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sábado, 18 de enero de 2014

Las Lumbres de San Antón en Jaén.


Cada 17 de Enero la fiesta de San Antón abre el calendario festivo tradicional llenando de hogueras las calles de Jaén, convirtiéndose en una de las fiestas más propias y particulares del calendario jienense. La devoción del santo proviene del medievo, llegando a la ciudad en el siglo XIII con los nuevos repobladores castellanos.

La piadosa tradición aseguraba que en el año 1089 sacudió la región del Definado, en Francia, una extraña epidemia que dejaba a los enfermos unas extrañas manchas en la piel, semejantes a quemaduras, que causaban irremediablemente la muerte. Aquella enfermedad se denominó "fuego sacro" y se consideraba un terrible castigo divino.

Dado que en la zona se veneraban las reliquias de San Antón Abad, dos nobles caballeros se encomendaron al santo y con tan espiritual medicina curaron el mal. Agradecidos al favor divino, fundaron la Orden de Hermanos Hospitalarios de San Antón, dedicada a recoger y tratar enfermos llagados e incurables.

La Orden, y con ella la devoción a San Antón, se extendió prodigiosamente por Europa. A Jaén debió llegar en el siglo XIII, con la conquista de Fernando III, pues hay noticias de una capilla donde se celebraba la fiesta del santo, en la que prendían cuatro hachas de cera frente al altar de la iglesia.

Finalizada la reconquista y libre Jaén de sobresaltos, aparece otra cofradía de San Antón, que empleaba como fórmula para afrontar limosnas la suelta por las calles de un cerdo, el tradicional "marranito de San Antón", que vagaba libremente para que lo alimentaran los vecinos, hasta que cuando ya estaba bien cebado, se subastara para obtener donativos. Tan arraigada quedó la costumbre, que los labradores acogieron al santo como patrón de los animales domésticos, estableciéndose la costumbre de encender, la víspera de del día del santo, una hoguera para proteger a los animales del patrimonio familiar.

Allá por 1634, el 17 de Enero se hacía una fiesta por todo lo alto; se buscaba un predicador de campanillas, se traía la música de la Santa Capilla y se quemaban cuarenta reales en cohetes. La noche de la víspera, en la Plaza de San Juan, se hacía una hoguera y había función de fuegos artificiales.

Otras hermandades devotas al santo fueron surgiendo en la parroquia de San Idelfonso y el barrio de la Magdalena, en cuyo honor celebraban una fiesta solemne el día 17, encendiendo una descomunal hoguera en la Plaza del Mercado.

Así, se fue configurando en Jaén la fiesta de San Antón, que ya aparece estructurada en el último tercio del siglo XIX, en dos momentos perfectamente diferenciados: el religioso, celebrado el 17 de Enero y promovida por las cofradías del santo y el profano, celebrado la víspera del Santo, que tenía en contrapartida mayor atractivo, sobre todo para la juventud, que fue transformando la fiesta de la hoguera en festejo lúdico y gastronómico.

Cada calle, cada barrio, hizo de su hoguera auténtica cuestión de honor y competía por hacerla cuanto más grande mejor. Así que como ya no bastaba la materia prima habitual ("el ramón" procedente del olivar) se fue agregando al fuego festivo cuantos enseres y chismes viejos caían a mano.

Las lumbres de San Antón llenan de alegría la noche de Jaén. Crujen las ramas de olivo entre resplandores de las llamaradas, corre generoso el vino peleón, las rosetas, la fuente de calabaza asada y de la tradicional batata, mientras los muchachos y muchachas bailan a su alrededor los "melenchones" que son los bailes típicos de Jaén.

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