Fenicios Y Griegos
Fueron los fenicios los primeros en llegar a las costas del sur
mediterráneo español, donde establecieron diversas factorías enlazadas entre sí
a través de las cuales vendían sus productos y obtenían productos locales para
exportarlos hacia sus ciudades de origen. Las principales colonias fueron las
de Gadir (Cádiz), Malaca (Málaga), Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra). Tras la
batalla de Alalia (250 a.C.) el centro de gravedad político y económico se
desplazó desde Tiro hasta Cartago, lo que favoreció la entrada nuevos
pobladores y comerciantes en todo el sur español.
En particular, en la provincia de Granada, de los restos descubiertos en
las excavaciones de la antigua Sexi se deduce que existió un importante
comercio de cerámica y de las mercancías propias del mediterráneo: trigo,
aceite y vino. El cultivo del olivo y de la vid fue seguramente impulsado por
los comerciantes fencíos, ya que se trata de mercancías fácilmente almacenábles
y transportables; trajeron también notables adelantos técnicos como el uso del
carro como medio de transporte y el perfeccionamiento del arado. En los
yacimientos de Puente de Noy y de San Cristóbal se han encontrado, además,
tumbas con un particular sistema de pozo con nichos laterales en las que se han
encontrado ánforas de alabastro con inscripciones griegas, urnas funerarias y
ajuares mortuorios.
Es posible que esta mayor presencia en la costa se tradujese en una
penetración hacia el interior, teniendo en cuenta que para una implantación
cultural no es necesaria la ocupación militar del terreno, sino que la simple
aparición de nuevas técnicas de cultivo y mejores procesos de producción
permite que las culturas se expandan lentamente mediante el comercio y la
comunicación, por lo que no es difícil suponer que las tierras altas de la
provincia también recibieran el influjo de los pueblos fenicios y se sumaran al
comercio de los productos propiamente mediterráneos, trigo, aceite y vino,
tomando de los fenicios sus técnicas de cultivo, su moneda, y estableciendo
nuevas rutas comerciales hacia la costa a través del Boquete de Zafarraya y del
río Guadalfeo.
Esta pujanza de fenicios y cartagineses impidió que la otra potencia
comercial de aquella época en el Mediterráneo, Gracia, llegase a implantarse en
el sur de la península y aunque han aparecido algunos restos de cerámica de
vidente origen griego (Necrópolis de Tútugi y Cerro del Real de Galera), no da
la sensación de que hubiese existido un efectivo asentamiento sino una serie de
contactos esporádicos e intercambios comerciales aislados.
Iberos
Al mismo tiempo que por el mar se producía la llegada de comerciantes y
pobladores fenicios y cartagineses, desde el interior de la península se estaba
expandiendo simultáneamente un grupo de pueblos agrupados bajo el nombre de
iberos que, al parecer no guardaba entre sí ninguna cohesión sino que era el
fruto de alginas ciudades que habían tenido cierto éxito agrícola, comercial o
militar y habían conseguido prosperar y crecer hasta el punto de necesitar
nuevas rutas comerciales, productos o, simplemente, territorio donde asentar su
excedente de población. Como continuación (bastante lógica por otra parte) de
las culturas argárica y tartésica, los iberos se organizaron en Andalucía
oriental en dos grandes grupos: los bastetanos, en torno a su ciudad matriz Basti
(la actual Baza) y los turdetanos, ligados a la zona comercial del Valle del
Guadalquivir.
Prácticamente todo lo que hoy es la provincia de Granada estaba ligado al
área comercial de los bastetanos, quienes disponían de un eficiente sistema de
organización territorial basado en ciudades estrategicamente situadas junto a
fértiles vegas y en las intersecciones de la rutas comerciales. Con un
asombroso parecido al recorrido que actualmente tiene la autopista A92, las
principales ciudades aliadas o controladas de los bastetanos eran Acci
(Guadix), Illiberis e Ilurco (Pinos Puente). Hay que tener también en cuenta
que junto a estas ciudades de cierta importancia (2.000/5.000 habitantes)
coexistían numerosas aldeas diseminadas y pequeños núcleos dispersos de población
y que el sistema político propio de cada uno de ellos podía variar desde la
monarquía a la tribu más pura y simple.
En esta época se produce un enorme avance en la agricultura,
definitivamente convertida en el modo principal de vida y en las técnicas de
cultivo y transporte; el regadío se generaliza en fértiles vegas; se refuerza
la importancia del caballo como medio de transporte y como medio de combate; la
moneda se generaliza como medio de pago y la riqueza se convierte en divisa
diferenciadora entre clases sociales. Es precisamente de los enterramientos de
las clases altas de lo que más restos han quedado en yacimientos como los de
Galera, Baza y El Cegarralejo. Destaca entre todos estos restos la hierática
Dama de Baza por su excelente conservación y que da idea del grado de
refinamiento a que habían llegado los pueblos iberos de la península.
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