Durante el siglo IV a.C. aparece en el Mediterráneo, dispuesto a tomar el relevo a cartaginenses, fenicios y griegos: Roma. Si con
griegos y fenicios se trató de una disputa comercial y política que acabó con
la absorción de los territorios de ambos, Cartago disponía de suficiente poder
militar para plantar cara a la nueva república y frenar sus ánimos
expansionistas. Las primeras batallas se decantaron a favor de los romanos en
Córcega, Cerdeña y Sicilia pero el verdadero campo de batalla fue la península
ibérica, en donde ambos contendientes emplearon buna parte de sus fuerzas.
La expulsión de las islas italianas forzó al los cartaginenses a dirigir
sus pasos, para garantizar su propia supervivencia como potencia comercial y militar,
hacia la península. Amílcar Barca desembarca con sus tropas en Cádiz en el año
237 a.C. sometiendo todo el valle del Guadalquivir dirigiéndose entonces hacia
el este, llegando al territorio de los bastetanos, dejando a un lado a los
lusitanos que parecían un rival más difícil y tenían menos interés político y
económico ya que estaban menos desarrollados y existían menos ciudades aptas
para implantar un sistema de ciudades aliadas; además interesaba dirigirse
hacia el este para frenar en lo posible el avance de los romanos.
Frente a Barca, los romanos envían a Publio Cornelio Escipión al frente de
un notable ejército quien consigue derrotar al cartaginés e integra,
aproximadamente hacia el año 200 a.C., toda la provincia de Granada en la
órbita del imperio romano. Esta inicial ocupación no fue, sin embargo, todo lo
intensa que se podría esperar de un pueblo metódico y bien organizado como era
el romano debido a que, por un lado, existió resistencia entre los pobladores
hacia el conquistador y, por otro lado, a que la turbulenta situación política
interna de la república romana de los siglos II y I a.C. tampoco favorecía la
expansión. Existe, incluso, constancia de que alrededor del año 197 a.C se
produjero revueltas contra el ocupante romano en la zona de la Alpujarra.
En cualquier caso la venida de Julio César hasta tierras hispanas para
luchar contra su rival Pompeyo acabó determinando el establecimiento definitivo
del Roma, con su cultura, su organización, su moneda y su lengua en la
provincia de Granada. Incluso algunas ciudades cambiaron temporalmente sus
nombres para mayor gloria de los nuevos conquistadores: Iliturgi fue Forum
Juluim, Artigi (Alhama) fue Juliense y Vesci (Huétor) fue Faventia.
El establecimiento del imperio en Roma, a partir del año 31 a.C. supuso la
llegada definitiva de la pax romana a la península. La actual provincia de
Granada quedó dividida entre las provincias romanas Tarraconensis (todo el
noreste de la provincia) y Bética (el centro y oeste, el valle del Genil). En
Guadix se estableció una importante colonia y puesto militar (Julia Gemella
Acci) en la que se levantaron importantes templos y edificaciones siguiendo los
cánones y la estética de la metrópoli. La agricultura conoció un avance notable
con la incorporación de nuevas técnicas de regadío y del arado romano. Se
establecieron caminos siguiendo el esquema romano de calzadas que enlazaban
cada una de las ciudades y se construyeron pequeños circos y teatros conforme
al signo de los tiempos.
La economía en su conjunto conoce un crecimiento significativo al abrigo
del comercio interno y con la propia metrópoli y se explotan minas, se comercia
con productos de la pesca hacia el interior, el vino y el aceite parten por mar
hacia Roma.
La propia Illiberis crece durante esas fechas hasta disponer de foro,
anfiteatro, y templos, santuarios, gimnasios y termas. Las construcciones
civiles se extienden por toda la provincia y se generalizan los acueductos y
baños (La Malaha, Alhama, Graena, Sierra Elvira, Lanjarón…).
Toda esta bonanza y prosperidad comienza a desmoronarse a finales del siglo
II de nuestra era, a la par del propio debilitamiento de la Roma imperial bajo
la presión de los pueblos bárbaros del norte: el comercio sufre una fuerte
regresión y las ciudades empiezan a fortificarse para prevenir las hordas de
vándalos que abren paso a la dominación visigoda sobre la península y sobre la
provincia de Granada en particular. El cambio del sistema agrícola del colonato
romano a la implantación de la esclavitud conlleva una enorme pérdida de
productividad y a falta de un nuevo esquema de poder, las ciudades optan por
cerrarse sobre sí mismas y se acaba un período de prosperidad de dos siglos.
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