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domingo, 12 de enero de 2014

Catedral de Jaén.


La catedral de Jaén es el símbolo y la expresión más plástica del esplendor por el que la diócesis de Jaén atravesó durante los ss. XVI-XVIII.

Conquistada Jaén en 1246, el obispo de Córdoba D. Gutiérrez consagró la mezquita mayor, la dedicó a la Asunción de la Virgen, y la convirtió así en el primer templo de la diócesis. El edificio musulmán pervivió hasta 1368, cuando el obispo D. Nicolás de Biedma derribó la mezquita e inició la construcción de una catedral gótica, dotada de cinco naves y claustro. No debió ser una obra sólida, pues a finales del s. XV D. Luis Osorio tuvo que derribarla y empezó a construir otra, en el mismo estilo arquitectónico. Para ayudar a la construcción, el prelado otorgó una serie de indulgencias y gracias, y el sínodo de 1492 ordenó la colocación de un cepillo en cada parroquia con el fin de recolectar donativos destinados a sufragar los gastos del nuevo templo. En 1500 tomó posesión del obispado de Jaén uno de los prelados que ha pasado a su historia como mecenas de las artes e impulsor de distintas edificaciones: D. Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, quien realizó importantes reformas en la fábrica de la catedral, aún en estilo gótico.

En 1525 un peritaje del cimborrio determinó que amenazaba ruina y empezó a considerarse la posibilidad de construir un nuevo edificio, más sólido que el ya existente. Intervino entonces un personaje que fue decisivo para el inicio de una nueva etapa constructora: el cardenal Esteban Gabriel Merino, arzobispo de Bari y obispo de Jaén, residente en la curia romana. El purpurado logró obtener del papa Clemente VII el breve Salvatoris Domini (20 diciembre 1529) por el que el pontífice concedió una notable cantidad de indulgencias a quien contribuyera económicamente a la edificación de una nueva catedral, a la vez que autorizaba la constitución de una cofradía bajo la advocación del Santo Rostro, compuesta por 20.000 hombres e idéntico número de mujeres. Con los fondos recolectados se iniciaron las obras hacia 1551 según los planos del que fue el gran artífice del nuevo templo, Andrés de Vandelvira. La modernidad de la obra nueva residía en la desaparición de la girola gótica, con lo que se creaba una planta de tipo salón. El mayor mérito de la catedral radica en que durante los siglos que duró su construcción, el plano originario de Vandelvira fue continuado por los demás arquitectos, empezando por su discípulo Alonso Barba, aunque la decoración posteriormente se barroquizara. Las obras se suspendieron por las crisis económicas que sacudieron el final del reinado de Felipe II, a las que se añadió la falta de recursos económicos.

En 1634, el cardenal D. Baltasar de Moscoso y Sandoval, decidido a sacar las obras del proceso de paralización que habían sufrido, obtuvo de Urbano VIII un breve fechado el 8 de enero 1635, por el que la Santa Sede, previa autorización de Felipe IV, autorizaba la aplicación de dos mil ducados anuales de la mesa episcopal, mil quinientos de la mesa capitular y las rentas de los beneficios vacantes de toda la diócesis. Esta gracia, prorrogada sucesivamente, supuso en recursos económicos más de la duplicación de las rentas de la fábrica, lo que permitió la prosecución de las obras con un ritmo constante hasta su conclusión. El arquitecto Juan de Aranda Salazar concluyó el crucero y la cúpula, y así en 1660 se pudo consagrar el templo con unas espléndidas fiestas. Siguiendo el proceso constructivo, en 1688 se culminó la fachada como un gran retablo de órdenes gigantescos, según diseño de Eufrasio López de Rojas, con relieves de Pedro Roldán y una balaustrada de Blas Antonio Delgado. En el interior, el coro fue construido durante el primer tercio del siglo XVIII aprovechando la sillería del XVI. Su bóveda fue proyectada por José Gallego y Oviedo del Portal, discípulo de Churriguera (1726), quien también diseñó la arquitectura pétrea del mismo coro. A finales del XVIII se decoraron las capillas y fue erigido el tabernáculo y ostensorio del altar mayor, con esculturas de Juan Adán. A partir de 1764 se habían iniciado las obras del Sagrario, con diseño de Ventura Rodríguez; esta última fase de las obras fue consagrada en 1801, con lo que así quedó concluida la construcción del primer templo de la diócesis. 

Cronología de la edificación. La Sacristía, Sala Capitular y Sala Exposiciones.

Principio del Siglo XVI. Alonso Suárez.

Mediados del Siglo XVI. Andrés de Vandelvira.

Principio del Siglo XVII. Juan de Aranda de Salazar.

Mediados del Siglo XVII. Eufrasio López de Rojas.

Siglo XVIII. José Gallego y Oviedo del Portal.

Siglo XVIII. Ventura Rodríguez. 


La sacristía es un espacio rectangular, de 12 por 22 metros. Con toda razón se considera la obra maestra de Andrés de Vandelvira, cuya construcción se ultimó dos años después de la muerte del arquitecto, en 1577. Cuenta con 16 arcos sostenidos sobre fragmentos de entablamento, que se apoyan a su vez sobre columnas corintias pareadas. 

La arquería se remata con una cornisa en la que de nuevo se apoya una segunda arquería, idéntica a la de abajo. Sobre la puerta de ingreso, se encuentra una pintura de la Magdalena penitente. La cubierta se remata con una bóveda de medio cañón, con arcos fajones, y con decoración geométrica de círculos y cuadrados, al gusto renacentista.

El retablo relicario que se halla en la cabecera de la sacristía se debe a Alonso de Mena, y fue realizado hacia 1640, cuando este escultor se desplazó a Jaén para realizar los relieves del crucero norte. Contemplando el escarceo de la luz entre las columnas, se puede aplicar a esta sacristía el díptico clásico: O la luz ha nacido aquí, o si no, hecha prisionera, aquí reina libre. 
A través de una antesala cuadrada, comunicada con la capilla de Santiago y con la sacristía, se accede a la Sala capitular, a través de un arco de medio punto con columnas de fuste acanalado y bastones alternados, coronadas por capiteles dóricos, que sostienen un friso donde se alternan triglifos y metopas.

La Sala Capitular tiene una planta perfectamente rectangular, de 14 por 7 metros. Preside este noble espacio el retablo que el Cabildo encargó, en 1546, al pintor Pedro Machuca. El tondo que corona este retablo ofrece la imagen de la Verónica sosteniendo el Santo Rostro. En la tabla principal del cuerpo superior, el cardenal Don Pedro Pacheco y miembros del Cabildo están arrodillados ante la Virgen, que sostiene con ternura materna a su Hijo. En el cuerpo central del retablo, el titular de esta capilla, San Pedro de Osma, es representado con ornamentos pontificales, en actitud de bendecir.

La decoración mural de la Sala Capitular, de fuerte sabor bramantesco, es un prodigio rítmico conseguido a base a una serie de pilastras jónicas que marcan tres tramos con arcos de medio punto, colocando bellísimos nichos entre pilastras. El espacio resultante se cubre con bóveda de cañón con arcos fajones y recuadros que adornan con extrema sobriedad.

En el antiguo panteón de canónigos está ubicada actualmente la Exposición Permanente de Arte Sacro, en la que se pueden contemplar piezas tan interesantes como el relieve de la Última Cena, de principios del s. XVI, atribuido a Gutierre Gierero o Jerónimo Quijano; la talla de San Lorenzo, de la segunda mitad de la misma centuria, cuyo posible autor fue Sebastián de Solís, o la imagen de San Diego de Alcalá, de autor desconocido, y realizada en el s. XVII.

Interesantes como el pie para el cirio pascual y el tenebrario que forjó a principios del XVI el maestro Bartolomé, conocido rejero de la época. A la gubia de Sebastián de Solís se atribuye también el relieve de la Adoración de los Reyes Magos.

Preside la antigua capilla del panteón un lienzo de Sebastián Martínez conocido como Cristo del desamparo y Jesús abandonado, realizado hacia 1660 por encargo del Cabildo. Otras pinturas enriquecen esta colección, como la Virgen de la Cinta o Sagrada Familia, de Pedro Machuca, pintada hacia 1520 y de claros influjos rafaelescos, y los Desposorios de la Virgen, del pintor novohispano Cristóbal de Villalpando. En la cabeza del Bautista se percibe el influjo de Valdés Leal, y el de José de Ribera en el lienzo que representa a San Andrés. Dignos de mención son los óleos anónimos que efigian a Santo Tomás de Villanueva, San Agustín y San Francisco de Asís consolado por un ángel. A pesar de los sucesivos repintes, la pintura más antigua es la Virgen de Gracia, el estandarte que en el primer tercio del s. XV enarbolaba el obispo Don Gonzalo de Estúñiga en sus escaramuzas contra los musulmanes granadinos. Al ardor guerrero de esta representación de la Virgen pone el contrapunto de serenidad y paz María con el Niño, de indudable gusto italiano. En la cripta propiamente dicha se ubica un cuadro de Sebastián Martínez, de rica iconografía, que representa el triunfo de la Inmaculada y es conocido popularmente como la Virgen de los compadres, por estar representados en la zona inferior Adán y Eva.

En este mismo espacio se puede contemplar una rica arqueta mudéjar y diversas piezas de orfebrería, como la custodia gótica y diversos cálices.

La primera parte de la Exposición Permanente, titulada Dios Padre: el Dios de la historia, ayuda al visitante a la contemplación del designio salvador de Dios Padre que consiste en compartir su amor con la humanidad. Este plan salvífico lleno de amor gratuito se ha manifestado en la historia desde Abrahán, acompañando al pueblo de Israel, y queda reflejado en obras como los libros Corales de la Santísima Trinidad, la casulla blanca con el Arca de la Alianza o el cuadro de bronce y coral donde se representa la creación de Eva.

La segunda parte de la Exposición Permanente de Arte Sacro, que lleva por título Dios manifestado en Jesucristo, presenta dos momentos dentro de la dimensión salvadora de Jesucristo: la Encarnación, haciéndose hombre, y la Redención, su muerte por los pecados de la humanidad. Ambas dimensiones quedan ilustradas en obras que plasman episodios de la vida de Cristo como la Anunciación, la Adoración de los pastores, la Sagrada Familia, la Última Cena y el Calvario.

La continuidad de la obra redentora de Cristo por medio de su Iglesia animada por el Espíritu Santo está recogida en la tercera parte de la Exposición: El Espíritu de Jesús anima a su Iglesia. La distribución de las obras en esta sección tercera refleja a la Iglesia que vive las tres funciones básicas encomendadas por Cristo: escuchar la palabra, vivir la caridad y celebrar la fe, y ello teniendo como modelo e intercesora a María. E

Finalmente, una cuarta y última parte de la Exposición Permanente, que culmina el recorrido catequético por la historia de la salvación, se centra en Jesucristo: El Salvador, punto omega de la historia, culminación de los tiempos y los siglos, que puede ser contemplado de distintas formas, tanto en las diversas cruces procesionales expuestas como en modelos iconográficos cristológicos clásicos -cordero apocalíptico, pelícano.

Andrés de Vandelvira, inspirándose en la tradición de Vitrubio, dotó a al nuevo edificio de la catedral de Jaén de “utilitas” (utilidad), ideando una serie de galerías altas, ubicadas sobre las capillas laterales, para albergar distintas dependencias del Cabildo: la escuela de gramática, la contaduría, y el archivo, entre otras.

En las galerías altas de la catedral está ubicado el Archivo Histórico Diocesano, que cuenta con unos 1500 metros lineales de estanterías. Conserva documentos desde el siglo XIII, y la colección de libros corales de la catedral, cuyo número asciende a 76, y que contienen bellísimas miniaturas, como la Anunciación, obra de Juan de Cáceres, del primer tercio del siglo XVI.

La Exposición documental del Archivo Histórico Diocesano
Aunque la tradición museística más clásica reserva para las exposiciones las obras de pintura, escultura y orfebrería, se va abriendo paso también una mayor valoración de los documentos, como elementos del patrimonio histórico-artístico. Los documentos hablan de la historia de los hombres, del nacimiento de las comunidades; también de su desaparición. En muchas ocasiones son el único recuerdo que queda de realidades que fueron bellas en su creación, pero que los avatares de la historia han hecho desaparecer. Por ello, los documentos son memoria viva y palpitante, y algunos fueron realizados también con la finalidad de producir belleza.

Dos son las claves de interpretación sobre las que se articula la Exposición documental del Archivo Histórico Diocesano: el carácter histórico de la fe cristiana y el Santo Rostro como emblema de la Diócesis de Jaén.

El terremoto de Lisboa, en 1755, evidenció que se hacía necesario construir el ángulo noreste de la catedral, aún sin levantar, para dar consistencia al edificio. Se decidió así construir el Sagrario, cuyas obras, según proyecto de Ventura Rodríguez, se iniciaron en 1764 y fueron finalizadas en 1801. La cornisa exterior está decorada con estatuas realizadas por el escultor francés Miguel Verdiguier.

El interior es una capilla oval inscrita en un rectángulo, enmarcado con dos tramos transversales, que son la sacristía y el vestíbulo. Preside el altar mayor un cuadro de Mariano Salvador Maella, representando la Asunción de la Virgen, y fechado en 1795. Las columnas pareadas corintias dejan espacio para dos altares laterales, donde se ubican dos cuadros de Zacarías González Velázquez: el martirio de San Pedro Pascual y la Crucifixión. La bóveda que cubre el interior es elíptica con una red de 288 casetones hexagonales. 

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