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domingo, 12 de enero de 2014

Del Paleolítico a la Edad de los Metales.


El Paleolítico
En las planicies del noreste de la provincia se han realizado importantes excavaciones en las que se han encontrado restos de fauna de entre 0,8 y 2 millones de años de antigüedad entre las que han aparecido restos que en un principio se atribuyeron a seres humanos pero, con el paso de los años, esta hipótesis parece perder fuerza. El alborozo con que al principio se recogieron los resultados de las investigaciones y excavaciones del profesor Gibert en el yacimiento de Vena Micena (en Orce, cerca de Baza) parece haber dado paso a cierto escepticismo aunque es de reconocer que la polémica ha despertado el interés por la paleontología en muchos granadinos, ante el atisbo de que pudiera ser aquí en donde se encontraran los restos de los primeros pobladores de la Península Ibérica. Este papel parece habérselo atribuido, sin paliativos el yacimiento de Atapuerca, bastante lejos de estos pagos.
Así, los primeros restos de antecesores del ser humano que parecen gozar de unanimidad en la comunidad científica son los hallados en los yacimientos de La Esperanza (Loja) y de La Solana del Zamborino (Fonelas), ambos del período paleolítico superior (hace alrededor de 600.000 años), al oeste de la capital y en los que parece apreciarse la existencia de alguna organización social y los primeros pasos de una economía de recolección y carroña a prácticas de caza mayor, mejor dominio de la fabricación de herramientas líticas y primeros signos de ritos funerarios.
Del paleolítico medio (hasta hace unos 40.000 años) se han descubierto ya numerosos restos en varios yacimientos en la Sierra de Harana y destaca el de La Carigüela (Píñar) del que parece deducirse la intensa presencia de individuos de ll género homo, especie Sapiens, género Neanderthalensis.
El Neolítico
Reemplazados ya por el homo sapiens sapiens, nuestros antepasados directos, toda la provincia está sembrada de yacimientos del paleolítico inferior y del neolítico. En esta fase, la cultura de la recolección y la caza es reemplazada progresivamente por la agricultura y la ganadería y los yacimientos ya contienen restos de piezas de alfarería.
Entre los años 7.000 y 3.000 a.C. subsisten en la provincia numerosos asentamientos de este tipo, en los que se va prefiriendo el terreno llano a las cuevas de las montañas (ya no había miedo a las fieras) y se empiezan a ocupar las vegas, ricas para la primitiva agricultura y el pastoreo. A pesar de esto, es lógico que, de haberse conservado algunos restos, hayan sido encontrados en su inmensa mayoría en cuevas, al abrigo de las inclemencias meteorológicas. Por eso los mayores yacimientos son los de La Carigüela y La Ventana (Píñar), la Cueva del Agua (Huétor Santillán), Las Majólicas (Alfacar), cuevas de La Mujer, del Agua, Los molinos y Sima Rica (Alhama) y las cuevas del Capitán, Los Intentos y Las Campanas (Motril). Del final de este período se han descubierto en la Cueva de ls Murciélagos (Albuñol) labores de cestería perfectamente conservadas, granos de trigo y piñones, fragementos de cerámica, punzones y objetos de uso personal en bastante buen estado de conservación.
Edades De Los Metales
La llegada de la Edad del Cobre trajo la expansión de los asentamientos (hay más de 500 datados entre el año 3.000 y el 1.800 a.C.) por toda la provincia y se caracterizó por el uso de este nuevo metal, de los que se han encontrado numerosísimas piezas, y por la construcción de grandes monumentos megalíticos y construcciones funerarias, entre los que destacan los existentes en Montefrío, en el paraje conocido como La Peña de los Gitanos y los que existen en el valle del río Gor, éstos en íntimo contacto con la Cultura de los Millares, que se desarrolló en lo que hoy es la vecina provincia de Almería. En este etapa, se intensifica el desarrollo de la agricultura y con ella, se desarrollan nuevas técnicas y herramientas; de todo esto se conservan miles de piezas, entre las que destacan las hachas, los restos de molinos naviformes y de silos y la cerámica campaniforme. A esta época corresponden también los primeros restos descubiertos de pintura rupestre, cronológicamente bastante retrasados frente al resto de la península y de notable simplicidad; nuestras de este arte rupestre hay en la Piedera del Letrero de los Mártires (Huéscar) y en bastantes puntos diseminados por la Sierra de Harana o de los Llanos de Carchuna y en otros lugares dispersos por toda la provincia.
La edad del bronce (aproximadamente entre los años 1.800 y 1.000 a.C) está marcada por la notable influencia de la vecina Cultura de Argar que, desde Almería, se extendió por todo el sureste español, abarcando el territorio que hoy corresponde a las provincias de Almería, Murcia, Granada y Jaén. En esta época, los pobladores ya están distribuidos en poblados permanentes con viviendas hechas de madera y rodeadas en ocasiones de cercas de piedra. Se trata de poblaciones puramente agrícolas que cultivan el trigo, la cebada y las legumbres y a la vez practican la ganadería de ovejas, cabras y cerdos. Para mantener este modo de vida, aparecen construcciones especializadas como las cisternas de agua, incipientes regadíos, silos para almacenar el grano, viviendas elevadas sobre pilares, etc. Los principales asentamientos de esta época excavado hasta la fecha son los existentes en el Cerro de la Encina (Monachil), Cuesta del Negro (Purullena) y Cerro de la Virgen (Orce).
A partir del año 1.000, la cultura argárica almeriense va perdiendo peso en favor de la creciente importancia de la cultura tartésica que se está desarrollando en el vallle del Guadalquivir. Será por esta vía por donde entre el nuevo metal, el hierro, que va a marcar un cambio muy significativo en la historia de la provincia ya que de la mano de los tartésicos llegarán nuevas rutas de comercio, nuevas técnicas de cultivo y, simultáneamente se producirá la llegada a nuestras costas de viajeros de tierras lejanas, por el sur, y de nuevos pobladores iberos por el norte. Una de las consecuencias de estos nuevos tiempos fue que los poblados pasaron ahora a construirse en lugares que reuniesen dos condiciones: por un lado, que ocupasen lugares adecuados para promover el comercio y controlar las rutas comerciales; por otro lado, debían ser lugares aptos para ser amurallados y defendidos. Con esta idea, por ejemplo, se desarrolló un poblado en el Cerro de los Infantes de Pinos Puente que mantenía contactos comerciales hacia Almería y hacia el valle del Guadalquivir.
Durante los primeros siglos de este milenio se va a producir también una definitiva pérdida de toda clase de identidad exclusiva porque, al igual que en el resto del Mediterráneo, el aumento de la población, las mejoras de las técnicas de navegación y la expansión de nuevas formas sociales y de organización política va a remover hasta los cimientos todo signo de cultura anterior, proceso que culmina poco antes de nuestra era con la expansión del imperio romano

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