Escuderos y suministraba el valioso fluido a las fuentes públicas y a los edificios principales a través de conducciones. Las excavaciones arqueológicas descubrieron diversas losas de piedra caliza cuadradas y de mármol, bajo el actual patio de la iglesia de la Magdalena, que sin duda corresponderían a las distintas salas de estos baños o "termae".

Sobre el Jaén romano, están actualmente la Parroquia de la Magdalena, el Convento de Santa Úrsula, el Hospital Viejo, el caserío circundante y algunos solares.

En otro extremo de Jaén, junto a la Senda de los Huertos y el Puente de Santa Ana, había también unos arcos muy antiguos, que eran  considerados como restos de un acueduto romano. También lo que hoy es el cuartel de la Guardia Civil en la carretera de Cordoba, se encontraron importantes restos, pero la construcción del edificio hizo imposible nuevas exploraciones.

Como principales restos y elementos arqueológicos puedo citar: La Alameda y las termas, la fuente de la Magdalena, el acueducto romano, diversas villas romanas por la zona de Marroquies Altos y diversas esculturas romanas encontradas por la zona de la plaza de la Magdalena.

La economía aurgitana se basó principalmente en la agricultura. Las numerosas villas y asentamientos romanos cuyos vestigios aparecen repartidos por toda la comarca, nos muestran que la época romana, la agricultura, estaba muy explotada en toda la campiña y alrededores de Aurgi. La trilogía mediterránea, trigo, olivo y vid eran tambien en aquel tiempo la principal producción del campo de nuestra tierra y la principal ocupación de sus habitantes.

Se dice que la extensión del olivar en Jaén se produjo en el siglo XIX, esto es verdaderamente cierto a media, aunque en esta época se propago el cultivo del olivo hasta casi convertirse en monocultivo, en tiempos romanos se cultivaba también en gran abundancia. Dan testimonio de ello las numerosas piezas encontradas en Jaén relacionadas con la fabricación de aceite que se pueden visitar tanto en el Museo Provincial de Artes y Costumbres Populares, e incluso en poblaciones como Alcalá la Real. El aceite se exportaba a Roma y otro lugares a través de los puertos de Corduba, Hispalis y Malaca. El aceite era transportado en ánforas de gruesa cerámica, de las que también se conservan abundantes muestras en todos los museos, y de cuyos restos hay formado en Roma un montículo que por el origen de los materiales se llama "Monte Testaccio".


Albaycin III. Desde el Mirador de San Cristobal al Mirador de San Nicolas.

Durante este recorrido os enseñare la parte alta del Albaycin.



Comenzamos por el Mirador de San Cristóbal,es uno de los puntos mas altos de los caminos de circulación de Granada, desde aquí podemos ver toda la ciudad, ademas de ver todo el Albaycin. A espaldas del Mirador, cruzando la carretera de Murcia, se encuentra la Iglesia de San Cristóbal, una pieza de arquitectura religiosa mudéjar, fue construida en el 1501 sobre la mezquita de la Saria.




La iglesia parroquial de San Cristóbal fue erigida en 1501, formando parte del programa de creación de las 23 parroquiales granadinas en que fue dividida la demarcación eclesiástica de la ciudad tras la conversión forzosa de los moriscos, aprovechando los edificios de mezquitas preexistentes por imperativos ideológicos, si bien éstas pronto resultaron inadecuadas funcional y espacialmente, siendo paulatinamente demolidas. Su arquitectura responde al modelo más representativo de la primera etapa de cristianización de la ciudad, en el que predominan las estructuras de tradición gótica castellana, como las bóvedas de crucería, a las que se añaden elementos mudéjares como las armaduras de madera y la sencilla portada ojival de ladrillo. Se levanta sobre el cerro del mismo nombre, que al ser de los más altos de Granada, permite que se configure como uno de los hitos visuales más importantes del Albayzín.

En torno a la iglesia se encuentra el Aljibe de San Cristóbal, esta datado en el siglo XII, uno de los mas antiguos del Albaycin. El conjunto es una notable obra de ingeniería: una escalera de planta pentagonal de 6'30 metros de profundidad salva el desnivel entre la acequia de Aynadamar y el aljibe, al que suministra agua una mina subterránea todavía conservada, que proviene de un tomadero junto a la Casa de los Mascarones. El depósito, de 13m3, es de planta rectangular, con bóveda de cañón. Tiene una portada monumental de arco de herradura ligeramente apuntado, con la boca de medio punto y un brocal romano de acarreo. En la base de la escalera se abren una pequeña cueva y otra mina que cruza bajo la iglesia. El conjunto se restauró en 1989.

Cruzamos la carretera de nuevo y cogeremos la calle Larga de San Cristóbal, doblamos la primera calle a mano derecha (callejón del Matadero)  y al final desembocamos en la Placeta de San Bartolomé. 



En ella nos encontraremos una cruz de piedra, esta es una sustitución de otra anterior que fue derribada en 1932. También nos encontramos la Iglesia de San Bartolomé, empezada en 1542 por Francisco Hernández  de Móstoles y terminada por López Arias y Martín Escobar en 1553. El aljibe de la Cruz de Piedra recibe su nombre de la placeta homónima en la que está ubicado, fue construido en el siglo XIV en el periodo nazarí. Según Seco de Lucena, en este lugar existió una mezquita, llamada de los Conversos (Masyid al-Taibin),  debe subrayarse la asociación tan marcada entre los edificios religiosos hispanomusulmanes y los depósitos de agua a ellos pertenecientes, que sí han llegado a nuestros días, por el sentido de uso público por concesión divina que para la cultura islámica tenía el agua. Este depósito, como casi la totalidad de los aljibes públicos del Albayzín, se surtía de la acequia de Aynadamar o de la Fuente de las Lágrimas (Ayn al-Dama), procedente de Fuente Grande, cerca de Alfacar. El de la Cruz de Piedra es de planta rectangular, cubierto con dos bóvedas de cañón apuntadas, que se cortan ortogonalmente formando aristas. Sus muros son de tapial, aunque, al igual que las bóvedas, de ladrillo en la parte superior. La solería, por su parte, es de hormigón de cal. Presenta desde el interior la zona de la boca tres losas de piedra Elvira superpuestas, a modo de brocal. Su capacidad total es de 17 metros cúbicos, por lo que se sitúa en el reducido grupo de aljibes hispanomusulmanes granadinos de tamaño pequeño, de menos de 20 metros cúbicos.

Continuamos por la calle San Gregorio Alto, esta calle era una de las mas importantes, ya que concluía en la puerta de Fajalauza que era una de las salidas del arrabal, y por tanto de Granada.

La puerta de Fajalauza es uno de los seis accesos que tuvo la muralla del Albaicín o cerca de Don Gonzálo, fue levantada a mediados del siglo XIV por el hayib Ridwan, ministro de Yusuf I, para la defensa del primitivo arrabal de los Halconeros o del Albaicín(Rabad al-Bayyazin). Constituye pues el acceso a la parte más elevada del Albaicín nazarí y cristiano comunicando en época cristiana dicho arrabal, con el de los Alfareros, situado a extramuros entre esta puerta y el convento de San Antonio y San Diego, actualmente desaparecido. En este lugar, desde 1517, existieron activos talleres de cerámica, uno de los cuales, ha permanecido activo hasta nuestros días, pasando así a denominarse la cerámica popular granadina como cerámica de Fajalauza.
Posee gran importancia histórica ya que en ella se produjeron acontecimientos históricos de gran calado. Fue en este lugar donde el rey Boabdil, último rey alhamar, entró secretamente al barrio del Albaicín en 1486 para arrebatar el trono a su tío el Zagal que estaba instalado en la Alhambra. También ya en el periodo cristiano la puerta constituyó en época de la Guerra de los Moriscos de Granada (1568-1570) uno de los puntos de encuentro previstos por los sublevados para el alzamiento del Albaicín. 
El aspecto original de la puerta no ha llegado hasta nuestros días ya que a lo largo del tiempo ha sufrido numerosas transformaciones. La primera de ellas se cree que fue realizada en la primera mitad del siglo XVII, cuando se colocó una capilla o tribuna dedicada a San Antonio que pretendía sacralizar bajo la advocación de un santo patrono una antigua puerta defensiva.
En 1899 sufrió varios desperfectos debido al derribo de una casa que estaba adosada a ella, también en el siglo XIX sufrió transformaciones y en el siglo XX se produjeron varias restauraciones dejando finalmente el aspecto actual que presenta. Actualmente la puerta de Fajalauza está formada por una gran torre almenada, de planta un cuadrilátero irregular, en la que se abre un pasadizo, cubierto con bóveda de ladrillo apainada, aunque a simple vista ofrece el aspecto de bóveda apuntada, que se apoya en dos grandes bloques de argamasa de cal que lo flanquean. En el costado del pasadizo orientado a levante existe un arco de ladrillo de medio punto, hoy cegado, que permite acceder a la azotea ubicada sobre el pasadizo y comunicar la puerta con el lienzo de cerca que viene desde San Miguel Alto. El acceso actual a la torre y terraza se hace hoy día por el lado opuesto, a través de una casa particular.

A mitad de la calle esta la Iglesia de San Gregorio Alto, ya constaba como parroquial en 1501, aunque hasta el 1526 no se empieza a levantar como tal. De estilo mudejar, aunque reformada hace poco tiempo. Construida en la primera mitad del XVI en el lugar ocupado por una mezquita, era uno de los templos más pequeños y sencillos de Granada. Cubierta por armaduras mudéjares, a fines del siglo XIX se hundió la de la nave, conservándose la de la capilla mayor. La original torre se encuentra tras la cabecera del templo, justo en el eje de la puerta, disposición muy poco usual en la arquitectura granadina. Dentro de la torre existe una capillita con cúpula semiesférica. Una desafortunada intervención, en los últimos años del siglo XX, supuso la sustitución de la armadura, incluido el arco que separaba la capilla mayor, por una estructura de hierro camuflada con elementos de las techumbres deshechas.



Continuamos hasta la Placeta de la Cruz Piedra, un cruce de vías urbanas y ensanchamiento dentro de las murallas. Tomamos a mano derecha la calle de San Luis, recibe este nombre por la parroquia que se halla a mitad de la calle, la cual se encuentra casi arruinada. seguimos descendiendo por la calle hasta la calle Aljibe de la Vieja, por el camino nos encontramos varios aljibes que sería interesarse por lo menos pararse un minuto. Desde aquí llegaremos a otro ensanche del Albaycin, la Placeta del Mentidero. Merece la pena volver la vista en esta lugar para observar la Iglesia de San Miguel Alto, construida sobre una torre de muralla musulmana, siendo la edificación actual un proyecto del siglo XIX.




Continuando por la calle llegamos a la Plaza del Aliatar, es un espacio urbano por excelencia en el Albaycin, y por que no decir de Granada, muy visitado por gente de aquí y por gente de fuera.




Subiremos la calle Pages hasta la Placeta de Fátima, continuamos con nuestra ascensión hasta la confluencia de la calle del Agua, en este punto esta la Casa de los Mascarones, palacio señorial de Don Pedro Soto de Rojas, construida en el siglo XVI.




Continuamos por la calle del Agua, toma este nombre por los conductos hidráulicos que llevaban el agua desde la acequia de Aydanamar hasta los baños públicos que existían en la época islámica en la Plaza Larga, esta acequia se surtía de la Fuente Grande, situada a unos 10 km de la ciudad en Alfacar.




Ya en la plaza Larga, que fue el centro comercial e institucional del barrio, antes de la conquista de la ciudad se llamaba rahbat al-Ziyada, en ella nos encontramos una de las entradas antiguas a la ciudad, la cual se atravesaria por el Arco de las Pesas, antiguamente llamada la Bab al-Ziyada. 

La puerta de las Pesas ubicada junto a la actual Plaza Larga es una de los accesos que formó parte de la muralla que cercaba la Alcazaba Qadima. Su nombre más popular se debe a que allí se depositaban las pesas confiscadas por defectuosa, desde que a finales del siglo XVI la plaza del Ensanche y la inmediata Plaza Larga, construida en 1576, se convirtieran en el centro neurálgico del Albaicín repoblado tras la guerra de los Moriscos, con Carnicerías y otros establecimientos públicos propios, independientes de los creados en la ciudad baja. 

De esta renovación urbana da fe la lápida conmemorativa quinientista colocada en la propia Puerta: “Esta plaza, y el matadero y carnicería y lavadero de este Albaicín se ha hecho de hacienda de Su Majestad, por orden de los señores de su Consejo, siendo uno de ellos el corregidor de ésta y general, el muy ilustre señor Arévalo de Suazo, comendador de Santiago, y el muy ilustre señor Tello González de Aguilar. Año de 1576.
Sobre su datación cronológica existen varias hipótesis de las cuales la más aceptada es que, fue edificada en el periodo de la invasión almorávide cuando este pueblo de origen bereber fijó la capitalidad de Al-Andalus en la propia Granada, tras derrocar a Abd Allah, el último monarca zirí, para facilitar la comunicación entre la Alcazaba Qadima y el incipiente arrabal del Albaicín.
Ubicada en el costado de una torre, consta de fachada exterior con superposición de arcos de herradura y medio punto, pasadizo de codo sencillo con bóveda baída en el ángulo y vano interior de medio punto. Junto a la entrada posee restos de dos tacas u hornacinas, quizás dedicadas a alguna efigie de época cristiana.  El arco de herradura de la portada presenta dovelas de piedra de la Malahá, enjarjadas y alfiz con dintel de ladrillo, de manera análoga a la disposición de Puerta Monaita. La portada interna, que da paso a la Alcazaba, presenta arco de medio punto, con la clave formada por ladrillos tumbados enseñando los cantos. Una de los aspectos más destacados de esta puerta es que se cree que fue una de las primeras puertas en recodo de la arquitectura hispanomusulmana.

Continuamos el paseo por la Calle Panaderos, esta calle fue uno de los ejes fundamentales del arrabal, ya que unía la Plaza Larga con la mezquita-aljama al final de la calle. A la mitad de la calle, a la derecha, tomaremos la calle del Horno del Moral, es una calle paralela a la muralla, aunque no sea visible, llegamos a la Placeta de la Charca y ascendemos por unos escalones a la derecha que nos llevara directamente al Mirador de San Nicolás. 



Desde este mirador, puede ser que encontréis las mejores vistas al Palacio Rojo, también disfrutareis de las personas tan variopintas que conforman el entorno. 


domingo, 1 de diciembre de 2013

Caracoles a la Granaina

Ingredientes:
1 kg de caracoles
1 cebolla
1 pimiento verde
100 gr de tomate natural triturado
100 gr de almendras
6 dientes de ajo
2 pimientos coloraos secos
2 rebanadas de pan tostao
2 guindillas
Harina
Vinagre
Sal 
Aceite
Cominos

Preparación:
Se lavan los caracoles con agua y sal, por lo menos se tendrán que dar tres aclarados.

Se pone una cacerola con agua al fuego para que vaya calentándose.

Cuando estén limpios los caracoles, se echan al agua caliente, le fuego bajo-mediano, cuando empiecen a sacar las cabezas los caracoles ir subiendo el fuego poco a poco y, cuando tengan las cabezas fuera, subir el fuego al máximo. Así hasta que el agua no salga sucia de los caracoles, puede ser de 4 a 5 veces mínimo, ya se pueden hervir los caracoles con el fuego mas fuerte.

Primera fritura: hacer un sofrito con la cebolla, pimiento verde y el tomate. Cuando lo tengamos lo pasamos al vaso de la batidora.
Segunda fritura: en otra sartén, freímos los ajos, pimientos coloraos, almendras y el pan. Una vez todo echo, se añade al vaso de la batidora, se le añade la guindilla, vinagre y agua y se bate todo.

Se escurren los caracoles y se vuelven a poner en la olla, en la cual se volcara toda lo batido y se le añade agua.

En una sartén se tostará 2-3 cucharadas soperas de harina(según como os guste de espesor) se disuelve con un poco de agua y se le añade a los caracoles.

Lo dejamos cocer unos 30 minutos y a disfrutar.