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martes, 28 de enero de 2014

Romanos en Granada.


Durante el siglo IV a.C. aparece en el Mediterráneo, dispuesto a tomar el relevo a cartaginenses, fenicios y griegos: Roma. Si con griegos y fenicios se trató de una disputa comercial y política que acabó con la absorción de los territorios de ambos, Cartago disponía de suficiente poder militar para plantar cara a la nueva república y frenar sus ánimos expansionistas. Las primeras batallas se decantaron a favor de los romanos en Córcega, Cerdeña y Sicilia pero el verdadero campo de batalla fue la península ibérica, en donde ambos contendientes emplearon buna parte de sus fuerzas.
La expulsión de las islas italianas forzó al los cartaginenses a dirigir sus pasos, para garantizar su propia supervivencia como potencia comercial y militar, hacia la península. Amílcar Barca desembarca con sus tropas en Cádiz en el año 237 a.C. sometiendo todo el valle del Guadalquivir dirigiéndose entonces hacia el este, llegando al territorio de los bastetanos, dejando a un lado a los lusitanos que parecían un rival más difícil y tenían menos interés político y económico ya que estaban menos desarrollados y existían menos ciudades aptas para implantar un sistema de ciudades aliadas; además interesaba dirigirse hacia el este para frenar en lo posible el avance de los romanos.
Frente a Barca, los romanos envían a Publio Cornelio Escipión al frente de un notable ejército quien consigue derrotar al cartaginés e integra, aproximadamente hacia el año 200 a.C., toda la provincia de Granada en la órbita del imperio romano. Esta inicial ocupación no fue, sin embargo, todo lo intensa que se podría esperar de un pueblo metódico y bien organizado como era el romano debido a que, por un lado, existió resistencia entre los pobladores hacia el conquistador y, por otro lado, a que la turbulenta situación política interna de la república romana de los siglos II y I a.C. tampoco favorecía la expansión. Existe, incluso, constancia de que alrededor del año 197 a.C se produjero revueltas contra el ocupante romano en la zona de la Alpujarra.
En cualquier caso la venida de Julio César hasta tierras hispanas para luchar contra su rival Pompeyo acabó determinando el establecimiento definitivo del Roma, con su cultura, su organización, su moneda y su lengua en la provincia de Granada. Incluso algunas ciudades cambiaron temporalmente sus nombres para mayor gloria de los nuevos conquistadores: Iliturgi fue Forum Juluim, Artigi (Alhama) fue Juliense y Vesci (Huétor) fue Faventia.
El establecimiento del imperio en Roma, a partir del año 31 a.C. supuso la llegada definitiva de la pax romana a la península. La actual provincia de Granada quedó dividida entre las provincias romanas Tarraconensis (todo el noreste de la provincia) y Bética (el centro y oeste, el valle del Genil). En Guadix se estableció una importante colonia y puesto militar (Julia Gemella Acci) en la que se levantaron importantes templos y edificaciones siguiendo los cánones y la estética de la metrópoli. La agricultura conoció un avance notable con la incorporación de nuevas técnicas de regadío y del arado romano. Se establecieron caminos siguiendo el esquema romano de calzadas que enlazaban cada una de las ciudades y se construyeron pequeños circos y teatros conforme al signo de los tiempos.
La economía en su conjunto conoce un crecimiento significativo al abrigo del comercio interno y con la propia metrópoli y se explotan minas, se comercia con productos de la pesca hacia el interior, el vino y el aceite parten por mar hacia Roma.
La propia Illiberis crece durante esas fechas hasta disponer de foro, anfiteatro, y templos, santuarios, gimnasios y termas. Las construcciones civiles se extienden por toda la provincia y se generalizan los acueductos y baños (La Malaha, Alhama, Graena, Sierra Elvira, Lanjarón…).
Toda esta bonanza y prosperidad comienza a desmoronarse a finales del siglo II de nuestra era, a la par del propio debilitamiento de la Roma imperial bajo la presión de los pueblos bárbaros del norte: el comercio sufre una fuerte regresión y las ciudades empiezan a fortificarse para prevenir las hordas de vándalos que abren paso a la dominación visigoda sobre la península y sobre la provincia de Granada en particular. El cambio del sistema agrícola del colonato romano a la implantación de la esclavitud conlleva una enorme pérdida de productividad y a falta de un nuevo esquema de poder, las ciudades optan por cerrarse sobre sí mismas y se acaba un período de prosperidad de dos siglos.

sábado, 25 de enero de 2014

Conociendo La Merced, El Sagrario y San Idelfonso.

Empezamos nuestro recorrido desde la Plaza Cervantes, continuación de la calle Cerón, en donde se encuentra El antiguo Casino de los Artesanos, fundado en 1.857 por el sastre D. Marino Ximénez bajo el nombre de Círculo Industrial, y toma su actual denominación en 1.869. Fue saqueado por los franceses en la Guerra de la Independencia. Formó parte del Palacio del Condestable y fue visitado por el Rey D. Alfonso XIII en la tarde del 15 de Mayo de 1.904. Hoy en día es el Patronato de Asuntos Sociales.

Subimos hacia la Plaza de la Audiencia y tomamos la calle Maestra, en ella se encuentra El Palacio del Condestable Iranzo, también llamado Casa Palacio del Condestable Don Miguel Lucas de Iranzo, es un inmueble de estilo mudéjar de Jaén. El lugar donde se encuentra era el sitio en el que se establecieron las familias más nobles y poderosas de la ciudad, situándose junto a la catedral y a los poderes civiles, y que supuso el asentamiento de la burguesía jiennense en dicha zona, construyendo sus viviendas, caracterizadas por el uso comercial en la planta baja, en una apuesta estilística que va del modernismo al regionalismo, a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX.
La destrucción de los palacios musulmanes tras la Reconquista ha limitado la representación de la residencia aristocrática en Jaén al antiguo Alcázar, actual castillo de Santa Catalina, que responde a una tipología de fortaleza, y a los restos del palacio del Condestable Miguel Lucas de Iranzo, construcción en la que intervinieron alarifes y artesanos moriscos que dejaron su impronta en las yeserías y en el imponente alfarje del salón donde se ubica. El palacio refleja el carácter y gusto predominante, dentro de la arquitectura civil, en las provincias de Andalucía a partir del siglo XV, así también como muestra de la pervivencia del arte hispano-musulmán en los territorios conquistados por los cristianos, que ha dejado buena muestra de ello en los alfarjes que aún conserva. De esta forma el inmueble reúne una compleja estratigrafía arquitectónica, que documentalmente es rastreable desde mediados del siglo XV.
Posteriormente, parte del palacio se transformó en el denominado Casino Primitivo a partir de 1919, resultando ser el germen del nacimiento de otros casinos en la localidad, convirtiéndose, además, en lugar privado al que acudían las personalidades más relevantes dentro de la vida social de la ciudad, continuando su importancia durante el siglo XIX.
La casa fue adquirida por Miguel Lucas de Iranzo convirtiéndose en su lugar de residencia desde 1462, realizando grandes obras que la transformaron por completo, convirtiéndolo en un suntuoso palacio mudéjar. El palacio ocupaba originariamente una gran extensión del parcelario, cuyos límites descritos en las crónicas lo sitúan entre la calle Maestra, plaza de la Audiencia, calle Colón y calle Cerón, sin llegar a conocerse la extensión completa que originariamente abarcaba el mismo.
A la muerte del Condestable en 1473 pasó a manos de los Marqueses de Villardompardo, sus herederos, hasta que llegó a la posesión de los Marqueses de Bélgida, que lo modificaron, vendiendo una parte a Fernando de Aranda en 1805. Pese a las modificaciones, a mediados del siglo XIX aún conservaba vestigios de su primitivo esplendor.
En la segunda mitad del siglo XIX sufrió una gran transformación, levantándose sobre algunas zonas del edificio un teatro, varias viviendas y el popular Casino Primitivo. En 1892 el palacio fue adquirido por el arquitecto Justino Flores Llamas, quien en 1919 vendió al Casino Primitivo la parte principal del palacio, volviendo a sufrir nuevas obras en 1928, que alteraron de manera notable su fisonomía, pero conservando aún los restos de su esplendor monumental.
El edificio que da a la calle Maestra sufrió una remodelación, con el fin de adaptarlo a las instalaciones que albergaron el Casino Primitivo. En la parte oeste, junto a la antigua fachada principal, se han construido nuevos edificios en lo que fuera apeadero y patio.



En frente tomaremos la calle Madre de Dios y nos encontramos de frente el Arco de San Lorenzoes parte de la extinta Iglesia de San Lorenzo, erigida entre los siglos XIII y XIV. Su interior atesora azulejos y artesonados moriscos, así como una pequeña capilla. Es sede de la Asociación Amigos de San Antón.
Se dice que aquí se veló el cadáver de Fernando IV el Emplazado, muerto trágicamente en Jaén el 7 de septiembre de 1312. Por este motivo se realizó a lo largo de los siglos un responso en el Arco durante los entierros de los obispos de la ciudad.
Aquí se bautizó, el 6 de julio de 1555, a Maximiliano de Austria, tío de Carlos I.
En el Arco está sepultado Juan de Olid, secretario del Condestable Miguel Lucas de Iranzo. La pequeña capilla sirvió de titular del cercano Hospital de la Madre de Dios, fundado en una casa aledaña en 1491 por don Luis de Torres, hijo del Condestable Iranzo. Fue también capilla del primer Seminario Conciliar de Jaén, fundado en 1620.
En 1825 la iglesia de San Lorenzo se derrumbó a causa de su abandono, quedando sólo en pie el Arco. La parroquia y el archivo se trasladaron a la iglesia de San Bartolomé, y su tesoro artístico se reparte entre San Bartolomé y la Merced.
Fue declarado Monumento Nacional en 1877 gracias al trabajo de un grupo de giennenses que se enfrentó a una campaña en pro de su total demolición.
En 1969 la Dirección General de Bellas Artes comienza su restauración, que estuvo dirigida por el arquitecto jiennense Luis Berges Roldán.
La iglesia era de una sola nave y se situaba en lo que hoy son los números 2 y 4 de la calle San Lorenzo. Destacaba por sus tesoros artísticos, entre ellos un retablo de Ánimas, una tabla de Santo Domingo y San Bartolomé de la Cuesta y el legendario lienzo del Cristo de las Injurias, todos ellos depositados actualmente en la cercana iglesia de La Merced.
La capilla está cubierta de bóveda de ladrillo, en cuyo centro hay un colgante de yesería del que engancha una lámpara votiva. Toda la pared de la capilla está cubierta por un zócalo de alicatado mudéjar de gran valor artístico.
Sobre el altar hay un nicho de arco rebajado que alberga un crucifijo sobre fondo de damasco rojo. Este nicho está decorado con fina yesería mudéjar que recorre a manera de festón todos los paneles de azulejos. En los dos laterales de la entrada hay una inscripción en letra gótica que dice:
Esta capilla de Jesús Nazareno es.../...del Hospital de la Madre de Dios.

Continuamos nuestro paseo hacia la plaza de la Merced, nos encontramos a la izquierda la calle Compañía, aquí se encuentra el Convento de los Jesuitas, en él residió el Colegio y Residencia de la Compañía de Jesús, desde 1614 a su expulsión en 1767. Después el edificio se transformó en Monte de Piedad y en Reales Estudios de la Concordia. Luego entre 1812 y 1836, sería convento de P.P. Agustinos; en 1838, Colegio de Humanidades de Ntra. Sra. de la Capilla.
Luego en 1842, fue sede del Instituto de Segunda Enseñanza, hasta que en 1970 se abandonó el edificio. También fue sede de la Escuela de Magisterio (1842), Museo de pinturas (1846) y Biblioteca (1840-1969).
Dispone el edificio de una iglesia que abre su puerta a la calle con una sencilla fachada con el escudo de Carlos III en la clave del arco . El interior resctangular, se cubre con una bóveda de cañón. Fue reconstruida en 1868 para destinarla al Paraninfo del Instituto, en varias ocasiones sirvió como iglesia auxiliar de la Parroquia de San Bartolomé.
Actualmente es sede del Conservatorio Profesional de Música. En su paranifo se ofrecen conciertos organizados por el propio conservatorio y otros organismos públicos.

Retrocedemos nuestros pasos y entramos en la plaza de la Merced. En esta plaza tenemos que contemplar el Palacio del Capitán Quesada, era la Casa Señorial del Capitán Fernando de Quesada Ulloa, que fue Veinticuatro de la Ciudad, y Corregidor en Cádiz, Jerez de la Frontera y Gibraltar. Es una construcción de mediados del siglo XVI. Fachada de gran empaque cuyo conjunto se remata con galería de arcos de medio punto. También destaca la torre situada en un extremo del edificio, decorado con ventanas geminadas, y debajo de los balcones unos medallones emblemáticos de héroes clásicos. Su interior, después de ser restaurado, ha recuperado una nueva imagen con un patio con arcos sobre columnas toscanas. Actualmente alberga el Negociado de Urbanismo del Ayuntamiento.
Enfrente se encuentra la Iglesia de la MercedEl Convento de la Merced se construyó en 1580, sobre la antigua ermita de San Sebastián y estuvo ocupado por la Orden de la Merced, que se encontraba en la ciudad desde su reconquista en 1288, hasta el siglo XIX, cuando son obligados a marcharse a causa de las desamortizaciones. La iglesia se construyó tiempo después, a principios del siglo XVIII siendo bendecida el 23 de enero de 1727.
En 1885, se instala una nueva comunidad, los claretianos.
El 20 de julio de 1936, durante la Guerra Civil, el convento fue asaltado por unos milicianos que asesinaron a cinco religiosos y convirtiendo el convento en asilo de refugiados de guerra.
En el 1970, la iglesia es nombrada parroquia con el nombre de Nuestra Señora de la Merced.
En la actualidad es sede de la cofradía de los Estudiantes y de la cofradía de la Virgen de la Cabeza. En el pasado residieron en está iglesia las cofradías de Nuestro padre Jesús, del Santo Sepulcro, del Cristo de la Buena Muerte y del Cristo de la Expiración.
Así mismo nos encontramos al lado de la iglesia, la Fuente NuevaLas primeras noticias documentadas que se tienen de ella datan de 1.712, conociéndose en aquella época como Fuente Nueva del Conde de Torralba, aunque la inscripción que se puede apreciar en lápida lateral sitúa su construcción en 1.504. Adosada a uno de los edificios de la manzana, se surtía con agua del raudal del Alamillo y en tiempos tenía un gran pilar-abrevadero, hoy desaparecido. Separado de él, por un pasillo para el público, se alzaba el cuerpo monumental. En el primer espacio se abren dos hornacinas en las que se ubican los caños. El segundo cuerpo, almohadillado, se remata en dos volutas a modo de frontón con dos bolas de cerámica vidriada incrustadas. Este cuerpo se decora con tres escudos. En el centro el escudo de España; a su izquierda un escudo sin identificar y a su derecha el de la ciudad de Jaén.

Continuamos por la calle Merced Alta hasta que llegamos al Cantón de Jesús y desde aquí bajamos hacia la Carrera de Jesús. 



Al bajar por el Cantón se encuentra el Camarín de JesúsEl Santuario de Nuestro Padre Jesús Nazareno se encuentra en la Iglesia de San José, del desaparecido convento de los Carmelitas Descalzos, de Jaén. En su interior se encuentra el Camarín de Jesús, lugar en el que se venera la imagen de Nuestro Padre Jasús Nazareno, de la Antigua, Insigne y Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores, más conocido como El Abuelo.
La iglesia del convento de San José de los Carmelitas Descalzos se encuentra en el número 35 de la calle Carrera de Jesús, en el Barrio de La Merced, quedando enlazado con una cadena monumental que se inicia en la Santa Iglesia Catedral y continúa entre caserones nobles, el monasterio de Santa Teresa de Jesús de las Carmelitas Descalzas, el lienzo de las antiguas murallas y el torreón del conde de Torralba.
El Convento de San José, de los padres Carmelitas Descalzos se fundó el 5 de junio de 1588 por el Padre Jerónimo Gracián sobre unas casas propiedad del canónigo Juan Pérez de Godoy, existentes en el arrabal de Santa Ana, a las afueras de la Puerta de Granada, y bajo la protección del obispo don Francisco Sarmiento de Mendoza. En torno a 1588 y 1594 se fundó la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Posteriormente se comenzó la construcción de la iglesia y la actual capilla para la imagen, según trazas del maestro mayor de las obras de la catedral, Blas Antonio Delgado y más tarde ampliada por el entonces maestro mayor Gonzalo Rabanales, Colocándose el Santísimo en su Capilla Mayor el 3 de febrero de 1619. Todo el complejo respondía arquitectónicamente al patrón de los monasterios carmelitanos.
Las desamortizaciones de 1811, 1821 y finalmente la de 1835 suprimierón el convento y la cofradía abandonó la capilla para trasladarse al Sagrario. El inmueble fue utilizado como Colegio Militar de Cadetes, primero y como cuartel del Regimiento Provincial de Murcia en 1835. Posteriormente, fue Comandancia de la Guardia Civil y en 1926 se transformó en casa de vecinos.
Finalmente, en 1960 se intentó demoler el edificio, desapareciendo el convento en 1979, tras lo cual se inició una intensa camapaña para salvar la iglesia que concluyó el 25 de abril de 1980 con la declaración, por parte del Ministerio de Cultura, como Monumento Histórico-Artístico, impidiéndose su demolición. En el año 2000 el Ayuntamiento de Jaén inició la expropiación y la Junta de Andalucía la declaraba Bien de Interés Cultural por Decreto 133/2003, de 13 de mayo.

Continuamos por la Carrera de Jesús y nos encontramos a la izquierda el Torreón del Conde Torralba, el resto más visible de lo que fuera la muralla árabe, que arrancaba del castillo de Santa Catalina y bajaba por el monte rodeando la ciudad. Fue reforzado y ampliado por los cristianos, y después de su utilización meramente defensiva, mantuvo una función fiscal, pues en sus puertas y portillos se cobraban los impuestos sobre las mercancías que entraban y salían de la ciudad. El Torreón Conde de Torralba está realizado en sillería y cuenta con una sala amplia que recoge la luz por tres saeteras. Se accede desde el adarve cubierto por dos arcos de ladrillo. Fue restaurado en 1972.

En frente nos encontramos el Convento de Santa Teresase ubica en la Carrera de Jesús, cercano al convento de San José de los Carmelitas Descalzos. Fue fundado por el matrimonio Francisco Palomino Ulloa y Juana de Quesada, en 1615, para ello donaron su casa y la de Alonso de Guzmán, una de esas casas era el antiguo palacio del Cardenal Esteban Gabriel Merino en la primera mitad del siglo XVI, ya que su escudo se encuentra en un vano sobre la puerta interior del refectorio.
En este monasterio se conservan muchas obras del convento de las carmelitas de Beas de Segura, que al desaparecer se llevaron a Jaén. Ejemplo de estas son la campana que llevó Santa Teresa de Jesús y un manuscrito de San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, el llamado Manuscrito de Jaén.
La iglesia data de la segunda mitad del siglo XVII (1673) y es obra de Eufrasio López de Rojas, quien la costeó pues tenía dos hijas religiosas en dicho convento. Es un templo de austero estilo carmelitano, de una sola nave rectangular cubierta con bóveda de cañón con lunetos y un presbiterio cubierto con media naranja sobre pechinas, decorada con doble fila concéntrica de placas trapezoidales en torno al anillo de la linterna. El coro va en alto a los pies cerrado en su frente con celosía. En cuanto al alzado de la nave se dividen los muros por pilares toscanos y no presenta más vanos que el de la puerta de entrada. Es notable el retablo mayor, con lienzos de los siglos XVII y XVIII. Otra decoración la aportan los numerosos lienzos que tapizan los laterales y el testero del fondo del presbiterio. En la portada destaca el concepto geométrico decorativo con una sencilla composición. Una línea de molduras planas y de óvalo enmarca, trazando una cruz, el arco de entrada y el nicho que va por encima, dos elementos tradicionales en las portadas de la época. Suprimiendo el entablamento y embebiendo las pilastras, se consigue que el plano más llamativo sea el nicho, en cuyo interior destaca una figura exenta de Santa Teresa y rematándolo un frontón triangular roto del que se eleva una sencilla cruz.



Partimos hacia la Plaza Santa María, se encuentra frente a la fachada principal de la Catedral de la Asunción de Jaén, el Palacio Episcopal y el Palacio Municipal. En la plaza confluyen las calles de las Campanas, Carrera de Jesús, Príncipe Alfonso, Obispo González y Maestra.
En abril de 2011 se inauguró la última remodelación de la plaza, diseñada por el arquitecto Salvador Pérez Arroyo. La solería está compuesta por bloques de granito con incrustaciones de piezas de bronce. El conjunto presenta referencias a la catedral, utiliza el número áureo y una de las torres de la catedral actúa como reloj de sol. Igualmente existen unas fuentes rasantes en el pavimento que recuerdan un antiguo manantial natural que afloraba en está plaza. En la zona existente ante los palacios municipal y episcopal se han plantado algunos ejemplares de moreras estériles para que sus frutos no manchen el pavimento.

Aquí encontramos el Palacio Episcopalestá construido sobre un palacio del siglo XV, reformado en los años ochenta, manteniéndose la fachada original. En los laterales de la puerta encontramos los escudos episcopales y, rompiendo el frontón, el escudo real flanqueado por los del obispo Tavera. En el resto de fachadas y en el interior se conservan los escudos de distintos obispos.

También se encuentra la Casa del Deán. Y por supuesto la Catedral de Jaén, de la cual ya teneís un articulo aparte en este blog.

A espaldas de la Catedral, nos encontramos con el Palacio de los Vélezes un edificio datado en el siglo XVII, aunque fue mandado construir en el año 1506 por Don Alfonso Vélez de Mendoza, caballero de Jaén y su procurador en Cortes. La fachada se sustituyó por la actual de 1630. En él destacamos su fachada de galería porticada en el que se pueden observar algunos escudos nobiliarios. Este Palacio también posee un pequeño jardincillo en el que encontraremos una fuente adosada. Hoy en día, el Palacio de los Vélez se ha convertido en la sede del Colegio Oficial de Arquitectos.



Enfrente esta el Palacio Covaleda Nicuesa, este edificio de fachada del siglo XVII, fue propiedad de los Covaleda Nicuesa. Se accede a él por una puerta con arco de medio punto enmarcado entre pilastras almohadilladas, sobre ella se encuentra un balcón almohadillado flaqueado por dos tenantes con escudos nobiliarios y remata el conjunto un frontón partido con un escudo en su centro. De su interior destaca un oratorio barroco.

Iremos hacia la calle Ancha y en ella nos encontramos al principio el Palacio Marqués de Navalsequilla, se trata de uno de los antiguos palacios conservados todavía que se construyeron en el conocido como "Arrabal de San Ildefonso", hoy barrio del mismo nombre. Este palacio, sito en la señorial calle Muñoz Garnica (antes "Ancha del Arrabal"), fue ampliado en una planta en su última reforma. Está reconstruido, convertido en viviendas y en el desaparecido cine Alkazar en 1978 por el arquitecto Luis Berges Roldán.
El edificio se divide en cuatro cuerpos, siendo lo más interesante el último y más reciente cuerpo, con sus alternancias de galerías de arco de medio punto.
En la misma calle encontramos hermosos edificios, incluso uno con la tradicional torre-mirador, vestigio de aquella aristocracia local que salió del primer recinto murario con el objeto de poder construirse mejores casas y con mayor amplitud, pues esos terrenos no estaban, en principio, constreñidos a las primitivas murallas.

Por el Pasaje de San Francisco llegamos a la Carrera o calle Bernabé Soriano, al inicio de la calle se encuentran el Palacio Provincial o Palacio de la Diputación Provincial es la sede actual de la Diputación Provincial de Jaén y es una obra del siglo XIX. Se edificó sobre el solar del Real Convento de Nuestro Seráfico Padre San Francisco de Asís derribado en 1867, que había sido residencia de Fernando III de Castilla tras la conquista de la ciudad. Este proyecto ecléctico fue obra de Jorge Porrua y Moreno. La portada queda resaltada con triple vano de arcos de medio punto. En el patio interior destaca una fuente monumental procedente del Antiguo Convento de Santo Domingo de La Guardia de Jaén. El palacio cuenta con una interesante colección pictórica repartida por sus dependencias.
La Diputación se ubicó en distintos edificios del casco antiguo de la capital hasta que en 1891 el gobierno provincial se trasladó a la Plaza de San Francisco donde se encuentra actualmente, presidiendo el paso de la calle Bernabé Soriano, desde la vecindad de la Catedral.
El primer edificio que alberga la Institución fue el Real Convento de Nuestro Seráfico Padre San Francisco de Asís , situado en el mismo lugar en el que se encuentra actualmente, construido en 1246 por Fernando III el Santo como Palacio con capilla y donado en 1354 por el rey Pedro I de Castilla a los frailes franciscanos. Con la desamortización, al igual que el resto de los conventos de la ciudad, pasará a manos públicas alojando la Diputación.
Fue el mal estado del edificio obligó a la Diputación Provincial a itinerar por otros enclaves de la capital, siempre con el deseo de retornar a aquel lugar. A mediados de 1867, el convento en ruinas, fue demolido para levantar en el mismo lugar, tras casi treinta años de construcción, el actual Palacio Provincial. El proyecto corrió a cargo de Jorge Porrua y Moreno, premiado en la Exposición Provincial de 1878.

Bajamos por la Plaza del Pósito y nos dirigimos hasta la Plaza del Deán Mazas y aquí está el Palacio de los Vilches, destaca su hermosa fachada principal renacentista del siglo XVI, en la que aparece su fachada en esquina de seis arcos de medio punto apoyados sobre ocho columnas dóricas; entre ellos bustos de héroes de la antigüedad. El interior, pese a las muchas reformas, conserva su estilo renacentista que ya nos muestra con claridad en el exterior. Ha sido declarado Monumento Histórico y en la actualidad es sede de una entidad bancaria. Este palacio es el último recordatorio de la existencia de la Plaza del Mercado, lo que constituyó durante años la Plaza Mayor de la ciudad de Jaén. Fue remodelado en el siglo XIX y de él procede el patio central y la escalera principal. 

Nos dirigimos hacia la Plaza de la Constitución o también conocida como Plaza de las Palmeras, plaza que a lo largo de su historia ha sufrido gran cantidad de remodelaciones, la más impactante y de mal recuerdo seria la que destruyó el Teatro Cervantes, añorado por muchos jiennenses, y la última y reciente, en la que de entre los varios elementos que la conforman destaca el Monumento al Alfarero, del ceramista ubetense Paco Tito. De los edificios más notable de la plaza destacamos el estilo regionalista de la central de Cajasur, en un rincón, y el edificio de Hacienda, construido en 1932, un edificio austero con algún detalle en sus ventanales que se ubicó justo en medio de la primitiva Plaza del Mercado, dividiéndola en la de la Constitución y la del Deán Mazas.



Partimos hacia la Iglesia de San Idelfonso por la calle Ignacio Figueroa. La Basílica-Santuario de Nuestra Señora de la Capilla y Sacra Iglesia Parroquial de San Ildefonso, erigido en 1248 en el Arrabal de San Ildefonso y situado en la plaza homónima, que se halla presidida por una escultura dedicada a la Inmaculada Concepción de María, labrada en piedra por Amadeo Ruiz Olmos con motivo de la remodelación de la plaza en 1957. A raíz del "Descenso de la Virgen" en 1430, este templo adquirió una gran importancia y se convirtió en santuario y, posteriormente, en basílica menor, de la patrona de la ciudad.
En esta iglesia se hallan sepultados los restos del ilustrísimo arquitecto y cantero Andrés de Vandelvira, mentor de las catedrales de Jaén y Baeza, fallecido en 1575.
Con la edificación, en un antiguo arrabal extramuros de la ciudad árabe, del barrio de San Ildefonso, se construye una pequeña capilla en el corazón del nuevo barrio. Su primer dato histórico es de 1248, época de la que datan sus muros más antiguos, norte y este. Se estima que se fundó como parroquia en el siglo XIV, constando como tal en 1400, era una parroquia pobre de grandes dimensiones, aunque más reducidas que el templo actual, puesto que carecía de las naves laterales, de la portada principal y de la nave del descenso, tras el tabernáculo.
Tras el descenso de la Virgen a la ciudad en 1430, la pequeña capilla adquiere gran importancia, convirtiéndose en el Santuario donde se rinde culto a la Virgen, con la advocación de Capilla. Desde este momento la pequeña capilla se convierte en un gran templo, con el empaque de una catedral.
El 9 de junio de 2010 fue declarada Basílica menor por el Papa Benedicto XVI, celebrándose el día 14 de noviembre una misa de acción de gracias presidida por Antonio Cardenal Cañizares Llovera, Prefecto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, esta celebración concluía el proceso iniciado en 2008, siendo párroco el Ilmo. Mons. D. Manuel Bueno Ortega.
El exterior recuerda a una fortaleza, debido a la presencia de varios contrafuertes semicirculares, en forma de torreón, situados en el muro norte. Presenta dos torres a ambos lados de la fachada principal. La izquierda, actual campanario, es de cuatro cuerpos y está coronada con cúpula. La derecha, de menor tamaño, cuyo cuerpo de campanas de sección octogonal arranca directamente del plano de la fachada.
La torre-campanario de la basílica se compone de cuatro cuerpos, separados entre si por cornisas salientes. El primer cuerpo es de planta cuadrada, construido entre 1584 y 1585, en él se encuentra el escudo del obispo Francisco Sarmiento de Mendoza. El segundo cuerpo presenta dos ventanas superpuestas en cada fachada. Fue finalizado en 1600, lleva el escudo del obispo Bernardo de Sandoval y Rojas, realizado por Cristóbal Téllez quien lo talló en piedra con embutidos de mármol rosado.
El tercer cuerpo se construyó entre 1608 y 1610, presenta planta octogonal, con pináculos en las esquinas, y en él se encuentran las campanas. Lleva el escudo del obispo Sancho Dávila Toledo, el reloj que se encuentra en este cuerpo fue instalado en torno a 1620 por el relojero Diego Morante. Este tercer cuerpo estaba rematado por un chapitel gótico, hoy desaparecido, que fue construido por Sebastián de Solís en 1624. Este fue sustituido en la reforma de la torre de finales del siglo XVIII. El cuarto cuerpo, octogonal al igual que el tercero, es una cúpula en el que aparece el escudo del obispo Fernando Andrade Castro, por lo que se construyó algunos años después que el tercero.
El actual templo presenta tres portadas de distintas épocas y, por tanto, de diferentes estilos que van desde gótico hasta el neoclásico.
Portada principal. Construida en el siglo XVIII, es de estilo neoclásico, proyectada por Ventura Rodríguez y realizada por Francisco Calvo. Está formada por cuatro columnas de orden compuesto adosadas que sostienen una cornisa en el que apoya un frontón triangular. Detrás de él y sobre el muro de fachada está colocado un pedestal con la figura de San Ildefonso, con dos flameros a cada lado.
Portada lateral. Es una formidable portada renacentista de Andrés de Vandelvira, construida en el siglo XVI por orden del obispo Pedro Cardenal Pacheco Ladrón de Guevara. Sobre el arco de medio punto hay alegorías paganas de la abundancia y sobre ellas un relieve con la imposición de la casulla a San Ildefonso, flanqueado por columnas corintias que sostienen un triángulo con el Padre Eterno en el centro. En los laterales se encuentran los escudos del obispo Pacheco que mandó levantar la Iglesia.
Portada primitiva. Se encuentra en la parte trasera de la actual iglesia. Es de estilo una del gótico isabelino, construida en los tiempos del obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce. Ha sido restaurada con un mosaico de Santiago Pedrós, que cierra la primitiva puerta del templo.
El interior es de estilo gótico final, con planta de salón con tres naves de pilares compuestos que sustentan arcos apuntados, sobre los que cubren bóvedas nervadas, siguiendo las líneas del gótico tardío. El Tabernáculo es barroco, de Pedro Duque y Cornejo. La puerta de la Sacristía es de madera con talla de estrellas poligonales. La antesacristía y la sacristía presentan bóvedas de yesería labradas, en estas salas se guardan cuadros, tres sitiales de coro barrocos y objetos de culto de gran valor.
El retablo mayor preside la iglesia ocupando todo el testero del templo. Es de estilo barroco realizado en madera dorada y estofada por Pedro Duque Cornejo en el siglo XVII o XVIII, se encuentra divido en tres partes:
La central está dedicada por completo al Milagro del Descendimiento de la Virgen, pues recordemos que Jaén es junto con Zaragoza la única ciudad de España en las que existe la tradición del descenso de la Virgen. En el cuerpo principal se encuentra un relieve de dicho hecho glorioso que narraron los testigos, los cuales aparecen reflejados en la talla. En el cuerpo superior se encuentra la talla del Milagro de San Ildefonso de Toledo.
Los cuerpos laterales del retablo están dedicados a los Padres de la Iglesia, San Benito de Nursia, a la derecha, y San Antonio Abad, a la izquierda.
Capilla del Bautismo, es la primera a la derecha. Presenta planta cuadrada, está cubierta por bóveda de media naranja con claraboya cenital, decorada con dibujos de yesería y un pequeño retablo neoclásico con un óleo del bautismo de Cristo. El cerramiento es una reja procedente del antiguo presbiterio, obra del maestro Joseph del Alcázar. Alberga las imágenes de la cofradía del Santísimo Cristo Yacente y Siervos de Nuestra Señora de la Soledad.
Capilla de la Vera-Cruz, alberga las imágenes de la Congregación del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz y María Santísima de los Dolores, fundada en 1541, es la cofradía de Pasión más antigua de la ciudad. Sus imágenes son recientes.
Altar de Jesús Preso, presenta un frontal de mármol rojo, que cobija la imagen de Jesús Preso, obra de Ramón Mateu Montesinos en 1941, que con esta talla consiguió la Medalla de Oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1941. Originalmente iba ser una imagen de Cristo caminando sobre las aguas pero finalmente fue tallado como Jesús preso, lo cual explica su peculiar semblante.[5]
Altar de la Divina Pastora, presenta un frontal de mármol rojo y un interior moderno con una pintura mural de Jaén, que cobija la imagen de la Divina Pastora de almas.
Capilla de la Virgen de la Capilla, patrona de la ciudad de Jaén, se sitúa en una nave lateral por detrás del presbiterio. Se accede a ella por una hermosa reja forjada en 1610 y en el que se encuentra el escudo del obispo Sancho Dávila y Toledo. El testero es un retablo barroco en el que un altorrelieve representa la procesión del Descenso de la Virgen a Jaén en 1430. Sobre éste, se sitúa el camarín de la Virgen donde está la talla. Cabe destacar el frontal de plata del altar, la lámpara, también de plata, donada por el Ayuntamiento y demás enseres de la capilla.
En el lateral izquierdo de la capilla hay una hornacina cerrada con puertas de acero, en cuyo interior, en cofre de plata, se encuentra el documento notarial que narra el Descenso de la Virgen a Jaén. Está decorado con cinco medallones: el escudo de Jaén, la Anunciación, el Descenso, la Presentación y el Escudo de la Cofradía.
Las paredes de la capilla están pintadas con motivo florales y querubines sobre fondo rojo, la bóveda está pintada con las imágenes de varios reyes, todas las pinturas murales fueron restauradas por María José López de la Casa y su equipo en 2009
En frente de la capilla de la patrona, al otro lado del testero del templo, se encuentra una vidriera pintada con el Milagro del Descenso que permite divisar a la Virgen de la Capilla desde la calle.
Altar de San José, presenta un retablo realizado en fecha reciente por Fernando Baldoy Ortega que cobija una imagen de San José.
Altar de la Virgen de la Antigua o del Cristo del Valle, está compuesto por un grandioso retablo de gran belleza presidido por una imagen del Calvario.
Altar de las Almas, similar al anterior, siendo más colosal aún, está dedicado a las Benditas Ánimas del Purgatorio, conformando toda una catequesis plástica de dicho Misterio.
Altar de Cristo Resucitado, se encuentra presidiendo el rincón en el que se encuentra la Pila Baustimal y la urna donde se guardan los Santos Óleos, así como la puerta de acceso a la torre del campanario. Está presidido por la talla de Cristo Resucitado. 
La Cabeza de la Iglesia de San Ildefonso. Esta leyenda se basa en un hecho real que narra el licenciado Antonio Becerra en su Memorial sobre el culto y devoción a la Virgen de la Capilla, publicado en 1639. En la Iglesia Parroquial de San Ildefonso, sobre unos de los contrafuertes que flanquean la portada que abre a la plaza, justo en el alero de la cubierta, hay una cabeza tallada en piedra. Se dice que es el vivo retrato de un joven, hijo de persona principal de la ciudad, que una noche, a finales del siglo XVI, se ocultó en el templo y robó las lámparas de plata que alumbraban a la Virgen de la Capilla. Salió de la ciudad con su botín, pero su mala conciencia lo desorientó y fue apresado en Los Villares. Juzgado sumariamente en Jaén, fue condenado a muerte sin que sus padres, pese a sus altas influencias, pudieran valerle. Le ahorcaron y luego se ordenó descuartizarlo y exponer sus restos sobre los contrafuertes del templo para que sirviera de escarmiento a posibles ladrones sacrílegos. Cuando los restos se consumieron con el tiempo, se ordenó que la cabeza, esculpida en piedra, permaneciera eternamente expuesta sobre el contrafuerte más próximo a la torre.

Bajamos por la calle Teodoro Calcache (calle Arroyo) en donde está el Convento de las BernardasEl Monasterio de la Concepción Franciscana, también conocido como Las Bernardas, ya que fue fundado gracias a Melchor Soria y Vera, obispo de Troya y auxiliar de Toledo, y jiennense muy vinculado al Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal-obispo de Jaén. Actualmente alberga una comunidad de Clarisas descalzas de clausura.
En el lugar en el que actualmente se encuentra el monasterio, existió anteriormente uno de la Orden de los Jerónimos y posteriormente en el habitaron los Capuchinos, que fueron sus últimos habitantes hasta que pasó a manos de las Clarisas descalzas. Está orden fundó el convento entre 1616 y 1628, gracias a la ayuda del obispo auxiliar de Toledo Melchor de Soria y Vera, natural de Jaén.
Fue construido en el siglo XVI. El edificio se configura como un recinto fortificado en todo su perímetro exterior, conjugando la austeridad con la belleza arquitectónica, esto se debe a que se abre en un tramo de la muralla, teniendo incluso que derribar algunos lienzos de la misma y a trasladar un torre sin licencia real. Se encuentra además junto a la Puerta del Ángel.
En uno de sus laterales se asienta una fuente, lindando con el célebre Parque de la Alameda.
El autor fue "un gran maestro de Toledo", que se sospecha fue Juan Bautista Monegro. La construcción del templo finalizó en 1627, presenta una planta de cruz latina, ligada a la idea de sobriedad de los monaterios y al estilo herreriano de finales del siglo XVI. La nave se cubre con bóveda de cañón con lunetos de media naranja sobre pechinas en el crucero, decorándose con el escudo del obispo de Troya sostenido por águilas. El retablo es barroco temprano de orden corintio decorado con pinturas.
La iglesia encierra muchos tesoros artísticos, entre los que destacan una rica colección de pinturas de Angelo Nardi.


Y terminamos nuestro recorrido en la Puerta del Ángel, justamente al lado. Fue construida en 1646 y es la única puerta que se conserva del antiguo recinto amurallado de la ciudad de Jaén. Permanece unida al Convento de las Franciscanas Descalzas o de Las Bernardas, dando entrada al Parque de la Alameda, un jardín de origen renacentista.
La puerta está coronada por una hornacina con una escultura de San Miguel (de ahí recibe el nombre de Puerta del Angel).

domingo, 19 de enero de 2014

Olla de San Antón.


Ingredientes:

Un puñado de habichuelas blancas por persona
Un puñado de habas secas por persona
Un puñado de garbanzos por persona
Un puñado cada tres personas de arroz
Rabo de cerdo
Oreja de cerdo
Careta de cerdo
Tocino de cerdo
Hueso de jamón
Hueso de canilla
Costillas de cerdo
Pata de cerdo
Morcilla
Sal

Elaboración:

La noche anterior poner en un cuenco con agua las habichuelas, las habas secas y los garbanzos. 

Al día siguiente sacar las legumbres y dejarlas escurrir. Se ponen en olla express las habas y las habichuelas durante 5 minutos para que se pongan tiernas. Una vez cocidas se vuelcan en un recipiente con poca agua de la coción.

Se caliente agua en la olla express y se echan los garbanzos con toda la pringá menos la morcilla; rabo, oreja, careta, tocino, hueso de jamón, hueso de canilla, costillas y la pata de cerdo. Se cuece durante 20-25 minutos. 

En una olla grande, se vuelca todas las legumbres con la carne y se deja hervir 10-15 minutos. Se pincha la morcilla, y se añade durante 5 minutos, transcurrido este tiempo se saca la morcilla para que deje de cocer.

En una cacerola limpia se saca toda la pringa con rasera, para no romper la pringá.

Se vuelve a cocer todas las legumbres, se le añade el arroz, y se cuece durante 15 minutos, para que salga un poco espeso.

La forma de servir la Olla de San Antón es la siguiente:

Se sirven dos platos; el primero llevara todas las legumbres y el arroz. Una vez terminado, en una fuente grande, se presenta la pringá, y en la misma mesa se reparte toda la pringá a los comensales.

Como acompañamiento a la Olla, se hace un Remojón Granadino: con naranja, bacalao salado, cebolletas, huevo duro, aceitunas negras, pimentón dulce, vinagre y aceite. 
También se ponen encurtidos en vinagre; cebollas, pimientos, coliflor, banderitas picantes, pimientos picantes, etc.


sábado, 18 de enero de 2014

Las Lumbres de San Antón en Jaén.


Cada 17 de Enero la fiesta de San Antón abre el calendario festivo tradicional llenando de hogueras las calles de Jaén, convirtiéndose en una de las fiestas más propias y particulares del calendario jienense. La devoción del santo proviene del medievo, llegando a la ciudad en el siglo XIII con los nuevos repobladores castellanos.

La piadosa tradición aseguraba que en el año 1089 sacudió la región del Definado, en Francia, una extraña epidemia que dejaba a los enfermos unas extrañas manchas en la piel, semejantes a quemaduras, que causaban irremediablemente la muerte. Aquella enfermedad se denominó "fuego sacro" y se consideraba un terrible castigo divino.

Dado que en la zona se veneraban las reliquias de San Antón Abad, dos nobles caballeros se encomendaron al santo y con tan espiritual medicina curaron el mal. Agradecidos al favor divino, fundaron la Orden de Hermanos Hospitalarios de San Antón, dedicada a recoger y tratar enfermos llagados e incurables.

La Orden, y con ella la devoción a San Antón, se extendió prodigiosamente por Europa. A Jaén debió llegar en el siglo XIII, con la conquista de Fernando III, pues hay noticias de una capilla donde se celebraba la fiesta del santo, en la que prendían cuatro hachas de cera frente al altar de la iglesia.

Finalizada la reconquista y libre Jaén de sobresaltos, aparece otra cofradía de San Antón, que empleaba como fórmula para afrontar limosnas la suelta por las calles de un cerdo, el tradicional "marranito de San Antón", que vagaba libremente para que lo alimentaran los vecinos, hasta que cuando ya estaba bien cebado, se subastara para obtener donativos. Tan arraigada quedó la costumbre, que los labradores acogieron al santo como patrón de los animales domésticos, estableciéndose la costumbre de encender, la víspera de del día del santo, una hoguera para proteger a los animales del patrimonio familiar.

Allá por 1634, el 17 de Enero se hacía una fiesta por todo lo alto; se buscaba un predicador de campanillas, se traía la música de la Santa Capilla y se quemaban cuarenta reales en cohetes. La noche de la víspera, en la Plaza de San Juan, se hacía una hoguera y había función de fuegos artificiales.

Otras hermandades devotas al santo fueron surgiendo en la parroquia de San Idelfonso y el barrio de la Magdalena, en cuyo honor celebraban una fiesta solemne el día 17, encendiendo una descomunal hoguera en la Plaza del Mercado.

Así, se fue configurando en Jaén la fiesta de San Antón, que ya aparece estructurada en el último tercio del siglo XIX, en dos momentos perfectamente diferenciados: el religioso, celebrado el 17 de Enero y promovida por las cofradías del santo y el profano, celebrado la víspera del Santo, que tenía en contrapartida mayor atractivo, sobre todo para la juventud, que fue transformando la fiesta de la hoguera en festejo lúdico y gastronómico.

Cada calle, cada barrio, hizo de su hoguera auténtica cuestión de honor y competía por hacerla cuanto más grande mejor. Así que como ya no bastaba la materia prima habitual ("el ramón" procedente del olivar) se fue agregando al fuego festivo cuantos enseres y chismes viejos caían a mano.

Las lumbres de San Antón llenan de alegría la noche de Jaén. Crujen las ramas de olivo entre resplandores de las llamaradas, corre generoso el vino peleón, las rosetas, la fuente de calabaza asada y de la tradicional batata, mientras los muchachos y muchachas bailan a su alrededor los "melenchones" que son los bailes típicos de Jaén.

viernes, 17 de enero de 2014

El Palacio de los Vélez


En el Palacio de los Vélez vivía una de las familias más importantes de la ciudad. El alto linanaje de su estirpe y las riquezas que poseían se reflejaba en todas las estancias, desde los escudos heráldicos de piedra de la fachada, los mármoles y las maderas más preciadas, sus finas porcelanas, pero la casa aún guardaba un tesoro mayor. De todos sus miembros destacaba la hija, orgullo de sus padres, al poseer belleza, inteligencia, bondad y todas las cualidades de una gran dama de la época.

Muchos fueron los galanes de la nobleza jienense que intentaron desposarla, pero ella se fijó en un joven que trabajaba en su casa. Lo que en un principio comenzó siendo una bonita amistad se convirtió en amor verdadero, porque ella descubrió en él cualidades que no tenían los ilustres nobles con los que habitualmente se relacionaba.

Cuando el padre descubrió la relación de su hija con un hombre que no pertenecía a su misma clase social se sintió tan humillado, que decidió encerrarla en una habitación de la torre y darla por muerta.

Olvidada por todos, solamente su joven enamorado acudía al pie de la torre para estar cerca de ella y leer las notas de amor que le lanzaba desde su reducida ventana. La joven le escribía con su propia sangre en las páginas del libro de oraciones que sus padres le habían dejado tener en su encierro.

Así se fue consumiendo la vida de la muchacha, hasta que se apagó un día.

Según cuenta la leyenda, el fantasma de la muchacha sigue vagando por las salas del palacio buscando a su amor, pues este, al parecer, murió en un invierno frío esperando las notas de su amada debajo de la torre, pues a ella se se terminó su libro de oraciones y no pudo escribirle más.


jueves, 16 de enero de 2014

Desde los Fenicios a los Iberos en Granada.


Fenicios Y Griegos
Fueron los fenicios los primeros en llegar a las costas del sur mediterráneo español, donde establecieron diversas factorías enlazadas entre sí a través de las cuales vendían sus productos y obtenían productos locales para exportarlos hacia sus ciudades de origen. Las principales colonias fueron las de Gadir (Cádiz), Malaca (Málaga), Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra). Tras la batalla de Alalia (250 a.C.) el centro de gravedad político y económico se desplazó desde Tiro hasta Cartago, lo que favoreció la entrada nuevos pobladores y comerciantes en todo el sur español.
En particular, en la provincia de Granada, de los restos descubiertos en las excavaciones de la antigua Sexi se deduce que existió un importante comercio de cerámica y de las mercancías propias del mediterráneo: trigo, aceite y vino. El cultivo del olivo y de la vid fue seguramente impulsado por los comerciantes fencíos, ya que se trata de mercancías fácilmente almacenábles y transportables; trajeron también notables adelantos técnicos como el uso del carro como medio de transporte y el perfeccionamiento del arado. En los yacimientos de Puente de Noy y de San Cristóbal se han encontrado, además, tumbas con un particular sistema de pozo con nichos laterales en las que se han encontrado ánforas de alabastro con inscripciones griegas, urnas funerarias y ajuares mortuorios.
Es posible que esta mayor presencia en la costa se tradujese en una penetración hacia el interior, teniendo en cuenta que para una implantación cultural no es necesaria la ocupación militar del terreno, sino que la simple aparición de nuevas técnicas de cultivo y mejores procesos de producción permite que las culturas se expandan lentamente mediante el comercio y la comunicación, por lo que no es difícil suponer que las tierras altas de la provincia también recibieran el influjo de los pueblos fenicios y se sumaran al comercio de los productos propiamente mediterráneos, trigo, aceite y vino, tomando de los fenicios sus técnicas de cultivo, su moneda, y estableciendo nuevas rutas comerciales hacia la costa a través del Boquete de Zafarraya y del río Guadalfeo.
Esta pujanza de fenicios y cartagineses impidió que la otra potencia comercial de aquella época en el Mediterráneo, Gracia, llegase a implantarse en el sur de la península y aunque han aparecido algunos restos de cerámica de vidente origen griego (Necrópolis de Tútugi y Cerro del Real de Galera), no da la sensación de que hubiese existido un efectivo asentamiento sino una serie de contactos esporádicos e intercambios comerciales aislados.
Iberos
Al mismo tiempo que por el mar se producía la llegada de comerciantes y pobladores fenicios y cartagineses, desde el interior de la península se estaba expandiendo simultáneamente un grupo de pueblos agrupados bajo el nombre de iberos que, al parecer no guardaba entre sí ninguna cohesión sino que era el fruto de alginas ciudades que habían tenido cierto éxito agrícola, comercial o militar y habían conseguido prosperar y crecer hasta el punto de necesitar nuevas rutas comerciales, productos o, simplemente, territorio donde asentar su excedente de población. Como continuación (bastante lógica por otra parte) de las culturas argárica y tartésica, los iberos se organizaron en Andalucía oriental en dos grandes grupos: los bastetanos, en torno a su ciudad matriz Basti (la actual Baza) y los turdetanos, ligados a la zona comercial del Valle del Guadalquivir.
Prácticamente todo lo que hoy es la provincia de Granada estaba ligado al área comercial de los bastetanos, quienes disponían de un eficiente sistema de organización territorial basado en ciudades estrategicamente situadas junto a fértiles vegas y en las intersecciones de la rutas comerciales. Con un asombroso parecido al recorrido que actualmente tiene la autopista A92, las principales ciudades aliadas o controladas de los bastetanos eran Acci (Guadix), Illiberis e Ilurco (Pinos Puente). Hay que tener también en cuenta que junto a estas ciudades de cierta importancia (2.000/5.000 habitantes) coexistían numerosas aldeas diseminadas y pequeños núcleos dispersos de población y que el sistema político propio de cada uno de ellos podía variar desde la monarquía a la tribu más pura y simple.
En esta época se produce un enorme avance en la agricultura, definitivamente convertida en el modo principal de vida y en las técnicas de cultivo y transporte; el regadío se generaliza en fértiles vegas; se refuerza la importancia del caballo como medio de transporte y como medio de combate; la moneda se generaliza como medio de pago y la riqueza se convierte en divisa diferenciadora entre clases sociales. Es precisamente de los enterramientos de las clases altas de lo que más restos han quedado en yacimientos como los de Galera, Baza y El Cegarralejo. Destaca entre todos estos restos la hierática Dama de Baza por su excelente conservación y que da idea del grado de refinamiento a que habían llegado los pueblos iberos de la península.

domingo, 12 de enero de 2014

Catedral de Jaén.


La catedral de Jaén es el símbolo y la expresión más plástica del esplendor por el que la diócesis de Jaén atravesó durante los ss. XVI-XVIII.

Conquistada Jaén en 1246, el obispo de Córdoba D. Gutiérrez consagró la mezquita mayor, la dedicó a la Asunción de la Virgen, y la convirtió así en el primer templo de la diócesis. El edificio musulmán pervivió hasta 1368, cuando el obispo D. Nicolás de Biedma derribó la mezquita e inició la construcción de una catedral gótica, dotada de cinco naves y claustro. No debió ser una obra sólida, pues a finales del s. XV D. Luis Osorio tuvo que derribarla y empezó a construir otra, en el mismo estilo arquitectónico. Para ayudar a la construcción, el prelado otorgó una serie de indulgencias y gracias, y el sínodo de 1492 ordenó la colocación de un cepillo en cada parroquia con el fin de recolectar donativos destinados a sufragar los gastos del nuevo templo. En 1500 tomó posesión del obispado de Jaén uno de los prelados que ha pasado a su historia como mecenas de las artes e impulsor de distintas edificaciones: D. Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, quien realizó importantes reformas en la fábrica de la catedral, aún en estilo gótico.

En 1525 un peritaje del cimborrio determinó que amenazaba ruina y empezó a considerarse la posibilidad de construir un nuevo edificio, más sólido que el ya existente. Intervino entonces un personaje que fue decisivo para el inicio de una nueva etapa constructora: el cardenal Esteban Gabriel Merino, arzobispo de Bari y obispo de Jaén, residente en la curia romana. El purpurado logró obtener del papa Clemente VII el breve Salvatoris Domini (20 diciembre 1529) por el que el pontífice concedió una notable cantidad de indulgencias a quien contribuyera económicamente a la edificación de una nueva catedral, a la vez que autorizaba la constitución de una cofradía bajo la advocación del Santo Rostro, compuesta por 20.000 hombres e idéntico número de mujeres. Con los fondos recolectados se iniciaron las obras hacia 1551 según los planos del que fue el gran artífice del nuevo templo, Andrés de Vandelvira. La modernidad de la obra nueva residía en la desaparición de la girola gótica, con lo que se creaba una planta de tipo salón. El mayor mérito de la catedral radica en que durante los siglos que duró su construcción, el plano originario de Vandelvira fue continuado por los demás arquitectos, empezando por su discípulo Alonso Barba, aunque la decoración posteriormente se barroquizara. Las obras se suspendieron por las crisis económicas que sacudieron el final del reinado de Felipe II, a las que se añadió la falta de recursos económicos.

En 1634, el cardenal D. Baltasar de Moscoso y Sandoval, decidido a sacar las obras del proceso de paralización que habían sufrido, obtuvo de Urbano VIII un breve fechado el 8 de enero 1635, por el que la Santa Sede, previa autorización de Felipe IV, autorizaba la aplicación de dos mil ducados anuales de la mesa episcopal, mil quinientos de la mesa capitular y las rentas de los beneficios vacantes de toda la diócesis. Esta gracia, prorrogada sucesivamente, supuso en recursos económicos más de la duplicación de las rentas de la fábrica, lo que permitió la prosecución de las obras con un ritmo constante hasta su conclusión. El arquitecto Juan de Aranda Salazar concluyó el crucero y la cúpula, y así en 1660 se pudo consagrar el templo con unas espléndidas fiestas. Siguiendo el proceso constructivo, en 1688 se culminó la fachada como un gran retablo de órdenes gigantescos, según diseño de Eufrasio López de Rojas, con relieves de Pedro Roldán y una balaustrada de Blas Antonio Delgado. En el interior, el coro fue construido durante el primer tercio del siglo XVIII aprovechando la sillería del XVI. Su bóveda fue proyectada por José Gallego y Oviedo del Portal, discípulo de Churriguera (1726), quien también diseñó la arquitectura pétrea del mismo coro. A finales del XVIII se decoraron las capillas y fue erigido el tabernáculo y ostensorio del altar mayor, con esculturas de Juan Adán. A partir de 1764 se habían iniciado las obras del Sagrario, con diseño de Ventura Rodríguez; esta última fase de las obras fue consagrada en 1801, con lo que así quedó concluida la construcción del primer templo de la diócesis. 

Cronología de la edificación. La Sacristía, Sala Capitular y Sala Exposiciones.

Principio del Siglo XVI. Alonso Suárez.

Mediados del Siglo XVI. Andrés de Vandelvira.

Principio del Siglo XVII. Juan de Aranda de Salazar.

Mediados del Siglo XVII. Eufrasio López de Rojas.

Siglo XVIII. José Gallego y Oviedo del Portal.

Siglo XVIII. Ventura Rodríguez. 


La sacristía es un espacio rectangular, de 12 por 22 metros. Con toda razón se considera la obra maestra de Andrés de Vandelvira, cuya construcción se ultimó dos años después de la muerte del arquitecto, en 1577. Cuenta con 16 arcos sostenidos sobre fragmentos de entablamento, que se apoyan a su vez sobre columnas corintias pareadas. 

La arquería se remata con una cornisa en la que de nuevo se apoya una segunda arquería, idéntica a la de abajo. Sobre la puerta de ingreso, se encuentra una pintura de la Magdalena penitente. La cubierta se remata con una bóveda de medio cañón, con arcos fajones, y con decoración geométrica de círculos y cuadrados, al gusto renacentista.

El retablo relicario que se halla en la cabecera de la sacristía se debe a Alonso de Mena, y fue realizado hacia 1640, cuando este escultor se desplazó a Jaén para realizar los relieves del crucero norte. Contemplando el escarceo de la luz entre las columnas, se puede aplicar a esta sacristía el díptico clásico: O la luz ha nacido aquí, o si no, hecha prisionera, aquí reina libre. 
A través de una antesala cuadrada, comunicada con la capilla de Santiago y con la sacristía, se accede a la Sala capitular, a través de un arco de medio punto con columnas de fuste acanalado y bastones alternados, coronadas por capiteles dóricos, que sostienen un friso donde se alternan triglifos y metopas.

La Sala Capitular tiene una planta perfectamente rectangular, de 14 por 7 metros. Preside este noble espacio el retablo que el Cabildo encargó, en 1546, al pintor Pedro Machuca. El tondo que corona este retablo ofrece la imagen de la Verónica sosteniendo el Santo Rostro. En la tabla principal del cuerpo superior, el cardenal Don Pedro Pacheco y miembros del Cabildo están arrodillados ante la Virgen, que sostiene con ternura materna a su Hijo. En el cuerpo central del retablo, el titular de esta capilla, San Pedro de Osma, es representado con ornamentos pontificales, en actitud de bendecir.

La decoración mural de la Sala Capitular, de fuerte sabor bramantesco, es un prodigio rítmico conseguido a base a una serie de pilastras jónicas que marcan tres tramos con arcos de medio punto, colocando bellísimos nichos entre pilastras. El espacio resultante se cubre con bóveda de cañón con arcos fajones y recuadros que adornan con extrema sobriedad.

En el antiguo panteón de canónigos está ubicada actualmente la Exposición Permanente de Arte Sacro, en la que se pueden contemplar piezas tan interesantes como el relieve de la Última Cena, de principios del s. XVI, atribuido a Gutierre Gierero o Jerónimo Quijano; la talla de San Lorenzo, de la segunda mitad de la misma centuria, cuyo posible autor fue Sebastián de Solís, o la imagen de San Diego de Alcalá, de autor desconocido, y realizada en el s. XVII.

Interesantes como el pie para el cirio pascual y el tenebrario que forjó a principios del XVI el maestro Bartolomé, conocido rejero de la época. A la gubia de Sebastián de Solís se atribuye también el relieve de la Adoración de los Reyes Magos.

Preside la antigua capilla del panteón un lienzo de Sebastián Martínez conocido como Cristo del desamparo y Jesús abandonado, realizado hacia 1660 por encargo del Cabildo. Otras pinturas enriquecen esta colección, como la Virgen de la Cinta o Sagrada Familia, de Pedro Machuca, pintada hacia 1520 y de claros influjos rafaelescos, y los Desposorios de la Virgen, del pintor novohispano Cristóbal de Villalpando. En la cabeza del Bautista se percibe el influjo de Valdés Leal, y el de José de Ribera en el lienzo que representa a San Andrés. Dignos de mención son los óleos anónimos que efigian a Santo Tomás de Villanueva, San Agustín y San Francisco de Asís consolado por un ángel. A pesar de los sucesivos repintes, la pintura más antigua es la Virgen de Gracia, el estandarte que en el primer tercio del s. XV enarbolaba el obispo Don Gonzalo de Estúñiga en sus escaramuzas contra los musulmanes granadinos. Al ardor guerrero de esta representación de la Virgen pone el contrapunto de serenidad y paz María con el Niño, de indudable gusto italiano. En la cripta propiamente dicha se ubica un cuadro de Sebastián Martínez, de rica iconografía, que representa el triunfo de la Inmaculada y es conocido popularmente como la Virgen de los compadres, por estar representados en la zona inferior Adán y Eva.

En este mismo espacio se puede contemplar una rica arqueta mudéjar y diversas piezas de orfebrería, como la custodia gótica y diversos cálices.

La primera parte de la Exposición Permanente, titulada Dios Padre: el Dios de la historia, ayuda al visitante a la contemplación del designio salvador de Dios Padre que consiste en compartir su amor con la humanidad. Este plan salvífico lleno de amor gratuito se ha manifestado en la historia desde Abrahán, acompañando al pueblo de Israel, y queda reflejado en obras como los libros Corales de la Santísima Trinidad, la casulla blanca con el Arca de la Alianza o el cuadro de bronce y coral donde se representa la creación de Eva.

La segunda parte de la Exposición Permanente de Arte Sacro, que lleva por título Dios manifestado en Jesucristo, presenta dos momentos dentro de la dimensión salvadora de Jesucristo: la Encarnación, haciéndose hombre, y la Redención, su muerte por los pecados de la humanidad. Ambas dimensiones quedan ilustradas en obras que plasman episodios de la vida de Cristo como la Anunciación, la Adoración de los pastores, la Sagrada Familia, la Última Cena y el Calvario.

La continuidad de la obra redentora de Cristo por medio de su Iglesia animada por el Espíritu Santo está recogida en la tercera parte de la Exposición: El Espíritu de Jesús anima a su Iglesia. La distribución de las obras en esta sección tercera refleja a la Iglesia que vive las tres funciones básicas encomendadas por Cristo: escuchar la palabra, vivir la caridad y celebrar la fe, y ello teniendo como modelo e intercesora a María. E

Finalmente, una cuarta y última parte de la Exposición Permanente, que culmina el recorrido catequético por la historia de la salvación, se centra en Jesucristo: El Salvador, punto omega de la historia, culminación de los tiempos y los siglos, que puede ser contemplado de distintas formas, tanto en las diversas cruces procesionales expuestas como en modelos iconográficos cristológicos clásicos -cordero apocalíptico, pelícano.

Andrés de Vandelvira, inspirándose en la tradición de Vitrubio, dotó a al nuevo edificio de la catedral de Jaén de “utilitas” (utilidad), ideando una serie de galerías altas, ubicadas sobre las capillas laterales, para albergar distintas dependencias del Cabildo: la escuela de gramática, la contaduría, y el archivo, entre otras.

En las galerías altas de la catedral está ubicado el Archivo Histórico Diocesano, que cuenta con unos 1500 metros lineales de estanterías. Conserva documentos desde el siglo XIII, y la colección de libros corales de la catedral, cuyo número asciende a 76, y que contienen bellísimas miniaturas, como la Anunciación, obra de Juan de Cáceres, del primer tercio del siglo XVI.

La Exposición documental del Archivo Histórico Diocesano
Aunque la tradición museística más clásica reserva para las exposiciones las obras de pintura, escultura y orfebrería, se va abriendo paso también una mayor valoración de los documentos, como elementos del patrimonio histórico-artístico. Los documentos hablan de la historia de los hombres, del nacimiento de las comunidades; también de su desaparición. En muchas ocasiones son el único recuerdo que queda de realidades que fueron bellas en su creación, pero que los avatares de la historia han hecho desaparecer. Por ello, los documentos son memoria viva y palpitante, y algunos fueron realizados también con la finalidad de producir belleza.

Dos son las claves de interpretación sobre las que se articula la Exposición documental del Archivo Histórico Diocesano: el carácter histórico de la fe cristiana y el Santo Rostro como emblema de la Diócesis de Jaén.

El terremoto de Lisboa, en 1755, evidenció que se hacía necesario construir el ángulo noreste de la catedral, aún sin levantar, para dar consistencia al edificio. Se decidió así construir el Sagrario, cuyas obras, según proyecto de Ventura Rodríguez, se iniciaron en 1764 y fueron finalizadas en 1801. La cornisa exterior está decorada con estatuas realizadas por el escultor francés Miguel Verdiguier.

El interior es una capilla oval inscrita en un rectángulo, enmarcado con dos tramos transversales, que son la sacristía y el vestíbulo. Preside el altar mayor un cuadro de Mariano Salvador Maella, representando la Asunción de la Virgen, y fechado en 1795. Las columnas pareadas corintias dejan espacio para dos altares laterales, donde se ubican dos cuadros de Zacarías González Velázquez: el martirio de San Pedro Pascual y la Crucifixión. La bóveda que cubre el interior es elíptica con una red de 288 casetones hexagonales.